viernes, 11 de julio de 2014

Crónica de una esbornia anunciada. (Cuento)

¿El día del amigo o un dispendio de anécdotas que pueden resumirse como “más de lo mismo”? Bueno, eso queda dentro del marco de análisis de quien lea estas líneas.
La decretada obligación de la asistencia, hacía del mal llamado evento, una especie de obligación moral, en lugar de teñir la noche de espíritu festivo. La pregunta recae en, ¿Es necesaria la amenaza con la desacreditación de todo aquel que se atreva a faltar a la convención socialmente impuesta y abalada por una gran mayoría de los socios afiliados? Muchachos, pongamos las barbas en remojo porque si es necesario, estamos en el horno.
Como te contaba, la cosa comenzó tempranito. A eso de las 8 de la noche ¿Dónde? En el glorioso sindicato de borrachines ambulantes, jugadores empedernidos del fútbol cinco, cantantes frustrados y bailarines de poca monta. (De poca monta en la pista, porque si contamos la inversión financiera a la que muchos apostaron luego de la debacle de 2001, el interés prostibulario alcanzaría la suba del dólar en los países tercermundistas o en vías de desarrollo después del efecto tequila. Es decir, para muchos, pongamos que hablo de dos o tres, la monta, tema con el que comencé este paréntesis, se mide sin citar al INDEC, en los sucesivos viajes al cabaret) ¿En que estábamos? Ah…si en el galpón. Lugar entrañable para los días del amigo, inmediatamente posterior a la casa del Gordo Lea.
La “casa” de la cita, entonces, era el galpón y justamente los que ya se encontraban en él cuando yo llegué eran, su dueño Juan Pablo “soy tu herrero”, “marote”, “hombre de las nieves (bonaerenses)”… la lista de apodos con el que se conoce a este personaje podría seguir infinitamente, pero no es el hecho ( pensándolo bien, él si fue un helecho (Del lat. filictum, lugar poblado de helechos). m. Planta criptógama, de la clase de las Filicíneas, con frondas pecioladas de dos a cinco decímetros de largo, lanceoladas y divididas en segmentos oblongos, alternos y unidos entre sí por la base, cápsulas seminales en dos líneas paralelas al nervio medio de los segmentos, y rizoma carnoso), pero al otro día en el fúlbito…de eso voy a hablar más tarde o más adelante) ¿Dónde quedará tu rizoma carnoso?
Estaban cuando yo llegué Juanpi y el Gordo Lea. Dupla poco seria y con la que más de una vez encare una noche de bares. Entre idas y vueltas, la llegada temprano me sentó bastante bien para poder felicitar, de una manera un poco más intima, a Lea por su anunciada paternidad (paternidad que, como a todo hombre, nos quedará siempre en duda y a la cual nunca podremos echar juicio alguno,  por no poder negarla racionalmente) Por lo tanto, sin rebozo ni lisonja con que a alguien se le corrige o reprende, le dije:
-Te felicito hermano, ahora a correr con los gastos- mientras decía estas palabras, note que con tono de zozobra, el parrillero condimentaba un asado de dudosa procedencia con un poco de sal gruesa (sal gruesa que se resume en sal fina atacada violentamente por los efectos de la humedad reinante en cada metro cuadrado de su casa)
Sin esbozar comentario, Lea y yo vimos como el energúmeno ponía el cadáver, en forma de tiras de asado, de costado sobre las brasas a medio hacer. Papá, el asado, por más terciado que sea, va primero del lado del hueso…no se porqué…pero hacélo por respeto a la tradición ancestral carajo.
Entre comentario y comentario nos clavamos cuatro birras y fue entonces cuando se sumo a la mesa otro comensal. Juani “el diablo” Ristol. Con su brazo izquierdo siempre quemado, producto de los largos viajes en chata, que lo hicieron conocer más de un piringundin, y con su andar cansino y perezoso le ordenó con voz ronca de ex fumador:
-Juan Carlos, traete una birra, una silla y más salamin.-
Si al que le fue ejecutada la orden hubiese estado dentro de los cánones comunes de sobriedad, que no les quepa la menor duda que lo manda a la concha de su hermana. Pero como este tipo es tan bueno y el pedo multiplica su bondad, metió violín en bolsa y trajo lo requerido.
