martes, 30 de septiembre de 2014

“Short cut” de Raymond Carver.

No puedo hablar sólo de este libro, sin referirme indirectamente a otros textos del autor. Quiero decir que su obra se ve (y se lee) tan vinculada, que recomendar “Short cut” es también recomendar “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, “Quieres hacer el favor de callarte por favor”, “La vida de mi padre”… entre algunos otros que seguramente me esté olvidando.

Por otro lado con Carver me pasa que no puedo separar al autor de los sucesos que le tocaron vivir a lo largo de su corta vida. En su biografía se destacan los problemas con el alcohol, su pronta paternidad (a los 21 años ya era padre dos veces) los problemas económicos, los estudios temporalmente distanciados, los trabajo a los que recurrió para ganarse el pan etc.

Ahora bien, cuando conocemos de quién estamos hablando cuando hablamos de Raymond Carver, sus historias comienzan a tomar una forma sustancial para el lector, quién llegado el momento se encuentra absorto y desconocido dentro de cada uno de los personajes.
Nos empapamos de escenas de la vida cotidiana, charlas mundanas y personajes extremadamente comunes, insertos en una sociedad particularmente alienada, anónima y melancólica. ¿Qué es lo que hace ser maravillosos a estos textos? Bien, detrás de ese estilo simplista (minimalista para algunos críticos) se esconde la esencia misma de su autor.

A través de su escritura se reflejan los fantasmas de una sociedad. Encontramos así alcohólicos, prostitutas, malos matrimonios, delincuencia, desesperanza, desconsuelos, engaños, desengaños, amores, violencia, asesinatos y toda una serie de características que conforman los sentimientos verdaderos no sólo para el autor, sino también para quien se enfrenta a sus historias.

Existe un verdadero sentido para que alguien como Carver escriba de esta manera, y es un gran desafío para el lector tratar de descifrarlo. Lo destacable es que él la encontró a la vez que la muerte lo encontraba a él cuando todavía era muy joven. (Al morir Raymond Carver tenía 49 años).


Por Matías Comicciolli.

lunes, 29 de septiembre de 2014

“Shame” de Steve McQueen

Perturbadora e inquietante. Son las dos palabras que se me ocurren acerca de “Shame”.
Perturbadora, porque gracias a la tremenda actuación de  Michael Fassbender, logramos meternos en los secretos más oscuros de Brandon, el personaje principal.
Inquietante, porque son esos secretos los que nos provocan un estado que se puede vincular con la claustrofobia y el ahogo de su existencia.
Brandon se presenta al espectador primero como un solitario personaje de pocas palabras. Seductor 100%. Así lo vemos en su vida “externa”. Abrigado, tapado hasta el cuello con sobretodo y bufanda. Eso es lo que él muestra en su escueto entorno, ocultando su verdadero ser. Inmediatamente después, aparece en la intimidad caminando completamente desnudo, mostrándonos lo que en verdad es. Desde ese momento, nosotros como espectadores comenzamos a compartir su salvaje vida sexual. Pasamos a ser cómplices de sus secretos y de sus problemas.
La intensidad dramática aumenta cuando su hogar, su refugio, se ve invadido por la llegada de su hermana (Carey Mulligan) Quien será clave para hacer convivir sentimientos encontrados entre ellos dos.
Ella será la encargada de poner frente a frente sus dos realidades. La del exterior y la del interior. Claro que la confluencia de los dos mundos tiene que tener un desenlace, y eso lo llevará a cabo el director McQueen mostrándonos un viaje introspectivo que hará reflotar los sentimientos ahogados del personaje.
La película cumple. Buen ritmo, escenas logradas, excelentes actuaciones y cierta incomodidad que a uno lo deja pensando y analizando la tortuosa vida del personaje que interpreta Fassbender.
No es como para pasar el rato, pero si para ver y discutir largo y tendido.


Por Matías Comicciolli.

viernes, 26 de septiembre de 2014

“Searching for Sugar man” de Malik Bendjelloul.

Hay algo especial en este documental. Tiene el condimento adecuado para que guste de una forma unánime y general. Me animo a ser tan inclusivo en cuanto al gusto de verlo, ya que ante nosotros tenemos una historia real, sobrecargada de emoción y que en ningún momento apela a los golpes bajos ni a sensiblería descartable.

El relato se arma de un modo detectivesco al contar la vida de un músico olvidado. De esta manera se maneja la sutileza de mostrar información, sin perder el gancho que nos atrapó desde el primer momento. Por que el director sabe, conoce, que queremos llegar a la resolución del enigma y conocer quién es este “Sugar man”.

Quizás se podría dividir la película en dos mitades. De las cuales una no es nada sin la otra. La primera nos cuenta cómo dos personas en Sudáfrica se proponen  buscar la verdad sobre “Rodríguez”, un cantautor norteamericano de los 70´s, el cual tuvo tanta popularidad en esa parte del mundo como el mismísimo Elvis. Pero claro, vincular Sudáfrica con Estados Unidos a través de un cantante folk “desaparecido” no será nada sencillo.

La segunda y última parte, nos cuenta cuál es el desenlace de dicha búsqueda y si el mito de aquel artista que se suicidó arriba de un escenario, o que se inmoló como última expresión de protesta es verdad o no…

No suele pasar muy seguido, pero esta historia te sumerge y te hace participe gracias a la habilidad del director en llevar adelante lo narrado. Por momentos todo lo que sucede se torna difícil o casi imposible de creer, pero gracias a los matices utilizados, la verdad y leyenda se entrecruzan logrando un espectador activo que no deja de interrogarse sobre lo que está viendo. 

Hay que tener en cuenta que además es un documental musical y que los temas del tal “Rodríguez” empapan las escenas con un realismo que las hacen únicas. Si además de disfrutar de las buenas historias uno logra apreciar la música, el combo de placer es absoluto.

Los premios y las nominaciones que recibió “Searching for Sugar man” de Malik Bendjelloul no son relevantes a la hora de poner en la balanza la creatividad y la emoción de un documental que en algún momento hasta te saca una lagrimita.

Creo que es imperdible.

