jueves, 4 de septiembre de 2014

“La senda del perdedor” de Charles Bukowski.

Un libro de Bukowski siempre es una garantía. Pero debemos tener en cuenta la forma, el tiempo y el lugar. Nunca llevaría “La senda del perdedor” por ejemplo a la playa. No entretiene, no divierte. Por el contrario, toca deliberadamente fibras sensibles y se aprovecha mucho más en estaciones invernales, por las noches y mientras tenemos el ánimo un poco por el piso. De ese modo se le puede extraer todo su jugo.

La novela es un relato autobiográfico que recorre la infancia, juventud y adolescencia límite del autor, y eso es lo que lo hace aún más desgarrador. Saber, conocer, los detalles de una vida, comenzando desde la visión de un niño y observar como este se va formando a partir de las acciones u omisiones de su entorno, pone irremediablemente en relación su existencia con la de uno. Y muchas veces eso puede ser muy duro.

El personaje que elige Bukowski para encarnar en él es Henry Chinaski, quien nace dentro de una familia traumática formada por un padre golpeador, duro, distante y desocupado el cual nunca se encarga de demostrar ningún tipo de cariño hacia su hijo. Una madre sumisa, trabajadora y obsecuente hacia el padre que, junto al marco de una profunda depresión económica, harán que el pequeño Henry crezca sin ningún tipo de ilusión ni autocompasión.

Desde la más tierna infancia el personaje sabe lo oscuro que le resultará la vida. Primero aguantando las fuertes palizas de su padre (que duran hasta la adolescencia) Luego soportando complicados problemas de salud que lo obligan al aislamiento y el rechazo. El dolor, ya implantado en él, lo conducirá por caminos de maltratos y crueldad, los cuales desembocarán en el alcohol, la vilencia, el sexo y la literatura.

Al joven Henry Chinaski se le puede trazar un inconfundible paralelismo con  Holden Caulfield de “El guardián entre el centeno” y eso lo hace un personaje tremendamente adictivo para su lectura.  Al igual que Salinger, Bukowski usa la primera persona para contar sus recuerdos y en especial el desprecio y la desesperanza que siente por el mundo. En ambos casos será la figura de un niño dentro del relato, la encargada de aferrar nuestros sentimientos a una sutil esperanza.


“La senda del perdedor”, no es un libro para andar recomendando a cualquiera, pero si te movilizan algunos sentimientos profundos y gustás de una pluma cuidadosa, sin demasiadas descripciones, pero con los detalles suficientes para conformar todo un mundo de desesperación y ahogo, seguramente es el libro indicado.

Por Matías Comicciolli

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