jueves, 10 de julio de 2014

Algo muy importante. (Cuento)

Cuando despertó se dio cuenta que estaba solo en la cama. Toco el hueco del colchón a su lado, pero ya estaba frío. Un fuerte dolor de cabeza no lo dejaba pensar con claridad. En ese momento recordó la discusión con su mujer, la cual lo había llevado a tomar la decisión de emborracharse. No le quedaban recuerdos de la noche, salvo esa horrible resaca que lo apoltronaba en el lecho. 
Pasaron unos minutos hasta que tomo fuerzas y logro incorporarse. Estaba mareado, le dolían las piernas y todos los sonidos de la mañana se amplificaban dentro de su cabeza. Repentinamente tuvo ganas de vomitar, corrió hasta el baño, se abrazo al inodoro y luego de varias arcadas logro expulsar una considerable cantidad de bilis amarilla.  
Se sentía un poco mejor, encendió un cigarrillo para sacarse el mal gusto de la boca y camino hasta la cocina. Ahora recordaba las razones de la pelea con Alicia. Todo empezó cuando ella vino con la noticia de que esa Navidad la pasarían en la casa de sus padres. 
- Marcelo, mirá que mañana a la noche papá nos invitó a cenar a su casa- dijo Alicia. 
Él la miró desorientado ya que era la casa de la madre de Marcelo el destino habitual para el veinticuatro a la noche.
-Pero… si siempre vamos de mi mamá para Navidad-
-Si, pero este año cambiamos porque papá quiere mostrarnos algo importante.
-¿Y que es eso tan importante que nos tiene que mostrar y que no puede esperar?
-No lo sé. Por eso nos invito a que vallamos a su casa.
-Yo no puedo dejar a mi mamá sola en Navidad.
- Te estoy pidiendo que por favor este años vallamos a mi casa para Navidad- dijo Alicia dando énfasis a cada letra del “por favor”- No entedés que es importante para mí. Además de tu mamá podemos ir el veinticinco al mediodía.
La discusión continuó unos minutos más hasta que fue subiendo de tono. Marcelo esperaba que Alicia no sacase el tema de su desempleo y de los siete meses que llevaban viviendo con el sueldo de ella. La situación era difícil. A Marcelo lo había afectado en su orgullo más profundo. Él quería demostrar a la familia de ella, que sería un buen marido, un buen padre y que mantendría a su familia con el sudor de su frente, pero al año de estar conviviendo, la empresa donde trabajaba Marcelo hizo recorte de personal y a él le toco la peor de las partes. Alicia logro conseguir dar clases de ingles en algunas escuelas, pero eso no alcanzaba para mucho y lo que la hacia sentir peor era que su padre se negaba a ayudarla por estar juntada con alguien como Marcelo. 


Marcelo terminó el cigarrillo en la cocina y se sirvió una taza de café. Recordaba la noche por partes. Primero la discusión, luego él gritándole a Alicia que su hermano era un culo roto insoportable y que era gerente del banco gracias a las extrañas amistades de su padre. También le dijo que él era un negrito de mierda porque había nacido en un barrio del sur de Buenos Aires y no en barrio Norte donde nacían los chicos adecuados para ella. Recordó que mientras decía esto imitaba la altanería de Don Alfredo con movimientos afeminados. Alicia se había enfurecido por la imitación de su padre y ataco con la munición pesada.
-Mejor deja de insultar a mi familia y preocupate por conseguir algún trabajo que ya me estoy cansando de mantenerte.
Después de esta frase Marcelo no volvió a abrir la boca, se puso la campera que colgaba del perchero y salió sin decir a donde iba, o si volvería.