Por Matías Comicciolli.

jueves, 25 de septiembre de 2014

“Quiet City” de Aaron Katz

Esta es una de esas películas que si no te la recomiendan, es complicado que te lleguen. Son esos film que entran en la denominación “Indies” y que no tienen un circuito comercial muy extenso.
“Quiet City” es la segunda película de Aaron Katz, un joven realizador estadounidense (natural de Portland, Oregon) a quien le encanta filmar relaciones humanas en ciudades vacías y con cámara en mano. Este es todo el montaje que nos presenta esta peli.
Una chica llega a la estación de Brooklyn buscando a una amiga que nunca llega. Pide ayuda para orientarse a un joven desconocido, de quien no va a separarse durante las siguientes 24 horas. Todo esto es simplemente el argumento con que se vale Katz para contar su historia. Simple; la pareja de recién conocidos comienza un largo y apático recorrido por toda la ciudad mientras hablan banalidades y practican actividades como tomar café, cortarse el pelo, correr en la plaza, visitar una galería de arte y conocer algunas personas. Poco? Sí, no hay un gran argumento. Importa?
Esto ya la vimos en “Antes del amanecer”, en su secuela y en cierta forma, con un tono más musical, en “Once”. Entonces; A dónde llega la recomendación? En que me encantan este tipo de películas en donde se logra contar con nada, algo tan grande y amplio como son las relaciones humanas.
La película no es más que eso: un pedacito de la vida de dos personas que deciden caminar juntos, por una ciudad que por momentos los ignora totalmente.
Además de usar recursos escasos, a nivel realización, el director se vale de actores no profesionales para mostrar lo que pasa. Ambos están muy bien, pero en lo personal creo que ella (Erin Fisher) tiene momentos verdaderamente cautivadores (además de ser poseedora de un seductor tono de voz) Esto posiblemente lo opaque un poco a el (Chris Lankenau) quien nunca deja su pose de apático derrotado. Lo que rescata esta ambigüedad es la química que se genera entre ellos dos, quienes a través de conversaciones simples y lugares comunes (en el mejor de los sentidos) nos muestran la identidad de cada uno de los personajes.
Se enamoran? Quién sabe. La conclusión dentro del cine “indie” no es un problema a resolver. La eficacia recae en como se logra mostrar, con este tipo de línea narrativa, los sentimientos de los protagonistas.

El último plano de  “Quiet City” es una hermosura!!!

Por Matías Comicciolli.

¿Por qué leemos?

¿Por qué leemos? ¿Para qué? ¿Cuál es nuestro fin? Hablo específicamente de novelas. De ficción. De ese mundo que se crea a través del significado de las palabras.
“Si una noche de invierno un viajante” de Italo Calvino, es una novela, y es de ficción. Pero atención, no es una novela de ficción sino que es, sí es, varias novelas de ficción que se crean, que se configuran a través del Lector protagonista.
¿Somos nosotros, lectores, protagonistas de todas las novelas que leemos? ¿O sólo lo somos cuando el autor, el escritos decide que seamos? En este caso puntual, el Lector es protagonista, es parte fundamental de la historia que se genera a partir de la lectura de novelas apócrifas. Eso que el Lector va leyendo, lo lleva a transitar un mundo ficcional al que no pertenecía antes de no ser Lector.
Eso es justamente lo que significa el Ser Lector: transitar mundos a partir de la lectura, y tal vez sea aso lo que nos lleva a leer. No conformes con el mundo que la existencia terrena nos brinda, nos volcamos inconscientemente a transitar otros.
Lo peligroso, tal vez, sea la elección de esos mundos. ¿Quién nos asegura un final feliz? ¿Quién nos asegura un mundo feliz?  Creo que no hay ni una cosa ni la otra.
No la podemos encontrar en este tipo de existencia y tampoco en la de los libros. El Lector de Calvino se prepara para disfrutar de la lectura de “Si una noche…”, que lo lleva a padecer un sinfín de caminos que parecen no llevarlo a ningún lado.
Nosotros, como lectores, tal vez estemos padeciendo esos mismos caminos inconclusos, que es lo que en definitiva nos lleva a no parar de realizar la actividad de leer. Nos sumergimos de lleno en ese hombre que se detiene en una estación de tren una noche fría y lluviosa. ¿Era realmente fría y lluviosa? ¿O fueron sólo detalles que me figuré mentalmente al comenzar la novela? De esta manera ¿Cuántas novelas de “Si una noche…” habrá en el mundo? Tanta como lectores. Porque cada mundo es una novela y cada mente, cada imaginación un mundo distinto.
Ella leyó la novela a la par mía. La misma novela la misma historia del Lector y la Lectora. Ambos transcurrimos las páginas, con el mismo texto, las mismas letras. Así procedemos en el avance de la lectura, traspasando la sustancia empírica del objeto libro, con el sólo fin de alcanzar el acceso a una sustancia incorpórea, inmaterial.  Un mundo sublimado por las imágenes ficticias de mundos paralelos pero imposibles.
¿Cómo será su Lector? ¿Cómo será su Lectora? ¿Pondrá los pies en el escritorio para leer, forrará los libros para que nadie sepa qué es lo que está leyendo? ¿Que mundo se configurará antes de comenzar a leer? Tal vez espera del libro ese mensaje, ese aviso, esa señal que de una vez por todas le diga algo. La busca desde que comenzó a leer. La buscamos desde que comenzamos a leer. No desde que comenzamos a leer “Si una noche de invierno…” sino desde que comenzamos a “Ser Leer”. Leer como búsqueda, como desafío y también como aislamiento de realidades que nos determinan que nos ahogan, que nos empequeñecen.
Por eso salir un poco de tanta realidad real nos engrandece, nos pone en otro lugar, por lo menos por un rato. El Lector y Ella Lectora ven en esos momentos los mensajes más difíciles de comunicar, de definir. En esos mundos que viven por fragmentados momentos, no se pueden traducir las palabras y por eso mismo son decisivos y fundamentales pero a la vez azarosos y efímeros, vinculándolos irremediablemente con momentos de felicidad… 


¿Podemos ser lo que leemos?, ¿O lo que leemos nos hace ser? Y ¿Qué somos si leemos?

Por Matías Comicciolli.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

“Nebrazka” de Alexander Peyne.

Es increíble cuando se hace una maravillosa película con una “historia mínima”. Lo que vemos no es más que una anécdota que puede ser contada de mil formas diferentes. Puede ser graciosa, triste, desopilante, nostálgica. En este caso en particular el director decide tomar el mejor de los caminos y mostrarnos una road movie que llega al corazón sin golpes bajos y que saca una sonrisa sin ser necesariamente divertida.

