lunes, 21 de julio de 2014

Estrategia ofensiva (Dejarse ganar) (Cuento)

"Días de gloria, perdidos en el guiño de una chica."
Bruce Springsteen


“El objetivo es claro y conciso. El tema es plantear un método adecuado para que la táctica sea eficiente.”

Llegué temprano al club porque mi cabeza era una licuadora y porque debido al calor, hacía tres horas que no tenía luz. Motivo más que suficiente para despegar de casa.
Me senté donde siempre, a la espera del resto de los jugadores.

“Hoy tenemos que ganar, no puede ser que la derrota sea la costumbre de cada sábado. Tenés que pensar: Jugar al fútbol con amigos es igual a lo que te está pasando con ella. Cada encuentro es una derrota asegurada. Modificar esta situación requiere de una planificación previa, que de tantas vueltas que doy se vuelve irrealizable. Lo peor de todo es que cuando termina la jornada te ponés a pensar inmediatamente en la revancha”

El tema, y el posterior análisis es recurrente, pero… ¡Que pretenden para un sábado a la tarde! Estiré las piernas, y me aboqué a la reflexión metafísica del dilema existencial.

“Hay que enfrentar al enemigo con el único fin de tener éxito en la batalla. En este caso, la situación análoga lleva a configurar al otro como un “ella” y también como a un “equipo contrario”

Hasta ahí la cosa viene siendo clara. El tiempo, cuando uno no sabe en qué aprovecharlo, lo invierte sin intereses a la meticulosa reflexión de comparar un simple juego, pasión de multitudes, con su momentáneo estado sentimental.

“La misión está establecida por la llevada a cabo y posterior triunfo de la misma. Es decir: la conquista amorosa o los heroicos laureles de la victoria deportiva. El lapso espacio temporal es sistemático y depende fundamentalmente de la acción u omisión, de las acciones llevadas a cabo dentro del campo de la estrategia. Para esto se requiere una profunda proyección anticipada del plan de juego”

Los pensamientos fluían con soltura, pero hasta el momento no había nada que me hiciera, o hiciese, alcanzar una afirmación valedera. Sólo sabía que estaba en el bar del club, esperando al resto de los muchachos, tratando de cubrir con desapego el dimensional bache del hastío.

“Antes de pensar en el otro, pensemos en uno mismo. Enumeremos los recursos y posibilidades con los que contamos para alcanzar las metas propuestas. Bueno, no son muchas. Más bien diría que escasas, por lo que es requisito fundamental el uso eficiente de las potencialidades no renovables. A saber: soltura, distensión, buena dialéctica, comprensión de la jugada y sobre todo confianza y optimismo.
Como siempre decís: Juguemos desde la alegría. No bajemos los brazos. Muchas veces esa inseguridad que nos amenaza y que indudablemente se convierte en lo más difícil de combatir, es una verdad que nace de nosotros mismos. Una certeza infundada en lo artificial de un pensamiento atormentador, que acaba anulando cualquier camino hacia la clara comprensión. Lograr bloquearlo, se transforma en la principal arma de nuestra existencia, por más paupérrima y mediocre que esta sea y ese es el toque en profundidad para quedar mano a mano con un arquero sin suerte.
Buenas armas como para empezar a hablar. Ahora sí, pongamos atención en el otro. En “ella” fundamentalmente y en el juego de variables que habría que ir anulando para comenzar a transitar un camino menos contingente. Principalmente sería lograr su conquista al menor costo material posible. Dentro de lo cual entran lo humano y lo sentimental. Por que no es cuestión de meter todas las fichas a pleno, salir como desbocado desde el punto de partida y caer sobre el doloroso asfalto del rechazo inmediato e inminente. La idea de: “no te preocupes, si el NO ya lo tenés”, no entra dentro de las variables. Eso es como entrar perdiendo uno a cero. La idea, en este caso, es avanzar, mantener la posesión de la pelota, hacer jugar al otro dentro de las posibilidades que nosotros le ofrecemos, proteger la parcialidad del evento. Dejar jugar, recuperar tenencia y llegado el momento oportuno atacar y meter el gol.
¡Ojo! que frente al equipo adversario pasaría más o menos lo mismo. No sería conveniente “dejar la vida” en la primera pelota dividida del encuentro, si eso nos cuesta la implicancia de salir con una pierna al hombro a los cinco minutos de juego.
Es recomendable administrar los recursos, para que el campo de posibilidades no se agote frente a la primera acción de ataque. Primero muevo la pelota, la hago circular por todo el campo, veo como se posiciona el rival, la calidad de sus jugadores, me aseguro de su táctica y de su estrategia. De ahí en más nada de lo que haga se encuadra dentro del orden de lo fortuito, casual o aleatorio. La intención, el propósito y la finalidad están en cada movimiento y en cada palabra, como marcas indelebles de un accionar premeditado y alevoso. Más o menos de este modo, se va dibujando un mapa estratégico mental, no del todo seguro ya que siempre podemos recurrir a ideas que estén fuera del patrón habitual de pensamiento racional. Esto implicaría la no limitación de posibles ideas para alcanzar el objetivo deseado. Es decir: dar por tierra con tanto pensamiento previsor y volcarse a las alas del destino. Con esto, la rigidez en el análisis se desvanece y la creatividad y la innovación pasan a formar parte de un sistema improvisado de posibles enfoques descabellados. Como el de muchos equipos profesionales de primera división, que hace años juegan con sistemas similares. Pero evaluando el resultado de estos últimos, no veo que sea del todo conveniente ponerlo en práctica en cuanto a ella”

Seguía sólo en el bar del club, pero ya me veía encaminado a una conclusión favorable. Después de todo, el resto de la tarde la pasaría jugando al fútbol con amigos. ¿Qué importan las conclusiones acertadas, dentro de una coyuntura determinada por lo lúdico y azaroso?
Pegada a esta incógnita reflexioné que hasta el desenlace más terrible, imposible e inimaginable comienza siempre con una pregunta.

“Nuestra postura es clara: nos paramos de forma ofensiva frente al rival. Frente a ella también: entre tanto centro al área y tanta gente en el ataque las posibilidades de marcar un tanto se hacen inminentes. En estos casos, y de forma controversial, se tienen todas las de ganar. Haciendo un repaso rápido, la táctica estuvo bien planteada y la estrategia siempre resultó favorable. Además hay una ventaja y creo que es la más importante del plan”.

Los equipos ya estaban dentro del campo, pero no podía aflojar ahora con semajente cavilación. Con tremenda epifanía amorosa.

“En todo momento se dejó ver el modo de mi juego, se practicaron las jugadas preparadas con público y periodistas, prácticamente, y con conocimiento de causa, anuncié la formación con anterioridad, se desnudó cada principio y cada elemento que se tenía como arma de ataque. Ella sabe que nos vamos a posicionar prácticamente con una combinación de 1-1-1-8, en la que el arquero es el primero de la secuencia. Y ahí es donde cobra vida mi plan. Genio táctico, heredero de la planificación, descendiente directo de la efectividad en la competencia. Dejaste tan descuidado el fondo que ella solita, tal vez con un par de delanteros, casi sin quererlo, de contragolpe te enchufa el gol de su victoria. Resultado: ambos ganan.”


Me sentía un genio. Me ajusté los botines y salí a la cancha. Ese sábado a la tarde fue un empate más insulso que un sándwich de lechuga, pero el partido con ella, todavía está por jugarse.

Por Matías Comicciolli (8/2/2013) 

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