El libro de Pablo Ramos funciona igual que la
Madalena de Proust. “El origen de la tristeza” es un imperdible para aquellos que
tuvieron una infancia y adolescencia que quieren recordar. Por otro lado, es un
libro obligado para aquellos que vivimos y crecimos al sur de conurbano
bonaerense como Quilmes, Sarandí, Avellaneda y Lanús.
El protagonista de la historia, Gabriel, es un
joven que se cría en esta zona con todo lo que ello significa. Al leerlo no
podemos dejar de reflotar de lo profundo nuestras propias experiencias como la
barra de los pibes, el fútbol de potrero, las primeras pajas y el vino en
cajita. Todo eso vuelve como un maremoto al leer, casi de forma frenética, la
historia autobiográfica de Ramos.
De esta manera nos confunde, y no, con el
título de la obra. “El origen de la tristeza” es más bien un relato nostálgico,
donde conviven la alegría, la aventura, el sexo, la política, la amistad, el
peligro y la muerte. Todo desde la mirada de un niño.
El libro está separado en tres capítulos que
funcionan de forma independiente, lo que hace perder un poco la historia, pero
no así el ritmo y la vorágine con que el autor “vomita” cada palabra.
Es un libro que funciona perfectamente con un
lector experimentado, como con alguno que recién se inicia en el vicio. La
prosa es sencilla, digerible, sin perder en ningún momento el humor y la
picardía de barrio. A la vez tiene fuerza y tira casi indefectiblemente a la
reflexión de quiénes somos y por qué.
Por Matías Comicciolli.
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