Un padre alcohólico y senil recibe un folleto en donde se ve beneficiado con un millón de dólares. Claro, eso no es más que publicidad fraudulenta, pero cómo hacérselo entender a este buen señor. El viejo insiste tanto que su hijo, bastante alejado de su padre debido a la adicción de este, decide tomar la ruta y llevar al anciano hasta el pueblo donde debería cobrar el dinero.

La historia no es más que eso. Y eso es todo lo que la conforma. A lo largo de la ruta resurgirán las relaciones paternofiliares junto con la reconciliación con el pasado y el cariño incondicional que se tienen el uno al otro.

Los marcos son fríos, desabridos, plomizos, solitarios; casi como la vida de quienes habitan en ellos. Familias desvinculadas, lazos rotos, relaciones inexpresivas o por conveniencia completan la paletas de colores que en este caso se funden en blanco y negro.

Alexander Peyne se vale de la maravillosa actuación de Bruce Dern para mezclar esa graciosa amargura melancólica que recorre el film de punta a punta, mostrándonos a dos hombres que terminan de encontrarse en el interior imperfecto de cada uno de ellos.

La película puede considerarse como una gran metáfora o como una pequeña historia, simplemente porque son esas dos cosas, y conviven ambas perfectamente dentro de ese desabrido Nebraska.

Al final, es inevitable un pequeño nudo en la garganta cuando nos corremos de ser un simple espectador y nos vemos a nosotros mismos cumpliendo ese rol de padre, y también ese rol de hijo. En ese momento es cuando lo sencillo se hace profundo y la comedia y el drama se conjugan para mostrarnos una historia anclada con fuerza en la vida misma.


Por Matías Comicciolli.           

lunes, 22 de septiembre de 2014

“Mr. Vértigo” de Paul Auster.

Al terminar de leer el libro, me queda la sensación que no es una de las grandes obras de Auster. Con conocimiento de causa, puedo afirmar que tiene novelas mucho mejores, pero a su vez, está, adquiere cierto tinte de indispensable. Claro, siempre y cuando se quiera recorrer la obra de este gran autor.
Por esa razón merece la pena recomendarse.
Como nos tiene acostumbrados Paul, “Mr. Vértigo” es de lectura rápida, ágil y entretenida. En ella se cuenta la vida, en primera persona, de Walt un pequeño huérfano de Saint Luis, quien encuentra un maestro y mentor que le enseñara a levitar por el aire, transformándolo en “Walt el niño prodigio”.
Pero no todo queda en este recurso casi de realismo mágico. Las vidas de Walt y su maestro se verán subrayadas por el amor, el asesinato, la ruta, la traición, la historia, la pobreza y la felicidad. Toda con la cuota perfecta que siempre llevan los relatos de Auster. Esa especie de simplicidad costumbrista nos panea por toda la historia de Estados Unidos desde la década del 20, pasando por el KKK, la violencia racial, el crack económico, el estado de bienestar y la Segunda Guerra mundial.
Es imperdible, y destacable, como se logra amalgamar la vida de un puñado de personajes, encabezados por el pequeño Walt, a toda una porción de la historia social y cultural de un país.

De esta manera, si ya leíste otras cosas de Auster, “Mr. Vértigo” no te va a sorprender demasiado, pero sí lo vas a disfrutar mucho. 

Por Matías Comicciolli.

viernes, 19 de septiembre de 2014

“Mr Nobody” de Jaco van Dormael

Las posibilidades aleatorias, en todos los ámbitos de la vida, son infinitas, y justamente de eso habla la película “Mr Nobody”. Las elecciones que hacemos a diario nos determinan un posible destino pero… ¿Cuántos otros estamos desechando? ¿Cuántas otras vidas dejamos de lado por elegir entre quedarnos con papá o seguir a mamá? Esas vidas que perdemos son irrecuperables, y las elecciones que tomamos tal vez sólo dependan del batir de las alas de una mariposa, o de un brasilero haciendo un huevo duro. Las dudas y las incógnitas que plantea el film son muchas y tienen que ver específicamente con los cuestionamientos a la existencia humana. Como así también al origen del universo. La teoría del caos, la mecánica cuántica, el big bang y el big crunch son algunas de las argumentaciones que tratan, inútilmente, de dar validez a un relato, que nos pone a pensar en cada momento, si las elecciones que tomamos son las correctas. ¿Cuántas posibles vidas estamos dispuestos a perder por sentarnos a mirar “Mr Nobody” de Jaco van Dormael? Elijan qué “Mr Nobody” tienen más ganas de ver. La dicotomía funcional del film, nos pone en la tarea de elegir entre dos o más posibilidades…

Por Matías Comicciolli.

jueves, 18 de septiembre de 2014

“Medianeras” de Gustavo Taretto.

Hacía mucho tiempo que quería ver esta película, la expectativa era mucha y una vez vista no decepcionó.

La historia es simple y sencilla: ella es Mariana una arquitecta frustrada que trabaja como decoradora de vidrieras y acaba de dejar a su novio de cuatro años. Él, Martín, un diseñador de páginas web súper freak y con varios trastornos de obsesión.

La cuestión sería ver como estos dos personajes logran conocerse en una ciudad que se configura gigante en comparación a sus mundos de monoambientes.

Desde esta simple oración parten una infinidad de analogías, connotaciones, alegorías y simetrías que nos hablan de: la soledad urbana, la tecnología comunicacional, la incapacidad de vincularse, la angustia, la fobia, desolación, equivocación, miedo, desilusión, apatía, frustración, etc. Quiero decir, sobre esto se pueden escribir mares de palabras. No es la idea.

La película de Gustavo Taretto lo refleja muy bien y quien es capaz de analizar estas cualidades lo puede confirmar con soltura y elocuencia. No es mi caso.

