¿El día del amigo o un dispendio de anécdotas
que pueden resumirse como “más de lo mismo”? Bueno, eso queda dentro del marco
de análisis de quien lea estas líneas.
La decretada obligación de la asistencia, hacía
del mal llamado evento, una especie de obligación moral, en lugar de teñir la
noche de espíritu festivo. La pregunta recae en, ¿Es necesaria la amenaza con
la desacreditación de todo aquel que se atreva a faltar a la convención
socialmente impuesta y abalada por una gran mayoría de los socios afiliados?
Muchachos, pongamos las barbas en remojo porque si es necesario, estamos en el
horno.
Como te contaba, la cosa comenzó tempranito. A
eso de las 8 de la noche ¿Dónde? En el glorioso sindicato de borrachines
ambulantes, jugadores empedernidos del fútbol cinco, cantantes frustrados y
bailarines de poca monta. (De poca monta en la pista, porque si contamos la
inversión financiera a la que muchos apostaron luego de la debacle de 2001, el
interés prostibulario alcanzaría la suba del dólar en los países
tercermundistas o en vías de desarrollo después del efecto tequila. Es decir,
para muchos, pongamos que hablo de dos o tres, la monta, tema con el que
comencé este paréntesis, se mide sin citar al INDEC, en los sucesivos viajes al
cabaret) ¿En que estábamos? Ah…si en el galpón. Lugar entrañable para los días
del amigo, inmediatamente posterior a la casa del Gordo Lea.
La “casa” de la cita, entonces, era el galpón y
justamente los que ya se encontraban en él cuando yo llegué eran, su dueño Juan
Pablo “soy tu herrero”, “marote”, “hombre de las nieves (bonaerenses)”… la
lista de apodos con el que se conoce a este personaje podría seguir infinitamente,
pero no es el hecho ( pensándolo bien, él si fue un helecho (Del lat. filictum, lugar poblado de helechos). m.
Planta criptógama, de la clase de las Filicíneas, con frondas pecioladas de dos
a cinco decímetros de largo, lanceoladas y divididas en segmentos oblongos,
alternos y unidos entre sí por la base, cápsulas seminales en dos líneas
paralelas al nervio medio de los segmentos, y rizoma carnoso), pero al otro día en el fúlbito…de eso voy a hablar
más tarde o más adelante) ¿Dónde quedará tu rizoma carnoso?
Estaban cuando yo llegué Juanpi y el Gordo Lea.
Dupla poco seria y con la que más de una vez encare una noche de bares. Entre
idas y vueltas, la llegada temprano me sentó bastante bien para poder felicitar,
de una manera un poco más intima, a Lea por su anunciada paternidad (paternidad
que, como a todo hombre, nos quedará siempre en duda y a la cual nunca podremos
echar juicio alguno, por no poder
negarla racionalmente) Por lo tanto, sin rebozo ni lisonja con
que a alguien se le corrige o reprende, le dije:
-Te felicito hermano, ahora a correr con los gastos-
mientras decía estas palabras, note que con tono de zozobra, el parrillero
condimentaba un asado de dudosa procedencia con un poco de sal gruesa (sal
gruesa que se resume en sal fina atacada violentamente por los efectos de la
humedad reinante en cada metro cuadrado de su casa)
Sin esbozar comentario, Lea y yo vimos como el energúmeno
ponía el cadáver, en forma de tiras de asado, de costado sobre las brasas a
medio hacer. Papá, el asado, por más terciado que sea, va primero del lado del
hueso…no se porqué…pero hacélo por respeto a la tradición ancestral carajo.
Entre comentario y comentario nos clavamos cuatro birras
y fue entonces cuando se sumo a la mesa otro comensal. Juani “el diablo”
Ristol. Con su brazo izquierdo siempre quemado, producto de los largos viajes
en chata, que lo hicieron conocer más de un piringundin, y con su andar cansino
y perezoso le ordenó con voz ronca de ex fumador:
-Juan Carlos, traete una birra, una silla y más salamin.-
Si al que le fue ejecutada la orden hubiese estado dentro
de los cánones comunes de sobriedad, que no les quepa la menor duda que lo
manda a la concha de su hermana. Pero como este tipo es tan bueno y el pedo
multiplica su bondad, metió violín en bolsa y trajo lo requerido.