Cuatro, la cosa va tomando color y los temas a tratar van perdiendo seriedad. Y si de perder seriedad se trata, el quinto orejón del tarro fue el Barsi (no pongo su apodo entre paréntesis porque requeriría de un capítulo aparte o de un apéndice editado post mortem del autor)
Sacó un pucho antes de sentarse y balbuceó unas palabras ininteligibles para el resto de la mesa. Supusimos que había saludado educadamente y nadie se atrevió a preguntar, ¿qué mierda dijiste?
A todo esto las birras seguían saliendo y entre ellas un Gancia, que amalgamaba de forma demasiado adecuada con la temperatura que nos brindaba esa noche de viernes. Pero el encargado del dispendio de tragos fue Manuel “turco”, o simplemente “el negro” (el negro que nunca falta en una banda de amigos), el único con chapa de la banda (chapa a nivel académico, porque las chapas del marulo están escaseando día tras día. Pero no importa, el tipo sigue firme al Glostora y la schapoo de ortiga y manda a cagar a quien le dice “pelado”) Este cayó con el Polaco, encargado de coronar todos los chistes de la banda llorando de risa. 
- Y si, haceme uno a mi también…y mandále la rodajita de limón adentro. Para que tome gustito viste- Recuerdo que ya empezaba la utilización de diminutivos. Mala señal que se tradujo en experiencias surrealistas a medida que transcurría la noche.
El último en llegar fue Adri “Adriano” o “el Dr. Frío” apodo que se lo ganó no sólo por su seriedad innata y su perpetua cara de culo, sino también por su tendencia al trabajo con aires acondicionados, heladeras y ventiladores. ¡La puta! parece mentira como muchas veces la forma de ser determina la profesión de uno. Digo esto porque pienso en “soy tu herrero” (Juampi), quien consta de una pestilencia ganada a fuerza de falta de baño y una serie de hedores indescifrables que hacen retraer a la memoria la figura de un tren de carga, bastante sucio…el tren. Y como al Barsi también le determinó la cara su profesión, porque aunque ustedes no lo crean, Barsi tiene cara de repositor de supermercado. Sí, no los engaño, hagan la prueba, pregunten a alguien que no lo conozca ¿cara de qué tiene este pibe? Y van a ver que entre otros epítetos le van a decir repositor de supermercado. No se, para mi que es por la nariz, pero hay cosas que parecen increíbles. Ni que hablar de la profesión que eligió el Polaco. Geólogo. Eso explica la tendencia a la derrota de cada sábado. El flaco es una piedra.
En fin, estábamos todos y la picada estaba liquidada al igual que la suma de diez cervezas y casi la botella de Gancia en su totalidad. Llegaba la hora de comer el plato principal.
Sabiendo de antemano como venia la cosa Lea preguntó incisivo:
-¿Dónde y cuanto te salió la nerca?
- La compre de oferta en el super- dijo Juan mientras traía unos pedazotes de asado sanguinolentos y humeantes, que al tocar el plato se enfriaron misteriosamente- cinco mangos el kilo-
Las miradas se sucedieron unas a otras, traduciendo lo que se venia al efectuar el análisis de precio calidad.
¡Papito! Lo que comía Adri lo podía escuchar yo, que me sentaba en la otra punta de la mesa. El efecto de la carne contra los dientes era el mismo que produce la frotación de dos cuerpos ásperos. Al tercer pedazo que nos llevamos a la boca, lo miro a Juani y parecía que había terminado recién de jugarse un partido. Chivaba como negro el hijo de puta, y me decía:
-Loco, se me cansan las mandíbulas- y se tocaba con el dedo índice y el pulgar los costados de su quijada.
El turco, por otro lado, luchaba infatigable con una costilla que era más grasa que carne. Llegado un momento no sabía bien si tirar a la mierda la comida o el cuchillo tramontina, el cual en épocas pretéritas había sabido tener unos dientes filosos, pero que en el presente, un poco menos pluscuamperfecto, poseía una superficie lisa y una punta que connotaba que alguna vez había logrado cumplir la función de destornillador.