Prefiero seguir pensando que “Medianeras” es una comedia romántica que, sobretodo, está muy bien contada a través de sus recursos narrativos: los planos (resaltando los detalles) las voces en off que primero describen y más adelante, en over, nos muestran el interior de cada personaje, la utilización de animación en algunos pasajes y la música que también pasa de ser ambiente a venir de un ambiente (el ambiente de al lado)

Mariana es la liadísima Pilar López de Ayala, que en algunos momentos deja deslizar su tonada española. Martín es Javier Drolas. Ambos están muy bien en sus papeles, tanto cuando actúan solos o cuando interactúan con alguno de los personajes satélites (Inés Efron, Carla Peterson, Rafael Ferro, Adrián Navarro, Alan Pauls)

A pesar de todo hay cositas que no me terminaron de cerrar, como la participación de Jorge Lanata (innecesaria) y algunos giros de la historia que llegan de forma abrupta y con poco sentido. Definitivamente esto último no opaca del todo a “Medianeras” que es más que recomendable.


Por Matías Comicciolli.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

“Me verás volver” de Celso Lunghi.

Se puede decir que la curiosidad fue la que me llevó a comprar este libro. Primero porque fue el ganador del premio “Nueva Novela” que otorgó Pagina/12, después por su tapa y finalmente, por la juventud de su autor.

La curiosidad se transformó en grata sorpresa, al descubrir una excelente historia de terror y suspenso. Genero poco común o poco difundido y muchas veces maltratado por los pseudos expertos eruditos de las letras.

La estructura y la forma que utiliza Lunghi son el basamento principal para construir un relato atrapante, original y entretenido. De esos que no se pueden parar de leer y que van saltando de misterio en misterio.

Una masacre, un asesinato, apariciones, ruidos en la noche y vírgenes que lloran sangre son lo condimentos adecuados para infundir terror a través de textos epistolares, informes policiales, diarios íntimos y fluir de la conciencia. Ese es el modo en que se lee la novela y en que nos vamos enterando de lo que pasa en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires.

Lo que más me gustó es que al leer “Me verás volver”, uno advierte las lecturas que nutrieron al autor para llevar adelante su trabajo. Hablo de las influencias que no se tratan de esconder y que saltan a la luz a través de pequeños homenajes en citas o en escenas imborrables. De esta manera pasaron por mi mente nombres como el de Stephen King, o Manuel Puig (entre algunos otros)


La primera sensación al finalizar el libro es la de satisfacción, no sólo por el goce de haber leído una muy buena historia; contada y escrita de una manera excepcional, sino que también, teniendo en cuanta la edad de Lunghi, se puede estimar que tendremos muchas más novelas de él por delante (o eso espero)

Por Matías Comicciolli. 

martes, 16 de septiembre de 2014

“Matar un ruiseñor” de Harper Lee.

“Coraje es cuando eres golpeado antes de comenzar pero,
 sin embargo, comienzas y continúas con tu tarea no importa lo que suceda".

La novela se publicó en 1960 y hasta el día de hoy creo que se sigue disfrutando como si sus páginas no hubiesen envejecido. Quiero decir que goza de una actualidad y belleza sólo equiparable al de los grandes clásicos de la literatura mundial. Y de esta manera es como llegó a mis manos. Escuché hablar tanto y vi tantas referencias y homenajes a esta historia que no pude aguantar no leerla.

Trata de los acontecimientos sucedidos a lo largo de tres años, en un pequeño pueblo de Alabama durante la Gran Depresión. El tema es que todo está contado a través de los ojos de una niña de seis años, la pequeña Scout Finch. Ella vive en una elegante casa junto a su hermano Jem y a su padre Atticus. Alrededor de ellos se contará la historia del pueblo, de sus habitantes y de los distintos conflictos que aquejan a la sociedad estadounidense en general.

La novela podría separarse en dos partes. La primera, como una clásica novela de aventuras juvenil, donde los niños protagonistas deciden develar lo que esconde una casona y su misterioso habitante. Esto sirve como presentación del resto de los personajes y nos muestra las prácticas y costumbres de la vida cotidiana del pueblo de Maycomb. En la segunda parte, la autora presenta un universo mucho más adulto, cargado de una fuerte crítica social, el cual se desarrolla durante el juicio en defensa de un negro.

De esta forma Lee aborda temas polémicos como la desigualdad racial, la violación de Derechos y los conflictos sociales imperantes en la década del 30 en el sur de los Estados Unidos. Los distintos tipos de clases se ven bien determinadas y el trato de los blancos a los negros es un constante durante todo el relato.

La prosa es fluida y llevadera, cargada de la ironía, el humor y el sarcasmo característico que sólo puede brindar la perspectiva de una niña de seis años. Las descripciones minuciosas son otra herramienta que la autora utiliza con el fin de graficar cada escena de un modo casi cinematográfico. Esta última característica nos mete de lleno en un mundo en pleno proceso de transformación social, sin perder lo entretenido y brillante de una historia realista y fascinante.


No sé si todos los considerados “clásicos” son tan recomendables como “Matar un ruiseñor” de Harper Lee. Lo que sí estoy seguro es que al finalizar de leerlo uno se siente a gusto, feliz por no haber dejado pasar semejante novela, y satisfecho por tener en sus manos el poder de encomendar leerlo en cualquier momento de la vida.

Por Matías Comicciolli.

lunes, 15 de septiembre de 2014

“Margaret” de Kenneth Lonergan.

Especialmente recomendada, no dudé en sentarme para ver “Margaret”. Principalmente porque es una película que no se estrenará en Argentina y porque estoy seguro que sólo se puede llegar a ella a través de una recomendación. El director Kenneth Lonergan tuvo infinidad de problemas para poder estrenarla. Tanto es así que la película se filmo en 2005 y terminó estrenándose en 2011. La dificultad principal recayó en que la productora le decía al director que la duración no podía exceder los 150 minutos. Con mil malabares y mucha dilatación, se logró un corte que fue aceptado y se pudo estrenar.

Trata de una joven estudiante de 17 años que involuntariamente provoca un accidente donde pierde la vida una mujer. Este es el desencadenante para que sentimientos como la culpa, la ansiedad y el miedo se mezclen en la vida de la adolescente y su entorno. De esta manera Lisa (Anna Paquin. La de “True Blood” y “X-men”) comienza conflictivas relaciones con su madre, sus compañeros de colegio y sus profesores, sin descuidar la dura relación con ella misma después del accidente.

