miércoles, 3 de septiembre de 2014

“La reina en el palacio de las corrientes de aire” de Stieg Larsson

Los caminos hay que recorrerlos completos o no recorrerlos. Hay que comenzarlos a caminar, con cuidado y cautela. Sobre la marcha vamos viendo que podemos mejorar y que piedras vamos a saltar, mover o ignorar.
Sabía que cuando comencé el primero, el tercero sería inevitable. Pero quería que pase algún tiempo como para no saturarme de la historia y de los personajes. Como escribí anteriormente, “Los hombres que no amaban a las mujeres” me sorprendió gratamente y entré en la historia de Larsson como siguiendo la preciada zanahoria.
Con “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” me terminé de enamorar de Lisbeth Salander, y el libro prácticamente lo devoré. Como para no empacharme decidí posponer la lectura de “La reina en el palacio de las corrientes de aire” y de esta manera prolongar en el tiempo el final de la trilogía.
Casi utilizado como un arma contundente, mi amigo Nacho me lo tiró por la cabeza al grito de “leelo, es una de las más grandes decepciones que me llevé en la vida”. La proclama me pareció, si bien aceptable, un poco exagerada. Pensé que el problema había recaído en un típico caso de empacho literario, y como yo había tomado los recaudos para que no me sucediera, iba a saber disfrutar del libro.
Ahora bien, no voy a decir que mi amigo tenía razón, porque nunca le doy la razón a nadie y menos a Nacho, pero de los tres, el último es claramente el más flojito. Mientras que a los dos primeros los consumí como a un sanguchito de bondiola con un chopp de cerveza bien fría, este último fue más bien como un guiso de mondongo en pleno enero. Denso, pesado y pantanoso. Plagado de historias “satélites” que desbordan en detalles innecesarios y que sólo hacen engordar de papel al libro. Lisbeth sigue tan hermosa y encantadoramente cruel como siempre, pero es como que perdió un poco el color.
El final es simplemente anecdótico. Como cualquier final, deja gusto a poco cuando queremos a los personajes, pero en todo caso no es más que eso: un final. Al cual, cuando uno llega, sólo agradece a Dios haber terminado. Y queda flotando una pregunta en algún lugar de la mente: ¿La trilogía habrá sido terminada por el mismo Larsson? …mmm!!!
Pero como dije antes, los caminos que uno comienza, tiene el deber de terminarlos, y el de Millenium llegó a su fin.  


Por Matías Comicciolli.  

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