Comimos lo que se pudo y tomamos más de la cuenta para lograr deglutir cada bocado. Por suerte nos acompañaron unas papas a las brasas y una morcilla vasca que logró escribir su propia historia, y gracias a eso la cosa pasó mal que mal desapercibida.
Pucho obligatorio para todos después de comer (menos para Juani que despunta los vicios a fuerza de meterle al organismo mayor cantidad de sustancias inflamables) y el momento de las vedettes de la noche. Transpirando condensación, se pusieron sobre la mesa una botella de Fernet y otra de whisky, fielmente escoltadas por dos morochas de dos litros y cuarto de la más popular bebida cola.
La cosa se estaba saliendo de los cánones que determinan las leyes socialmente establecidas por sobre el estado de las personas, para efectuar cualquier tipo de actividades, tanto de manera individual como colectiva.
Y sí… como siempre partimos sobre la base del fútbol. Que el pecho frío de Riquelme, que la mentira Messi, que el coco se equivoco en los cambios, que el fútbol ahora es un negocio, que se valoran más los intereses económicos que el transpirar la camiseta, que aca hay un solo culpable y tiene nombre y apellido (en ese momento se citó al glorioso y ausunte con desconocido aviso Pipi) José Néstor Pekerman y la ilusión que nos hizo comer con el sub 20. Que los jugador se venden al mejor postor, que ahora todo es un negocio sino mira el gobierno, la guita en el baño, la venta de armas, la inflación, el dólar, el campo, la carne que no baja (y si baja comes mierda), las elecciones, los candidatos, los robos, la burocracia, la corrupción pasada, la presente, la futura, la lista sábana, los sueldos, otra vez los candidatos, los ricos, los pobres, la derecha, la izquierda y por que no se van todos a la puta que los parió.
A esa altura quedábamos menos. Lea, el Turco y Barsi habían desaparecido del revés de la trama. Creo que los escuche despedirse pero no estoy del todo seguro. El que quedaba seguro era el Polaco, que mientras Juani contaba una anécdota, un tanto escatológica, se meaba de la risa en la punta de la silla.
Bueno, quedaban en torno al cadáver de la mesa, con los platos todavía tratando de cumplir alguna función lógica por la que fueron creados y la lucha constante que manteníamos sin tregua frente a las bebidas espirituosas, las gaseosas cortantes del estrato y la escasez de los cubitos.
-Misil- me dijo Adri- ese fernet es asesino- nunca nadie me podrá decir palabras más sabias. Igualmente le eche coca y me lo clave de una. Siguieron whiscolas más cervezas y más fernet.
Del galpón despegamos temprano, pero en un estado que merecía la dignidad de cualquier trasnochador. Como siempre, Juani preparo un viajero (entiéndase botella de coca, mitad whisky mitad gaseosa o lo que se le quiera poner) que nos acompañó incondicionalmente durante toda la noche. El destino: la casa de unas amigas de Juani y de Juan “tu herrero”.
Llegamos y muy cortésmente saludamos a todas y cada una de las personas que compartían una mesa en un quincho casi como el nuestro, pero un tanto diferente. Quiero decir, todos los platos eran del mismo juego, al igual que las copas (de pié alto y base ancha) un mantel blanco, inmaculado, puro. Cubría una mesa que parecía amurada al suelo. Cada comensal contaba de su servilleta y sus cubiertos y a nadie se le hubiese ocurrido abrir una botella de vino, sin esperar a que se acabara la que estaba sobre la mesa. Un detalle a destacar era el posa botella o como se llame, encargado de no estropear la castidad del mantel. No se, pero había algo en ese mantel que llamaba poderosamente mi atención.
Juani y Juan, al ser los más conocidos, nos consiguieron un lugar preferencial en la mesa, no sin conseguir, antes de sentarnos, otra botella de cerveza.
Debo confesar que lo contado a posteriori, es todo un relato de los sucesos narrados por terceros al otro día de los hechos en cuestión.