Me dio la impresión que “Margaret” puede dividirse en dos partes. En la primera de estas, se ve una historia consistente que se va armando lentamente, con un sentido único de la orientación que se pretende tomar. Los personajes que orbitan a la protagonista interactúan entre si, mientras se arma un relato coral que los involucra a todos con una importancia y relevancia casi unánime. Se aprecia una buena dirección y excelentes actuaciones sujetas al guión, el cual en un momento determinado cae abruptamente. En esa caída aparece lo que para mi es la segunda parte. Escenas rápidas, descontextualizadas, contradictorias. Abruptos saltos en el tiempo y actuaciones emocionalmente discordantes en el paso de una a otra.

Se nota el fatídico trabajo de edición que se tuvo que realizar para poder contar la historia en el tiempo que determinado y eso la hace una película irregular que pierde por completo el sentido de lo que se quería contar o se pretendía expresar.


A pesar de todo la película es buena. Sus actuaciones son excelentes y sus personajes creíbles. El guión termina por atraparnos y ponernos en el rol de parte y juez de los acontecimientos, mientras se compone el obligatorio debate ético y moral en torno a lo sucedido. Si la consiguen por algún medio, verla no será una perdida de tiempo.

Por Matías Comicciolli.

viernes, 12 de septiembre de 2014

“Los invertebrables” de Oliverio Coelho.

Sigo metiéndome en el mundo de las trilogías. Esta vez es el turno de la saga compuesta por “Los inverteblables”, “Borneo” y “Promesas naturales”. Bien, los dos primeros los conseguí rápido y sin caminar demasiado. El tercero y último, aún no lo tengo y supongo que su conquista me llevará a pasar largas tardes de patear y preguntar en viejas librerías (Buen programa eh!)
Pero el principio es el principio y “Los inverteblables” es el que nos compete en este caso. Hablo de una novela corta ambientada en un mundo atemporal y post apocalíptico. Ojo, no salgan corriendo que no hablamos de la clásica ciencia ficción. En este caso, estos detalles funcionan simplemente como entorno y marco de la historia. Es la herramienta que utiliza Coelho para colgar el relato “fantástico” dentro de un mundo “real” (o viceversa, ya que también podríamos decir que dentro de un posible mundo “fantástico” se cuanta una historia “real”)
El texto en si implica a un lector atento y experimentado, ya que cada oración, cada palabra y cada frase están colocadas, armadas casi con la obsesión de un perfeccionista. Cada una de ellas se van encastrando como en un tetris literario, con una justeza poética que hace de la lectura un verdadero deleite. Casi inadvertidamente la historia va tomando forma dentro del laberinto, pongámosle kafkiano, que plantea Oliverio. Dentro de ella encontramos la desdichada vida de tres seres indefinidos e indeterminados que intentan salir de su letargo adoptando a una mujer (¿?). Premisa que invita incondicionalmente a seguir con la lectura.
Luego, todo se irá desarrollando con una visión única, atravesada por burocracia estatal, procesos institucionales, identidades alteradas,  personajes monstruosos y metamorfosis inadvertidas. No por nada hablo de laberintos kafkianos!!!

Ahora es el turno de “Borneo”, la segunda parte. Veamos de qué se trata.

Por Matías Comicciolli

miércoles, 10 de septiembre de 2014

“Lluvia”, de Paula Hernández.

Lo primero que se me ocurre escribir de este film, es que no es una película para cualquiera. Con esto no quiero expresar que la misma goza de una complejidad tal que la tiñe de inentendible. En realidad es todo lo contrario y por eso está dirigida a un público específico.

La película es sencilla. Una historia chiquita y sin demasiadas vueltas. En eso se ve la mano de Hernández para lograr con esos simples recursos un producto verdaderamente hermoso, tanto en lo visual y estético como en lo narrativo. Claro que no hay que dejar de lado los dos tremendos actores, Valeria Bertuccelli y Ernesto Alterio, que funcionan como los únicos protagonistas.

Ella es Alma y él Roberto. Ambos se conocen por casualidad, cada uno tratando de modificar algún aspecto de su pasado inmediato o escapando a una realidad que no pueden cambiar. Todo esto enmarcado en una Buenos Aires donde parece que nunca dejara de llover. Esta es la cuota perfecta para subrayar a estos dos seres que, en definitiva, buscan encontrarse y descubrirse mutuamente.

Decía anteriormente que la película está dirigida a un público específico, y no hablo de idoneidad o capacidad determinada en la materia. Simplemente hablo de sensibilidad y melancolía. La directora se toma sus tiempo y el espectador debe estar atento a esos momentos y a sus significados. La historia no nos proporciona todo en bandeja. Para armarla requiere esfuerzo de nuestra parte y creo que eso hace del relato algo íntimo y metafóricamente sensible.

Cuando las palabras están de más los silencios se interpretan como si fuesen un protagonista más, junto con la lluvia incesante, los vidrios empañados y las gotas sobre el cristal. Hay instantes en que lo visual le gana la partida a las palabras, sin caer en cursilerias naíf o melodramáticas. Cada plano está cuidado y nos significa o representa una esencia específica de lo que se está contando.

Destaco sobre todo la actuación de Bertuccelli que está verdaderamente excelente en ese papel de “alma” perdida que deambula en su auto, llevando sus miedos y secretos por todos los rincones de la ciudad.


La película de Paula Hernández vale la pena por todo esto y por muchas cosas más. Seguramente tenga otras tantas para criticar de forma negativa, pero sobre seguro que no será indiferente para aquellos que se brindan a disfrutar de la “Lluvia”.

Por Matías Comicciolli.

martes, 9 de septiembre de 2014

“Leviatán” de Paul Auster.

Con los libros de Auster siempre me pasa lo mismo. Comienzo a leerlos y pienso que tengo entre mis manos una “novelita de verano”, de esas que las vecinas llevan a la playa como para entretenerse y pasar el rato. Hasta que a las diez páginas observo, que en realidad poseo algo mucho más invaluable.

“Leviatán” es una novela excelente que te engancha desde las dos primeras carillas y una vez que estás atrapado en ese anzuelo, el escapar se torna una tarea casi imposible. Las incógnitas y los secretos se van sucediendo uno detrás de otro y es posible que te pases de parada o de estación, con el sólo fin de seguir leyendo. (Sí, sí, a ese nivel te atrapa)

La cosa es que el libro empieza contándote el final, entonces vos como lector estás durante todo el relato queriendo saber cómo un tipo revienta en mil pedazos en medio de una ruta. Pero claro, Auster no te lo va a hacer fácil.

