viernes, 29 de agosto de 2014

“La Ley de la ferocidad” de Pablo Ramos.


Con este cierro la trilogía que comenzó con “El origen de la tristeza”, y siguió (no en un orden muy recomendable) con “En cinco minutos levántate María”. Lo primero que me sale para decir es que disfruté uno más que otro. ¿Disfruté? No sé si es la palabra adecuada. Disfruto cuando no puedo dejar de leer algo, cuando me atrapa y me sumerge en un mundo que no puedo abandonar. Desde ese lado los tres libros son más que disfrutables.
Por otro lado, y más aún en este último relato, la escritura de Ramos se sufre, se padece. De la trilogía, sin dudas, es el más oscuro.
Todo transcurre durante el velatorio del padre de Gabriel, y es justamente este acontecimiento el que desata en el protagonista la ley de la ferocidad. El odio, el resentimiento, el rencor, son expuestos en cada una de las páginas, sin dar casi respiro al lector. Las cuotas de luminosidad que por momentos vemos asomar, son rápidamente ahogadas por la bilis amarga de la angustia de quien cuanta la historia.
Si el con “El origen de la tristeza” dije que era un libro muy recomendable para todo tipo de lector. Con este opino todo lo contrario. “La ley…” te sumerge, no te entretiene. Te persigue, no te divierte. No es un libro para el verano, para la playa. Incluso creo que no es para leer de día. No quiero decir que sea un libro difícil, la prosa es fluida y para nada complicada. Pero no por eso pierde densidad, ahogamiento.
Por momentos buscamos un alivio, pretendemos que Gabriel y su entorno se modifiquen, que pase algo nos dé algún atisbo de esperanza, que en última instancia es lo que también está buscando el personaje de Ramos. En un momento determinado nos resignamos a que ese respiro nunca llegue.

Ramos no escribe, vomita odio y dolor, y nosotros, lectores, por detrás no le perdemos pisada a cada una de las letras. Tal vez por morbosidad o tal vez por apego y lástima. Todas a fin de cuentas son buenas razones para leer, tragar y si pueden digerir la trilogía de Ramos.

Por Matías Comicciolli.

jueves, 28 de agosto de 2014

“La invención de la soledad” de Paul Auster.

“Cuando el padre muere –escribe-,
el hijo se convierte en su propio padre y en su propio hijo.
Mira a su hijo y se ve a sí mismo reflejado en su rostro.
Imagina lo que el niño ve cuando lo mira
 y se siente como si interpretara el papel de su propio padre.”

A esta altura recomendar por este sitio un libro de Auster es algo habitual. Pero no podemos dejar de hacerlo. Sobre todo cuando se trata de su primera historia publicada en prosa. Y para ello no eligió una ficción así nomás, sino que se basó en su propia historia personal y sobre todo en sus sentimientos más íntimos.

Podría afirmarse que es un libro autobiográfico, pero creo que es más que eso,  ya que no se encarga de acumular datos a partir de la vida de quién escribe, sino que se utilizan detalles de la realidad como vía, como vínculo y como medio. Fundamentalmente podría decir que se aborda un tema tan universal como lo son las relaciones entre un padre y un hijo y lo difícil que resulta la convivencia con uno mismo, cuando el papel que representamos es tanto el del padre como el del hijo.

“La invención…” se divide en dos capítulos que funcionan también como partes individuales del mismo relato. En el primero de ellos, “Retrato de un hombre invisible”, el autor trata, luego de recibir la noticia de la muerte de su padre, de recrear, rearmar su vida con los distintos objetos que va encontrando en la casa del recién fallecido. De esta manera va tejiendo toda una serie de perfiles que conforman la figura de su progenitor.

En la segunda parte, titulada “El libro de la memoria” considero que tiene más bien un tono de ensayo. En él, Auster, trata de demostrar las distintas maneras de reconstruir el pasado mediante la literatura y escritura utilizando como herramientas los hechos y circunstancias guardados en nuestra memoria.