Cuatro, la cosa va tomando color y los temas a tratar van
perdiendo seriedad. Y si de perder seriedad se trata, el quinto orejón del
tarro fue el Barsi (no pongo su apodo entre paréntesis porque requeriría de un
capítulo aparte o de un apéndice editado post mortem del autor)
Sacó un pucho antes de sentarse y balbuceó unas palabras
ininteligibles para el resto de la mesa. Supusimos que había saludado
educadamente y nadie se atrevió a preguntar, ¿qué mierda dijiste?
A todo esto las birras seguían saliendo y entre ellas un
Gancia, que amalgamaba de forma demasiado adecuada con la temperatura que nos
brindaba esa noche de viernes. Pero el encargado del dispendio de tragos fue
Manuel “turco”, o simplemente “el negro” (el negro que nunca falta en una banda
de amigos), el único con chapa de la banda (chapa a nivel académico, porque las
chapas del marulo están escaseando día tras día. Pero no importa, el tipo sigue
firme al Glostora y la schapoo de ortiga y manda a cagar a quien le dice “pelado”)
Este cayó con el Polaco, encargado de coronar todos los chistes de la banda
llorando de risa.
- Y si, haceme uno a mi también…y mandále la rodajita de limón
adentro. Para que tome gustito viste- Recuerdo que ya empezaba la utilización
de diminutivos. Mala señal que se tradujo en experiencias surrealistas a medida
que transcurría la noche.
El último en llegar fue Adri “Adriano” o “el Dr. Frío”
apodo que se lo ganó no sólo por su seriedad innata y su perpetua cara de culo,
sino también por su tendencia al trabajo con aires acondicionados, heladeras y
ventiladores. ¡La puta! parece mentira como muchas veces la forma de ser
determina la profesión de uno. Digo esto porque pienso en “soy tu herrero”
(Juampi), quien consta de una pestilencia ganada a fuerza de falta de baño y
una serie de hedores indescifrables que hacen retraer a la memoria la figura de
un tren de carga, bastante sucio…el tren. Y como al Barsi también le determinó
la cara su profesión, porque aunque ustedes no lo crean, Barsi tiene cara de
repositor de supermercado. Sí, no los engaño, hagan la prueba, pregunten a alguien
que no lo conozca ¿cara de qué tiene este pibe? Y van a ver que entre otros
epítetos le van a decir repositor de supermercado. No se, para mi que es por la
nariz, pero hay cosas que parecen increíbles. Ni que hablar de la profesión que
eligió el Polaco. Geólogo. Eso explica la tendencia a la derrota de cada
sábado. El flaco es una piedra.
En fin, estábamos todos y la picada estaba liquidada al
igual que la suma de diez cervezas y casi la botella de Gancia en su totalidad.
Llegaba la hora de comer el plato principal.
Sabiendo de antemano como venia la cosa Lea preguntó
incisivo:
-¿Dónde y cuanto te salió la nerca?
- La compre de oferta en el super- dijo Juan mientras
traía unos pedazotes de asado sanguinolentos y humeantes, que al tocar el plato
se enfriaron misteriosamente- cinco mangos el kilo-
Las miradas se sucedieron unas a otras, traduciendo lo
que se venia al efectuar el análisis de precio calidad.
¡Papito! Lo que comía Adri lo podía escuchar yo, que me
sentaba en la otra punta de la mesa. El efecto de la carne contra los dientes
era el mismo que produce la frotación de dos cuerpos ásperos. Al tercer pedazo
que nos llevamos a la boca, lo miro a Juani y parecía que había terminado recién
de jugarse un partido. Chivaba como negro el hijo de puta, y me decía:
-Loco, se me cansan las mandíbulas- y se tocaba con el
dedo índice y el pulgar los costados de su quijada.
El turco, por otro lado, luchaba infatigable con una
costilla que era más grasa que carne. Llegado un momento no sabía bien si tirar
a la mierda la comida o el cuchillo tramontina, el cual en épocas pretéritas
había sabido tener unos dientes filosos, pero que en el presente, un poco menos
pluscuamperfecto, poseía una superficie lisa y una punta que connotaba que
alguna vez había logrado cumplir la función de destornillador.