¿Por qué muere? ¿Qué hacía manipulando un explosivo? ¿Quién era el sujeto? Y quien cuanta la historia ¿Por qué lo hace? ¿Con qué necesidad? Hay una amistad que une a los dos personajes, al muerto y al narrador, pero ¿Cómo se conocieron? ¿Qué los desvinculó? Un disparo, un asesinato ¿Tienen que ver con la muerte accidental de el hombre en la ruta? ¿Accidental???

Todo lo que se puede esperar, todo lo que uno supone que va a pasar, todo tipo de lógica en cuanto a los acontecimientos se trastoca, se modifica, se varía. Los sucesos y circunstancias que van rodeando a los personajes, son una prueba fehaciente de la maestría que tiene el autor para poder contarnos una historia con increíbles y meticulosos saltos en el tiempo.

Continuamente se pone en juego al destino como algo azaroso; plagado de infortunios y casualidades que, rápidamente, logran torcer las decisiones de los personajes. Así, el relato se llena de encuentros y desencuentros, de amores y odios extremos, de buenos no tan buenos y malos no tan malos, de accidentes fortuitos y de los otros también… en fin las contingencias necesarias para hacer de la vida un límite desconocido.


“Leviatán” de Paul Auster es un excelente libro para quienes quieren iniciarse en la obra del autor. En mi caso que ya había leído varios libros de él, creo que este se posiciona entre los tres mejores, por lo que recomiendo leerlo si aún no se hizo.

Por Matías Comicciolli.

lunes, 8 de septiembre de 2014

“Las ninfas” de Francisco Umbral.

El lo personal, lo que sentí con este libro y su autor fue que había logrado un hallazgo. Estaba buscado qué poder leer y el nombre de Umbral apareció misteriosamente vinculado con el de Salinger, Bukowski, Fante y Toole. Bien, minimamente había que darle una oportunidad.

Mayor fue mi sorpresa cuando vi la extensa obra de este escritor español, al cual nunca había leído anteriormente. Por fortuna lo primero de él que cayó a mis manos fue la novela “Las ninfas”. Digo afortunadamente ya que esta es considerada  como su novela más representativa.

El relato es autobiográfico y recorre casi toda la vida de Umbral desde la niñez en su pueblo de provincia, hasta el momento en que alcanza la adultez y decide abandonar su terruño para convertirse en escritor.

Lo más destacable que tiene la novela es ese marco pueblerino que Umbral logra retratar con una delicadeza y un sentido de pertenencia que lo hace casi único. Dentro de ese contexto se desarrolla toda la vida del joven autor, sus primeros acercamientos al sexo, los intentos por convertirse en escritor, los cuestionamientos religiosos, sus amigos, sus vínculos, su pequeño círculo intelectual, las borracheras y el amor.

Todo esto a través de una pluma que te introduce en una intimidad que traspasa el tiempo y el espacio, para colocarnos como lectores en una inmejorable comparación con nuestras propias biografías. La prosa es natural, sencilla y a la vez insuperable y poética.


“Las ninfas” de Francisco Umbral es una excelente novela, para comenzar con su obra, que creo se disfruta en toda su extensión. En particular, sentí una gran alegría al haber llegado de manera casi fortuita a este genial escritor, del cual espero me siga deleitando con su exquisita y refinada pluma.

Por Matías Comicciolli.

jueves, 4 de septiembre de 2014

“La senda del perdedor” de Charles Bukowski.

Un libro de Bukowski siempre es una garantía. Pero debemos tener en cuenta la forma, el tiempo y el lugar. Nunca llevaría “La senda del perdedor” por ejemplo a la playa. No entretiene, no divierte. Por el contrario, toca deliberadamente fibras sensibles y se aprovecha mucho más en estaciones invernales, por las noches y mientras tenemos el ánimo un poco por el piso. De ese modo se le puede extraer todo su jugo.

La novela es un relato autobiográfico que recorre la infancia, juventud y adolescencia límite del autor, y eso es lo que lo hace aún más desgarrador. Saber, conocer, los detalles de una vida, comenzando desde la visión de un niño y observar como este se va formando a partir de las acciones u omisiones de su entorno, pone irremediablemente en relación su existencia con la de uno. Y muchas veces eso puede ser muy duro.

El personaje que elige Bukowski para encarnar en él es Henry Chinaski, quien nace dentro de una familia traumática formada por un padre golpeador, duro, distante y desocupado el cual nunca se encarga de demostrar ningún tipo de cariño hacia su hijo. Una madre sumisa, trabajadora y obsecuente hacia el padre que, junto al marco de una profunda depresión económica, harán que el pequeño Henry crezca sin ningún tipo de ilusión ni autocompasión.

Desde la más tierna infancia el personaje sabe lo oscuro que le resultará la vida. Primero aguantando las fuertes palizas de su padre (que duran hasta la adolescencia) Luego soportando complicados problemas de salud que lo obligan al aislamiento y el rechazo. El dolor, ya implantado en él, lo conducirá por caminos de maltratos y crueldad, los cuales desembocarán en el alcohol, la vilencia, el sexo y la literatura.

Al joven Henry Chinaski se le puede trazar un inconfundible paralelismo con  Holden Caulfield de “El guardián entre el centeno” y eso lo hace un personaje tremendamente adictivo para su lectura.  Al igual que Salinger, Bukowski usa la primera persona para contar sus recuerdos y en especial el desprecio y la desesperanza que siente por el mundo. En ambos casos será la figura de un niño dentro del relato, la encargada de aferrar nuestros sentimientos a una sutil esperanza.


“La senda del perdedor”, no es un libro para andar recomendando a cualquiera, pero si te movilizan algunos sentimientos profundos y gustás de una pluma cuidadosa, sin demasiadas descripciones, pero con los detalles suficientes para conformar todo un mundo de desesperación y ahogo, seguramente es el libro indicado.