La muerte, la memoria, y el tiempo son los pilares en los que se apoya la “novela” para dar cuenta de la vivencia de ser padre e hijo y de cómo somos influenciados, e influenciamos, a un destino teñido de recuerdos que se guarda en algún lugar y que se dispone a salir de las profundidades cuando nos inunda una ausencia irreparable. Porque simplemente se trata de la forma o de la manera que encontramos, en este caso la escritura, de preservar la memoria y vencer a la muerte.


No voy a decir que es un libro por demás recomendable, por no decir de lectura obligatoria. No lo voy a decir ya que de lo contrario tendría que hacer mención sobre el fanatismo que me inunda cada vez que tengo entre mis manos un libro de Paul Auster. Y no lo voy a hacer. Por el contrario, voy a sugerir que si alguien de los que lee esta breve reseña aún no disfrutó nada del mencionado escritor, “La invención de la soledad” es perfecto como libro de iniciación hacia su literatura.

miércoles, 27 de agosto de 2014

“La delicadeza” de David Foenkinos y Stéphane Foenkinos.

es esa clase de mujeres que eclipsan a todas las demás…
me dejó ser la mejor versión de mi mismo

Sí, otra comedia romántica, pero esta goza de una vuelta de rosca que le da un espíritu distinto. Tiene, claro está, la historia de amor, el conflicto entre la pareja, los toque de humor y sobre todo las “idas y vueltas” de sus protagonistas. Pero a la vez carece de esos tintes rosas y de las figuras convencionalmente bellas y sexualmente aceptables que tan acostumbrados nos tienen las clásicas comedias estadounidenses de este genero.

Nathalie tiene unos 30 años y está felizmente enamorada de su marido y juntos comienzan a planear la llegada de un hijo. Pero la vida muchas veces tiene para jugar cartas distintas a nuestros planes y en un accidente Nathalie queda viuda. Se sumerge así en una profunda tristeza que oculta a través de su actividad laboral, hasta que un día sin preverlo siquiera le da un largo y emotivo beso a su compañero de oficina Markus.

En este punto comienza una historia sencilla y precisa que intenta llevar a estos dos personajes más allá de una belleza estéticamente superficial. Remarco este punto porque los directores juegan con el personaje de Markus mostrándolo como alguien desalineado, descuidado, un poco tonto, tímido e inseguro. Pensemos en ese clásico personaje de oficina que pasa desapercibido ante los ojos de los demás. Pero claro, ella, a cargo de la liadísima Audrey Tautou, mediante su delicada figura y su tierna expresión, logra ver en él, François Damiens (“Rompecorazones”) a alguien bueno, sensible y divertido.

La película cuenta con, además de excelentes actuaciones, diálogos muy logrados y algunas escenas cinematográficamente muy significantes (la escena en que ellos discuten en el baño por ejemplo) Aparecen también algunos momentos cómicos, pero no de esos que hacen reír, sino de los más sutiles, de los que hacen dibujar simplemente una sonrisa.


El film de de los hermanos Foenkinos está basado en la novela escrita por uno de ellos (David), que además realizó la adaptación del guión y la puesta en escena. Básicamente los directores apuntan a la sinceridad dentro de una relación amorosa que se ve cargada de prejuicios y obstáculos por parte de un entorno incomprensivo y superficial. Y es aquí donde se nota la mano del cine francés por sobre los clichés de las clásicas películas románticas que abundan en demasía.

Por Matías Comicciolli.

Sobre una pareja. (Relato)