Comimos lo que se pudo y tomamos más de la cuenta para
lograr deglutir cada bocado. Por suerte nos acompañaron unas papas a las brasas
y una morcilla vasca que logró escribir su propia historia, y gracias a eso la
cosa pasó mal que mal desapercibida.
Pucho obligatorio para todos después de comer (menos para
Juani que despunta los vicios a fuerza de meterle al organismo mayor cantidad
de sustancias inflamables) y el momento de las vedettes de la noche.
Transpirando condensación, se pusieron sobre la mesa una botella de Fernet y
otra de whisky, fielmente escoltadas por dos morochas de dos litros y cuarto de
la más popular bebida cola.
La cosa se estaba saliendo de los cánones que determinan
las leyes socialmente establecidas por sobre el estado de las personas, para
efectuar cualquier tipo de actividades, tanto de manera individual como
colectiva.
Y sí… como siempre partimos sobre la base del fútbol. Que
el pecho frío de Riquelme, que la mentira Messi, que el coco se equivoco en los
cambios, que el fútbol ahora es un negocio, que se valoran más los intereses
económicos que el transpirar la camiseta, que aca hay un solo culpable y tiene
nombre y apellido (en ese momento se citó al glorioso y ausunte con desconocido
aviso Pipi) José Néstor Pekerman y la ilusión que nos hizo comer con el sub 20.
Que los jugador se venden al mejor postor, que ahora todo es un negocio sino
mira el gobierno, la guita en el baño, la venta de armas, la inflación, el
dólar, el campo, la carne que no baja (y si baja comes mierda), las elecciones,
los candidatos, los robos, la burocracia, la corrupción pasada, la presente, la
futura, la lista sábana, los sueldos, otra vez los candidatos, los ricos, los
pobres, la derecha, la izquierda y por que no se van todos a la puta que los
parió.
A esa altura quedábamos menos. Lea, el Turco y Barsi
habían desaparecido del revés de la trama. Creo que los escuche despedirse pero
no estoy del todo seguro. El que quedaba seguro era el Polaco, que mientras
Juani contaba una anécdota, un tanto escatológica, se meaba de la risa en la
punta de la silla.
Bueno, quedaban en torno al cadáver de la mesa, con los
platos todavía tratando de cumplir alguna función lógica por la que fueron
creados y la lucha constante que manteníamos sin tregua frente a las bebidas
espirituosas, las gaseosas cortantes del estrato y la escasez de los cubitos.
-Misil- me dijo Adri- ese fernet es asesino- nunca nadie
me podrá decir palabras más sabias. Igualmente le eche coca y me lo clave de
una. Siguieron whiscolas más cervezas y más fernet.
Del galpón despegamos temprano, pero en un estado que
merecía la dignidad de cualquier trasnochador. Como siempre, Juani preparo un
viajero (entiéndase botella de coca, mitad whisky mitad gaseosa o lo que se le
quiera poner) que nos acompañó incondicionalmente durante toda la noche. El
destino: la casa de unas amigas de Juani y de Juan “tu herrero”.
Llegamos y muy cortésmente saludamos a todas y cada una
de las personas que compartían una mesa en un quincho casi como el nuestro,
pero un tanto diferente. Quiero decir, todos los platos eran del mismo juego,
al igual que las copas (de pié alto y base ancha) un mantel blanco, inmaculado,
puro. Cubría una mesa que parecía amurada al suelo. Cada comensal contaba de su
servilleta y sus cubiertos y a nadie se le hubiese ocurrido abrir una botella
de vino, sin esperar a que se acabara la que estaba sobre la mesa. Un detalle a
destacar era el posa botella o como se llame, encargado de no estropear la
castidad del mantel. No se, pero había algo en ese mantel que llamaba
poderosamente mi atención.
Juani y Juan, al ser los más conocidos, nos consiguieron
un lugar preferencial en la mesa, no sin conseguir, antes de sentarnos, otra
botella de cerveza.
Debo confesar que lo contado a posteriori, es todo un
relato de los sucesos narrados por terceros al otro día de los hechos en
cuestión.