Por Matías Comicciolli

miércoles, 3 de septiembre de 2014

“La reina en el palacio de las corrientes de aire” de Stieg Larsson

Los caminos hay que recorrerlos completos o no recorrerlos. Hay que comenzarlos a caminar, con cuidado y cautela. Sobre la marcha vamos viendo que podemos mejorar y que piedras vamos a saltar, mover o ignorar.
Sabía que cuando comencé el primero, el tercero sería inevitable. Pero quería que pase algún tiempo como para no saturarme de la historia y de los personajes. Como escribí anteriormente, “Los hombres que no amaban a las mujeres” me sorprendió gratamente y entré en la historia de Larsson como siguiendo la preciada zanahoria.
Con “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” me terminé de enamorar de Lisbeth Salander, y el libro prácticamente lo devoré. Como para no empacharme decidí posponer la lectura de “La reina en el palacio de las corrientes de aire” y de esta manera prolongar en el tiempo el final de la trilogía.
Casi utilizado como un arma contundente, mi amigo Nacho me lo tiró por la cabeza al grito de “leelo, es una de las más grandes decepciones que me llevé en la vida”. La proclama me pareció, si bien aceptable, un poco exagerada. Pensé que el problema había recaído en un típico caso de empacho literario, y como yo había tomado los recaudos para que no me sucediera, iba a saber disfrutar del libro.
Ahora bien, no voy a decir que mi amigo tenía razón, porque nunca le doy la razón a nadie y menos a Nacho, pero de los tres, el último es claramente el más flojito. Mientras que a los dos primeros los consumí como a un sanguchito de bondiola con un chopp de cerveza bien fría, este último fue más bien como un guiso de mondongo en pleno enero. Denso, pesado y pantanoso. Plagado de historias “satélites” que desbordan en detalles innecesarios y que sólo hacen engordar de papel al libro. Lisbeth sigue tan hermosa y encantadoramente cruel como siempre, pero es como que perdió un poco el color.
El final es simplemente anecdótico. Como cualquier final, deja gusto a poco cuando queremos a los personajes, pero en todo caso no es más que eso: un final. Al cual, cuando uno llega, sólo agradece a Dios haber terminado. Y queda flotando una pregunta en algún lugar de la mente: ¿La trilogía habrá sido terminada por el mismo Larsson? …mmm!!!
Pero como dije antes, los caminos que uno comienza, tiene el deber de terminarlos, y el de Millenium llegó a su fin.  


Por Matías Comicciolli.  

“El doble” de Richard Ayoade.

Me llega la película y ya desde su tapa se puede deducir que estamos frente a algo interesante. Dos mitades de rostros. Uno el de Jesse Eisenberg y el otro de  Mia Wasikowska. Después me llega la información que está basada en la novela con el mismo nombre de Fiador Dostoievski. Por esas casualidades, hacía bien poco que había terminado (y comentado en este medio) ese mismo libro.

El tema de esta obra ya es interesante de por si. La identidad de nosotros mismos dentro un mundo cerrado, autoritario, rutinario y asfixiante. ¿Cuál puede ser el resultado de todo eso, cuando no se puede desarrollar ningún tipo de individualidad? Dostoievski lo plantea casi 50 años antes de su “descubrimiento”: la esquizofrenia. La caída hacia una locura, producto de un mundo deshumanizado.

A pesar que lleva sus minutos encontrarle la vuelta a la película, su director logra finalmente encontrar la esencia de la historia y mostrarla enmarcada en un mundo actual con dos jóvenes protagonista. Tal vez esto sea lo que más se modificó del texto original, pero sin dudas el fin justifica los medios.

Simon trabaja en una oficina casi como un autómata. Es tímido e introvertido y nunca se animará a confesar su atracción por Klara. Lentamente irá desarrollando algunas perturbaciones mentales. El sistema no lo encaja y él no logra encajar en el sistema. Su poco desempeño en cualquier elección personal, lo llena de dudas e incertidumbre. Para colmo entra a trabajar una persona que es físicamente exactamente igual a él. En ese “doble”, Simon puede ver reflejadas todas sus carencias, sus necesidades y sus deseos. En ese momento se genera una ruptura dentro del personaje y de su existencia. Tratar de solucionar esa quiebre dependerá tanto de Simon como de su “doble”.

Ayoade hace maravillas con la estética sofocante en la que elige contarnos la historia. Lugares angostos, habitaciones oscuras, vestuarios sórdidos y sonidos estridentes se encargan de poner en imágenes el mundo Dostoievskiano, sin perder la impronta personal del director. Por momentos es inevitable no recordar “1984” (tanto el libro de Orwell, como la versión cinematográfica de Michael Radford protagonizada por John Hurt) o a otros directores como Stanley Kubrick.

En este caso no voy a recomendar leer la novela antes de ver la película (como sí lo hice en otros casos de transposición de literatura al cine). Si aún no se ha llegado a “El doble”, en ninguna de sus versiones y/o formatos, ambas se pueden disfrutar juntas o separadas, sin ningún tipo de prioridad de una sobre la otra.


Por Matías Comicciolli. 

martes, 2 de septiembre de 2014

“La reconstrucción” de Juan Taratuto.

No podemos recomendar esta película sin antes avisar que es muy triste. No hablo de esa tristeza lacrimosa, donde uno moquea sin darle demasiado sentido al sentimiento en si, hablo más bien de una historia triste desde sus cimientos. Por esta misma razón tampoco es una película que se ande recomendando como para pasar un buen rato o para entretenerse.

El lenguaje con el que se sirve el director es el de los silencios, la reflexión y la introspección. Todo esto metido en una historia perfecta por su dramatismo y belleza. Debido a lo cual estaremos muy equivocados si lo que pretendemos es ver velocidad, largas explicaciones y tonos exultantes.

Diego Peretti es Eduardo un empleado petrolero que se enmascara detrás de su trabajo y sobre todo de su rotunda soledad. Vive casi al limite de la supervivencia y aparentemente no le importa. Esa es su guarida, su refugio y su protección de algo que aún no sabemos, pero que intuimos. Detrás de esa imagen Taratuto deja espiar apenas un secreto, un sufrimiento y una respuesta a los “por qué” que se nos plantean sobre el personaje.

La vida de Eduardo se centra en el trabajo y el lugar donde sobrevive, hasta que recibe el llamado de un viejo amigo, interpretado por Alfredo Casero, que lo saca de su burbuja de aislamiento para transportarlo a un mundo totalmente diferente el cual comenzará a socavar ese sufrimiento interno que pesa sobre el personaje. Claro que para que eso suceda, la vida de los personajes tomará un giro que hará reformular los sentimientos afectuosos de cada uno de ellos.