           Catalina lo mira. Piensa cómo se lo va a decir, qué palabras va a utilizar. Lo único que le preocupa es no hacerlo sufrir demasiado. Tal vez un poco, lo suficiente para que crezca el rencor en él, y así se le haga más fácil olvidarla.
Las miradas van y vienen, el silencio se hace dueño de la situación. Catalina levanta los ojos, vuelve a mirarlo, ya esta casi decidida a comenzar con su discurso, pero a último momento la cobardía se hace nudo en su garganta, y las palabras se ahogan en un suspiro.
Tomás espera impaciente que Catalina hable. La excusa de encontrarse a esa hora y en ese lugar lo tiene algo preocupado. Intuye no muy buenas noticias. Con una ramita, hace dibujos en la tierra reseca. Espirales interminables, grandes y pequeños, codifican esos segundos de silencio.
Mientras el tiempo transcurre como arena deslizándose entre los dedos, en la cabeza de Catalina comienzan a articularse las palabras que espera poder decir. Todas le parecen pura demagogia de sus sentimientos. No encuentra la frase adecuada para que la separación sea menos dolorosa, o lo suficientemente dolorosa.  En su cara se reflejaba la angustia de no poder decir lo que siente. Tomás es para ella lo más importante, el pilar de su vida, la persona que siempre esta cuando necesita, es su amigo, su confidente, su compañero. Nada puede sustituir el amor que se sienten el uno al otro, ya que uno no existe sin el otro. Estruja con fuerza el boleto de su último viaje en colectivo. Viaje que la llevó hasta ahí. El pequeño bollito de papel cae de sus manos, da unos cuantos rebotes en el suelo y se acomoda voluntariamente en uno de los espirales de Tomás. Ella alcanza a escuchar cada uno de los sonidos imperceptibles que produce el acontecimiento.

Es preciso decir algo, comenzar de una vez con su propósito, está decidida, el silencio se rompe por fin, y de los labios de Catalina se escapa la sinceridad más profunda.

Por Matías Comicciolli. 

martes, 26 de agosto de 2014

“La conjura de los necios” de John Kennedy Toole.

Muchas veces me gusta contar como es que llego a algunos libros. Puede ser a través de recomendaciones, investigaciones o simplemente de casualidades. En este caso, me encontraba leyendo algunas criticas sobre el personaje de Salinger en “El guardián entre el centeno” y apareció el nombre de Toole seguido de la palabra “suicidio”. Ahí fue cuando se activó mi atención.

Resulta que el joven escritor, una vez terminada la novela en 1962, decidió publicarla. De esta manera la envió a varias editoriales donde fue rechazada ya que “no trataba de nada concreto”. Luego de mucho insistir y ver que su proyecto no llegaba a un destino deseado, J. K Toole de 32 años cargado de un profundo sentimiento de fracaso, decidió quitarse la vida (1969). Pasaron algunos años y su madre encuentra los originales de la novela y decide emprender una nueva lucha por su publicación. Finalmente da con el escritor y profesor  Walker Percy, quien no dio mucho crédito a la insistente señora hasta que tomó la historia entre sus manos. Según Percy “no le parecía posible que la novela fuera tan buena”. Finalmente se publicó en 1980 con un gran éxito de venta y alcanzó a ganar el Pulitzer en 1981.

Al conocer el resto de la historia no podía hacer menos honor que leer la escueta obra de este póstumo escritor consagrado.

En la novela encontramos a su protagonista Ignatius Reilly en una continua lucha contra el mundo en el que le tocó vivir. Ignatius odia a la sociedad, a su forma, a su moral, a quienes la componen y a las costumbres en que se enmarca. Para él la forma de vida adecuada es la que se llevaba en la Edad Media y para afirmar su creencia se lanza a la escritura de un largísimo ensayo sobre la cultura moderna. Hasta que un buen día, debido a algunos infortunios, debe salir de su habitación e insertarse al sistema que tanto le repugna.

Para contar esto el autor sobrecarga al personaje de Ignatius con una inteligencia exctremadamente ácida, cruel y por demás divertida. Todos sus comentarios y discusiones en relación al mundo que lo rodea están enmarcados dentro de un discurso arrogante y por momentos hasta desagradable. La ironía es otro rasgo característico de Ignatius y es a través de ella que logra excluirse y excluir al resto de la sociedad.

Los demás personajes que componen la historia también son extravagantes y cada uno representa con claridad un extracto de la sociedad que compone la Nueva Orleáns que retrata Toole en su obra. Encontramos entre ellos afro americanos, italianos, prostitutas, policías, borrachos y homosexuales. Todos logran armar un abanico abstracto el cual se relaciona con el protagonista en un continuo juego de amor y aversión recíproca. 