Muchas minas por todos lados, muchas birras sobre la
mesa, las carcajadas del Adriano que ya había perdido todo su dandysmo. La
persecución abusiva de Juani a cualquier ejemplar femenino, la cabeza de “tu
herro” moviéndose de un lado a otro y las palabras que como un prefacio de lo
que estaba por acontecer salieron de mi boca:
-¿Che, el baño?-
-Vamos, es por el fondo- me dijo Adri, pero también nos
siguieron las dos torres de uno noventa y cinco (Juani y Juampi) a las cuales
se les hacía bastante difícil el desplazamiento por el predio.
Las sensaciones se suceden unas tras otras de esta
manera: una duda sobre el estado de los miembros, tanto inferiores como
superiores, una prueba de los mismos y la falta de respuesta de estos, a pesar
de la orden instaurada. (un ejemplo práctico. En un momento de la noche cayó en
mis manos una guitarra. Como casi siempre hacemos los buenos borrachos, nos
pusimos a cantar. Y si de buenos borrachos hablamos, que mejor que cantar temas
de Sabina. A lo que voy. Mi cabeza tocaba “19 días y 5oo noches” mis manos “y
nos dieron las diez” y mis amigos “Dieguitos y Mafaldas”) inmediatamente
después llega a la boca del estómago una sensación de asco (asco es una palabra
muy fuerte yo lo llamaría “asquito”) esa sensación se traslada a la boca en
forma de un constante manantial de saliva. Una saliva liquida, casi como agua,
que por más que uno se concentre, no logra detenerla y traga, traga y traga.
Pero claro, llega un momento que el cuerpo no da más y la saliva no merma.
Amigos la decisión está tomada…hay que ir al baño.
Particularmente el baño de esa casa constaba de un recinto
(con su correspondiente inodoro) y de un ante baño con el lavamanos o el
peninsularmente conocido lavabo. ¡A quien carajo se le ocurre hacer algo así en
un quincho! Señores, el baño del quincho es un inodoro una piletita y punto.
Claro, al saber que había llegado al baño sin pena y casi arañando la gloria,
me afloje y deje que toda mi desdicha navegara por los conductos corporales sin
intentar reprimirla. Era como alcanzar las antípodas, tocar el cielo con las
manos, lograr el objetivo impuesto, satisfacer una necesidad fisiológica,
biológica y vital. Pero no…a alguien se le tuvo que ocurrir hacer un ante baño,
con un lavabo en lugar de directamente un inodoro, y como era de suponerse todo
mi desengaño acompañado de desdicha, angustia, melancolía y hastío (para no
decir cerveza, gancia, salame, queso, papas fritas, papas a las brasas, carne
sin digerir, fernet, Whiscola y por sobretodo, mucha pero mucha morcilla)
fueron a parar al lava manos.
¡Que alivio hermano! ¿Pero cómo se levanta un muerto así
en casa ajena? Y ese es el punto donde encuentro el porque festejar, de ahora
en adelante, el día del amigo el 20 de julio.
Mi estado era catatónico y lo que sólo lograron hacer mis amigos fue
sentarme en el inodoro y decirme que me quede quieto. Abrieron el agua para que
la angustia fluyera, pero eso sólo logró acrecentar los niveles de bazofia. El
problema estaba en las entrañas del lavabo y el efecto tapón, producto de un
resumidero demasiado pequeño. Con coraje, templanza, valentía y agallas vi como
Juanpi se arremangaba la camisa y hasta el codo enfrentaba el problema con la
incondicional escolta del Polaco, Juani y Adri que reían revolcados en el piso.
Lo que continuó es sólo un sin fin de ráfagas amnésicas
que culminaron con el extravío de las llaves de mi casa, la interpretación de
una serenata (ay, ay, ayay, canta y no llores….) mi vieja revoleando bollos de
diario desde el balcón, mi viejo disfrazado de pitufo abriendo la puerta de
calle y el grito de mis amigos.
-¡Arreglate!, aca te dejamos este paquete- eso lo decían
por mi y mi estado de marioneta sin hilos- nosotros vamos a seguir festejando.
Por Matías Comicciolli (26/07/07)
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