Muchas minas por todos lados, muchas birras sobre la mesa, las carcajadas del Adriano que ya había perdido todo su dandysmo. La persecución abusiva de Juani a cualquier ejemplar femenino, la cabeza de “tu herro” moviéndose de un lado a otro y las palabras que como un prefacio de lo que estaba por acontecer salieron de mi boca:
-¿Che, el baño?-
-Vamos, es por el fondo- me dijo Adri, pero también nos siguieron las dos torres de uno noventa y cinco (Juani y Juampi) a las cuales se les hacía bastante difícil el desplazamiento por el predio.
Las sensaciones se suceden unas tras otras de esta manera: una duda sobre el estado de los miembros, tanto inferiores como superiores, una prueba de los mismos y la falta de respuesta de estos, a pesar de la orden instaurada. (un ejemplo práctico. En un momento de la noche cayó en mis manos una guitarra. Como casi siempre hacemos los buenos borrachos, nos pusimos a cantar. Y si de buenos borrachos hablamos, que mejor que cantar temas de Sabina. A lo que voy. Mi cabeza tocaba “19 días y 5oo noches” mis manos “y nos dieron las diez” y mis amigos “Dieguitos y Mafaldas”) inmediatamente después llega a la boca del estómago una sensación de asco (asco es una palabra muy fuerte yo lo llamaría “asquito”) esa sensación se traslada a la boca en forma de un constante manantial de saliva. Una saliva liquida, casi como agua, que por más que uno se concentre, no logra detenerla y traga, traga y traga. Pero claro, llega un momento que el cuerpo no da más y la saliva no merma. Amigos la decisión está tomada…hay que ir al baño.
Particularmente el baño de esa casa constaba de un recinto (con su correspondiente inodoro) y de un ante baño con el lavamanos o el peninsularmente conocido lavabo. ¡A quien carajo se le ocurre hacer algo así en un quincho! Señores, el baño del quincho es un inodoro una piletita y punto. Claro, al saber que había llegado al baño sin pena y casi arañando la gloria, me afloje y deje que toda mi desdicha navegara por los conductos corporales sin intentar reprimirla. Era como alcanzar las antípodas, tocar el cielo con las manos, lograr el objetivo impuesto, satisfacer una necesidad fisiológica, biológica y vital. Pero no…a alguien se le tuvo que ocurrir hacer un ante baño, con un lavabo en lugar de directamente un inodoro, y como era de suponerse todo mi desengaño acompañado de desdicha, angustia, melancolía y hastío (para no decir cerveza, gancia, salame, queso, papas fritas, papas a las brasas, carne sin digerir, fernet, Whiscola y por sobretodo, mucha pero mucha morcilla) fueron a parar al lava manos.
¡Que alivio hermano! ¿Pero cómo se levanta un muerto así en casa ajena? Y ese es el punto donde encuentro el porque festejar, de ahora en adelante, el día del amigo el 20 de julio.
Mi estado era catatónico  y lo que sólo lograron hacer mis amigos fue sentarme en el inodoro y decirme que me quede quieto. Abrieron el agua para que la angustia fluyera, pero eso sólo logró acrecentar los niveles de bazofia. El problema estaba en las entrañas del lavabo y el efecto tapón, producto de un resumidero demasiado pequeño. Con coraje, templanza, valentía y agallas vi como Juanpi se arremangaba la camisa y hasta el codo enfrentaba el problema con la incondicional escolta del Polaco, Juani y Adri que reían revolcados en el piso.
Lo que continuó es sólo un sin fin de ráfagas amnésicas que culminaron con el extravío de las llaves de mi casa, la interpretación de una serenata (ay, ay, ayay, canta y no llores….) mi vieja revoleando bollos de diario desde el balcón, mi viejo disfrazado de pitufo abriendo la puerta de calle y el grito de mis amigos.

-¡Arreglate!, aca te dejamos este paquete- eso lo decían por mi y mi estado de marioneta sin hilos- nosotros vamos a seguir festejando.

Por Matías Comicciolli (26/07/07)

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