En lo personal “La conjura de los necios” me pareció una novela inmejorable, a pesar que leí muchas críticas que la destrozan. Es muy divertida y entretenida sin dejar de poseer un alto nivel de tristeza, crítica y resignación. Cualidades con que seguramente cargaba su autor a quien no podemos, por una cosa o por otra, dejar de leer.

Por Matías Comicciolli.

lunes, 25 de agosto de 2014

“La ciudad y los perros” de Mario Vargas Llosa.

Antes que nada quiero decir que llegué tarde a este libro. Como suelo llegar tarde a casi todo. No porque haya que leerlo en algún momento particular de la vida, sino porque es conveniente no conocer de antemano el perfil ideológico de su autor. Eso no hace mejor ni peor a la novela, pero uno que conoce los dichos y posturas del Sr. Vargas no logra comprender que una pluma tan exquisita tenga un pensamiento tan obtuso y primitivo.

Listo, una vez aclarado el tema, me enfoco en el libro.

En pocas palabras es una novela fundamental para todos aquellos que amamos sentarnos a leer. Y escribo “sentarnos” porque a pesar de tener un lenguaje claro, tradicional y de ser una historia realista, el método de escritura que utiliza Vargas Llosa hace que como lectores debamos prestar suma atención a lo que está sucediendo, cómo está sucediendo y quién y donde lo está contando.

La cosa va de un grupo de jóvenes en un colegio militar (cosa que me identificó profundamente porque, hundiendo las distancias, fui a un colegio Salesiano) En ese lugar encontramos al “Poeta”, al “Jaguar, al “Esclavo”, a “Boa”, al “Cava” y algunos más que vendrían a funcionar todos separados y juntos a la vez, como protagonistas principales y engranajes fundamentales para hacer correr la historia.

Todo empieza cuando el “Esclavo” roba los resultados de un examen y es atrapado como autor de dicho hecho. Para que la culpa no caiga al resto de sus compañeros, él confiesa el robo, lo que provoca su detención dentro de la escuela. Desde ese punto comienzan a tejerse una serie indefinida de alianzas y traiciones donde se pondrá en juega el honor, la moral, la hombría y la amistad de toda la clase.

No puedo dejar de comparar y de ponerlo en paralelo con otros libros que leí últimamente como “El guardián entre el centeno”, “La senda del perdedor” o “Las ninfas”. En todos ellos, con diferentes herramientas y estilos, encontramos la perdida y la soledad que se siente al desprenderse inevitablemente de algo que tenemos. En este caso hablamos de la perdida de la niñez y del concepto de inocencia que lleva implícito ese término. Los protagonistas de “La ciudad…” son tratados como adultos dentro de un régimen militar, se sientes adultos entre ellos y pretenden hacer cosas de adultos transitando caminos de alcohol, prostitución y juego. Pero tal vez ese salto sea demasiado amplio aún y las elecciones que toman no sean del todo las más correctas y determinen, así, para siempre su futuro.

A pesar de ser una novela realista y costumbrista Mario Vargas Llosa no deja de cargar la narración de profundo simbolismo y algún que otro detalle poético. Los saltos en el tiempo, los discursos interiores, los cambios de narrador, los monólogos descriptivos y sobre todo una historia sórdida pero emocionante, hacen de “La ciudad y los perros” un clásico del boom latinoamericano a la vez que una novela inoxidable en el tiempo.


Por Matías Comicciolli

viernes, 22 de agosto de 2014

“La chica del tren” de André Téchiné.

Indudablemente elegí esta película entre varias otras por lo sugerente del trailer, una muy linda chica, buena banda de sonido y un conflicto en el medio que mezcla problemas raciales con un misterio a develar. Con esos condimentos, más el tono francés la elección era obvia.

La película me pareció que estaba bien y que debía recomendarla. No tanto porque me haya deslumbrado verla, sino todo lo contrario. Al finalizar me quedé con una extraña sensación de incertidumbre. Lo que había terminado de ver estada muy bien, había mantenido mi atención hasta el final, incluso me había generado algunas preguntas durante el desarrollo. Por momentos también tuve curiosidad, temor y ansiedad con el relato, pero al llegar los títulos de cierre algo se modificó en mi percepción en cuanto al film.