Además de Peretti, y Casero “La reconstrucción” cuenta con la excelente actuaciones de Claudia Fontan. También se deben mencionar los increíbles paisajes del sur argentino que dan un marco más que adecuado para respaldar la historia.

Con “La reconstrucción”, Juan Taratuto se vuelve a destacar como director, con la diferencia que deja la comedia para enfocarse directamente en un drama que emociona a medida que se va armando, mientras juega con un espectador atrapado en los silencios del relato.


Es muy recomendable para quienes buscan emocionarse con buen cine y ponerse a distancia de un tradicional entretenimiento pochoclero.

Por Matías Comicciolli.

“La plegaria de vidente” de Gonzalo Calzada.

Antes que nada quiero decir que nunca voy a escribir o recomendar sobre algún film que no me haya gustado. Si la recomendación aparece en este sitio, significa que, a pesar de sus críticas, lo que vi, me gustó.

Hecha la aclaración sólo resta hablar sobre “La plegaria del vidente”. Aplaudo sobre todo que, a cuenta gotas, se sigue haciendo cine de género en argentina. Y dejamos un poco de lado la historia del chico/chica que decide hacer un largo viaje hacia lo más profundo de nuestro país, para reencontrarse consigo mismo.

La película de Calzada es un clásico policial de género. Fácilmente reconocible a través de sus personajes. Tenemos: un policía honesto, torturado por un doloroso pasado, alcohólico y con tendencias suicidas, un cuerpo de policía corrupto o desinteresado de sus tareas, instituciones políticas con vínculos mafiosos, un submundo de prostitución y trata de blancas, un vidente ciego al que nadie le cree y un oscuro periodista de policiales. A todo esto se suman las apariciones de cadáveres mutilados de mujeres de la noche, y voces en off que narran lo que va sucediendo. Inconfundiblemente un policial.

El tema es como es llevada a cabo la historia (y aca vienen algunas criticas) Por momentos me cansó la velocidad en las imágenes, junto con los planos cortos con cámara en mano. Todo es muy rápido y se mueve tanto que nos saca de la película y nos traslada a un video clip. Muchos detalles también se hacen repetitivos y sin sentido. Esto no ayuda principalmente a la construcción de la historia. Por momentos es confusa o apurada, y escenas que debían ser claves, terminan pasado sin pena ni gloria (o con poca gloria) Las actuaciones a cargo de Gustavo Garzón como el “Vasco”, Valentina Bassi como una médica forense, Juan Minujín como el vidente y Vando Villamil como el periodista, no están mal pero por momentos están tan dirigidos a explicar lo que pasa, que suenen poco creíbles.

Hay una escena de persecución en donde la estética “video clipera” hace que Garzón corra como una persona con problemas renales!!!! No era necesaria. Ah!!!, sí. Rodolfo Ranni trabaja de lo de siempre… un policía corrupto.


Si logramos superar estas implicaciones y nos ponemos en la mente disfrutar de una película argentina de genero basada un una historia real, “La plegaria del vidente” de Gonzalo Calzada no defrauda. Como no me defraudó a mi a pesar de los detalles que menciono.

Por Matías Comicciolli.

lunes, 1 de septiembre de 2014

“La montaña mágica” de Thomas Mann.

Indescriptible el goce que produce terminar “La montaña mágica”. Son de esos libros que, junto a “En busca del tiempo perdido” y “Ulises”, uno siempre guarda en la gatera, pero hay que tener mucha valentía y decisión para empezar con ellos. En este caso no lo dejé estar. Lo compré y el mismo día emprendí el camino.

No es un libro fácil. Ya desde sus 1050 páginas, el simple hecho de trasladarlo requiere de mucho amor propio y voluntad. Tampoco es un libro que se disfruta placenteramente. Sus páginas nos ponen siempre en cuestionamientos que nos incomodan y nos llevan a una inevitable reflexión e introspección. No me gustaría referirme a “La montaña…” como una “novela”. El libro contiene observaciones literarias, análisis musicales, críticas sociales y ensayos filosóficos, políticos y pedagógicos. No hay género, o forma, que reúna todas estas condiciones, y por eso es una obra única.

Único también es el viaje que se nos propone recorrer junto a su protagonista Hans Castorp, dentro las inmensidades del sanatorio Bergoff en lo alto de la montaña. En él nos vamos a preguntar por el verdadero sentido de la vida y de nuestra propia existencia. De cómo tres semanas pueden transformase en siete años y lo relativo que eso puede ser para la percepción de las personas. Porque el tiempo funciona como la pieza fundamental dentro del sentido y la apreciación de los que habitan el sanatorio. Con esta idea Mann nos hace entrar también a nosotros en este juego itinerante de infinitas controversias, entre los distintos pensamientos que acumula conocer nuestra condición de finitud. Tanto esto como el concepto de pérdida, o enfermedad, nos marcan el camino hacia una lectura fuertemente delimitada tanto por lo simbólico como por lo realista.

El amor, el arte y la historia también encuentran su lugar a través de enormes discursos, o discusiones, que en forma de monólogo plasman la enorme capacidad de Mann para abarcar un amplio espectro de interrogantes, que hacen a la necesidad del hombre cuestionarse a si mismo y a su entorno.  

El avanzar página tras página y el irse metiendo más y más en la historia, hacen una tarea imposible no verse comprometido con esta obra y experimentar, a la vez, las discusiones, análisis, comentarios y situaciones como si uno mismo se encontrara en lo alto de la montaña y hasta en algunos casos, se pusiera en la piel de Hans Castorp para ocupar su lugar de protagonista.

El análisis de un libro como este puede alcanzar un nivel de tesis de doctorado y formar un río de tinta a partir de lo que de él se ha escrito. Esto no es ni siquiera una aproximación cercana a todo lo que “La montaña mágica” puede decir, puede expresar, puede significar en aquel que se anime a tomar su primer página y leer: “Un modesto joven se dirigía en pleno verano desde Hamburgo, su ciudad natal, a Davos Platz, en el cantón de los Grisones. Allí iba a hacer una visita de tres semanas...”
  

De lo que se puede estar seguro y que a esta altura es una frase redundante pero a la vez sincera, es que uno no vuelve a ser el mismo después de subir a la montaña mágica. 


Por Matías Comicciolli