Terminó su taza de café y encendió otro cigarrillo. Penso unos minutos en lo de la cena de la noche y decidió buscar en el ropero la ropa que se pondría. Odiaba tener que soportar a Franco llegar en su coche último modelo y escucharlo narrar alguna anécdota estúpida del banco, pero peor era su mujer María Luz hablando de los cursos de pintura al óleo o de tejido al crochet… y sus hijos eran aún peor. Dos mocosos maleducados a los cuales nunca se les había puesto limites.  
El sonido del timbre lo hizo salir de sus pensamientos. Abrió la puerta. Alicia lo miro un segundo y entro a la casa sin siquiera saludarlo. 
-     ¿Se puede saber donde estabas?- pregunto Marcelo.
- ¿Yo te pregunte acaso donde estuviste vos toda la noche?
- Lo pase a buscar a Juan y fuimos a un bar.
- Encima llegaste que no te podías mantener en pie.
Alicia se paró frente al espejo y con la mano comenzó a alisar su vestido. Marcelo la noto nerviosa, supuso que sería por la discusión de anoche y se acerco a ella. La tomo por la cintura, seguía tan delgada como cuando la había conocido. Ella lo miró por el reflejo del espejo, se dio vuelta y lo beso. Mientras se besaban caminaban hacia la habitación despojándose de sus ropas. Sin dejar de abrazarla Marcelo empujo la puerta con un pie y se acostaron en la cama.


-¡Mi amor, te podes apurar que vamos a llegar tarde!- Le gritó Alicia a Marcelo mientras este se duchaba.
- Ya voy!!! ¿Por qué mejor de mientras no me preparas la ropa?
- ¡Mientras tanto¡- dijo Alicia desde la pieza
- ¿Qué?
- Que se dice mientras tanto y no “de mientras”.
Ninguna voz respondió desde el baño. 
Ella se desnudó delante del espejo que colgaba de una de las puertas del ropero. Su reflejo la mostraba de cuerpo entero. Miro su perfil izquierdo, luego el derecho y finalmente volvió a estar de frente. Colocó sus manos por detrás de la cintura y saco panza. Volvió a girar hasta quedar de perfil. Se imaginó como luciría con una gran panza. Esa idea la seducía, pero algo no estaba funcionando. Detrás de ella el espejo mostraba las paredes de la habitación manchadas de humedad, un rosario colgando sobre la cabecera de la cama y una sola mesa de luz del lado de ella. Alicia dejó de jugar a que estaba embarazada y cerro de un golpe la puerta del ropero.      


La casa de sus padres se veía tan inmaculadamente pintada como siempre. Se pararon frente a la puerta. Marcelo no sonreía. Eran los primeros en llegar. 
Doña Sofía los atendió amablemente y los hizo pasar.
- Hola má – dijo Alicia- Feliz Navidad.
- ¡Feliz Navidad! Kuky. Y para vos también Marcelo feliz Navidad.
En el comedor, Alicia seguía minuciosamente la conversación cuidando que no salgan temas relacionados con el dinero. A los pocos minutos llegó Don Alfredo, traía un enorme tenedor en una de sus manos y una camisa arremangada hasta los codos. Su aspecto no era elegante pero aún así no perdía su buen porte.
- ¡Kuky querida! Feliz navidad.
- Feliz Navidad, papá- dijo Alicia dándole un fuerte abrazo.
- Acompañame que tengo que mostrarte algo que te va a encantar- Dijo Don Alfredo en el oído de Alicia.

Cruzaron el patio y Don Alfredo le pidió a Alicia que cerrara los ojos. Se detuvieron en un punto y Alicia levantó lentamente los párpados. Don Alfredo los había invitado a cenar para mostrarles su nueva parrilla. Un segundo después, Alicia miro por la ventana que daba al comedor y vio a Marcelo. Estaba solo delante de la gran mesa de Navidad. Lo inundaba una soledad que no se justificaba por el solo hecho de no estar acompañado, era su soledad junto a la de su madre que seguramente también estaría sola, era la soledad de una persona sin trabajo, era la soledad que solo la frustración de no cumplir con sus objetivos podía darle. Alicia miró los enormes pedazos de carne inerte sobre las brasas, escucho el ruido de la grasa de los chorizos freírse con el calor, miró a su padre y lo abrazo llorando.

Por Matías Comicciolli

        

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