A esta altura y habiendo masticado un poco más estos sentimientos creo que el problema está en el guión o en el cómo está contada la historia. Para comenzar, la película se separa en dos partes “Las circunstancias” y “Las consecuencias”. Estas dos partes si bien conforman una misma narración, están enfocadas en problemáticas diferentes. Esta instancia hace perder un poco el hilo conductor y el tema central de la película.

Jeanne es una chica muy bonita que busca trabajo, viaja en tren y anda el rollers. Conoce a un chico misterioso que carga de tensión su vida y a la de su madre Louise. Esta última trata de buscarle trabajo dentro del estudio de un viejo amigo abogado judío, pero sólo consigue confundir más la incomprensible cabecita de Jeanne, quien inventa una falsa agresión antisemita que alcanzará niveles masivos de preocupación en toda Francia.

Los dilemas y conflictos sociales que trata el film de Téchiné son más que interesantes, incluso el universo particular de la chica está reflejado con una serie de detalles atrayentes para un espectador atento a lo que se le está contando. Por otro lado la dirección, la fotografía, la música y las actuaciones son para destacar por su corrección.

Este conjunto de cualidades hacen de “La chica del tren” una película recomendable y esta es la razón fundamental por la que escribo sobre ella. Luego quedaría analizar si mi percepción personal al terminal el film es compartida por otros o no. Pero para ello es indispensable sentarse a verla.


Por Matías Comicciolli. 

Primera sesión de kinesio. (Relato)

Mirá lo que son las cosas. El martes empecé con mi primera sesión de kinesio. Disciplina en la que, hasta ese mismo martes era virgen. Como a todo ser humano, la incertidumbre me llenaba de miedo y el cambio, o la modificación, de una rutina establecida; de angustia. Por esa razón el día se aventuraba como no muy bueno. Saco de lado, o borro del rígido, toda la parte laboral porque aburriría a mil lectores (que con suerte serán sólo dos).A las 16 fiché para disponerme a tomar el 102. Traté de salir dos o tres minutos más tarde de lo habitual, con el sólo fin de esquivar los comentarios reiterativos, inocuos y chatos de la cola del fichaje. No estaba como para soportarlos. Salí tranquilo. La marabunta de ansiosos y apurados para nada ya había pasado. Allá, a lo lejos venía el bondi. Cruzo con cuidado y me dispongo a tomar el último lugar en la otra cola que me tocaba. Aca pasa lo primero: resulta que viene uno de esos que ves cada tanto, que te cruzas alguna vez por los pasillos: saludo amable, algún comentario al paso y nada más. Me mira y me dice “che estás más gordo!!!” Justo la clase de boludo que quería evitar a toda costa. No entiendo la necesidad de algunos de hacer siempre algún tipo de apreciación física sobre el otro. “Estás gordo”, “estás pelado”, “qué camisa” o “que peinado!” Si ganzo, estoy más gordo pero con ejercicio se me va, ahora yo no entiendo como vos te animás a salir con esa cara!!! Bueno, como el horno no estaba para bollos, rápidamente elaboré una pequeña venganza. “Sí, estoy más gordo. Pasa que hace rato que no puedo hacer ejercicio porque me salió un tumor en la rodilla. Justo ahora voy a llevar la biopsia para ver qué onda” Se puso pálido. La palabra tumor genera esa blancura en el otro. No supo que más decir. Igual medio que me salió el tiro por la culata, porque su culpa lo llevo a tener que quedarse un rato hablando. Por suerte el 102 me rescato casi al instante. Obviando que pedí boleto hasta Montes de Oca al 1400 y el bondi dobla al 1000, el viaje fue aceptable. Abro la puerta del centro medico. Sin prestar mucha atención me dirijo a la mesa de informes. Por suerte y gracias a dios todo el tema papelerío salió bien. Por como venía la mano, ya veía que me faltaba una firma un sello o una orden. Me senté, ahora sí, dispuesto a esperar mi turno. La sala de espera era un osario de momias. Con los años de las personas que estaban allí dentro, se podía calcular más o menos la edad de la tierra. Había viejos para hacer dulce. Sí, de esos viejos con olor a viejo. Momento de evadirse y leer. Cada tanto escuchaba una voz femenina que enunciaba un nombre. No lograba verla por lo que la incógnita se develaría recién cuando de sus labios saliera mi nombre. Cuando eso pasó no fue ni un susurro ni una brisa. Fue más bien una proclama, y claro, como mi apellido no es Gómez ni González, le costó un triunfo decirlo correctamente. No es que sea difícil, pero a primera vista parece muy complejo por la reiteración y repetición de algunas consonantes. Después de ese mal trago, vino la cucharada de moco. La kinesióloga era la hija del cuco, la asesora del Dr. Frankestein, una especie de hija no reconocida entre el Pingüino de Batman y una mortadela. Sabía que no podía ser de otra manera. Ella también podía pertenecer a un museo, pero de rarezas o extravagancias. Era una canción, pero de Marillyn Manson o una lectura de Cohelo. Era un cuadro… de Botero. Ella había pronunciado mi nombre, había dicho: matías co… me? Chie… lla!!!
-Vos tenías… tendinitis?- me dice apoyando su mano en mi hombro, en un excesivo gesto de confianza.
-Tengo – dije con seguridad y mirándola a los ojos.- Tendinitis bilateral rotuliana. – a esa altura esas tres palabras funcionaban como un mantra: Tendinitis bilateral rotuliana, Tendinitis bilateral rotuliana. Qué tenés? Por qué asunto es? Qué dice la orden? Tendinitis bilateral rotuliana.
Presté más atención a ese tren fantasma al que me estaba por subir. Era un galpón subdividido en pequeños boxes, como un putero barato de ruta. Me acostó y me introdujo unos cilindros enormes hasta la altura de la rodilla. “Esto es magneto” dijo, y no pude evitar hacer la analogía con el ceo de Clarín o con el villano de los X-men, incluso con el grupo musical. Encendió un pequeño aparato.
-Te apago la luz? – dijo con tono amable.
Inmovilizado como estaba, en ese lugar y con esa gente dije “NO” casi sin pensarlo.
Estaba como un mono en un laboratorio. Boca arriba, entre aparatos y esperando no sé qué. Pensé en leer, pero eso requería de que apoyase mi cabeza en esa especie de almohada. De sólo pensar en esas viejas con pelo violeta y olor a ropero, desistí de la idea. Los minutos pasaban y no podía parar de pensar en el infortunio que significaba caer en diez sesiones de kinesiología. Era como la eterna tortura al joven Prometeo por haber robado el fuego a los Dioses. El tema que yo no había robado nada, pero el castigo me caía de igual forma como el buitre comiendo todos los amaneceres de mis entrañas.
No sentía nada. Cada dos o tres minutos miraba el aparato que estaba a un costado. Tenía una luz prendida y una perilla. Era un aparato analógico que bien podría haber salido del la película “1984”. Que carajo me puede hacer eso. No siento nada, ni ruido hace! En ese momento tuve una epifanía. El kinesiólogo es a la medicina, lo que los disk jockey a la música. Uno tiene que creer, (confiar) que ellos saben. Ahora, lo único que hacen es prender y apagar aparatos. Desde el cristianismo hasta aca es una de las grandes mentiras de occidente. Qué estudias?, Kinesiología. Chorro, ladrón. Creer que ese aparato me va a solucionar la tendinitis bilateral rotuliana, es como creer que ese flaco de barba la quedó y resucitó al tercer día. Después me hizo parar y me sentó en una bicicleta fija. Cinco minutos pedaleando a la nada, como queriendo escapar de los cadáveres de zombies que me rodeaban. Desde los once años que no ando en bici y voy y acato la orden de este ser amorfo. Somos hijos del rigor y de los kinesiologos.
Salgo a los cuarenta minutos, con las rodillas iguales o peor de cómo entré. De más está decir que el colectivo no me paró y que le grité ¡Gordo de mierda, ojalá te agarré un tumor en la rodilla! al colectivero. El viaje de vuelta fue otra penuria.
Sabés que es lo peor… que tengo que volver y la predisposición es la misma.

También pueden decir: que exagerado!!! Tampoco es una tragedia!!! Qué neurótico quejoso. El tema es que siempre tengo ese miedo de irme al carajo, de caer al vacío si me mambeo con la gilada.

Por Matías Comicciolli 

jueves, 21 de agosto de 2014

“La araña vampiro” de Gabriel Medina.

Algunas veces también se trata de un poco de suerte. Había escuchado que la película de Medina había salido premiada en el BAFICI, al igual que su protagonista Martín Piroyansky. Desde ese momento la tuve en mi lista de pendientes. Hasta que una mañana, en la que no me encontraba muy bien de salud, prendo la tele y descubro que en el gran canal I-Sat está por comenzar la película que hacía tanto quería ver. Suerte? Coincidencia? No lo sé, pero el contexto no podría haber sido mejor.

Jerónimo es un joven algo paranoico y que padece ataques de pánico. Viaja con su padre, Alejandro Awada, a una pequeña cabaña rodeada de sierras y un espeso bosque. Teóricamente ese sería el entorno ideal para reconstruir el vinculo padre hijo a la vez de solucionar el tema del pánico. Nada más lejos de la verdad. En la primera noche el joven sufre la picadura de una araña, la cual aparentemente es mortal. Según los lugareños la única forma de salvar su vida es ser picado por otra araña de la misma especie.

Aca comienza el periplo del héroe, o deberíamos decir del anti héroe. Un largo recorrido (por algunos momentos largísimo) por sierras, ríos y bosques con la sola compañía de un guía alcohólico aún más paranoico, delirante y misterioso que el protagonista.

Con esta pequeña historia y una actuación excelente de Piroyansky, el director logra no solamente reflejar, con muy pocos diálogos, los cambios que va sufriendo el personaje hasta llegar a una instancia de conversión total a lo largo de su arduo y penoso camino, sino que también consigue mezclar una serie de géneros como el terror, el drama y la comedia, que hacen de la película algo muy original.

Pienso que igualmente no es una película fácil, o “para cualquiera”. Como dije antes, hay mucha cámara en mano, poco diálogo, escenas largas y lentas. En fin, como son las características del cine independiente, pero a la vez cuenta con excelentes escenarios naturales, una muy buena banda de sonido y un conjunto de muy buenos actores que incluye a los mencionados Piroyansky y Awada junto a  Jorge Sesán como el guía y a Ailín Salas como una joven enigmática y de pocas palabra que gana el corazón de Jerónimo y le muestra el camino de su salvación a través de una búsqueda interna.

“La araña vampiro” de Gabriel Medina es una de esas películas que se disfrutan como un hallazgo, a pesar de que tuvo una amplia difusión debido a sus múltiples premiaciones y que dan aún más gusto verlas cuando se las encuentra casi de casualidad por algún canal de cable. Dudo que alguna vez se pase por aire, pero bien vale la pena el esfuerzo de buscarla. No defrauda y entretiene.


Por Matías Comicciolli.    

miércoles, 20 de agosto de 2014

“Jason Becker. Not dead yet” de Jesse Vile.

El documental es sin dudas una prueba. Se trata de comprobar quien puede verlo sin llorar como un chico. El nivel de sensibilidad que logra tocar la historia de este guitarrista, es una patada en el pecho tanto para hombres como para mujeres, para jóvenes como para ancianos, para terrícolas y extraterrestres. Ni te digo si sos de esas personas a las que se le forma un nudito en la garganta, cundo escucha y disfruta con un solo de guitarra.

Narra la historia de vida (nunca mejor elegidas estas palabras) del excelente guitarrista Jason Becker. Para ilustrar un poco a esta persona, sólo me sale decir que hablo de un verdadero talento de las seis cuerdas. A los cinco años le regalaron su primera guitarra, desde ahí su amor por el instrumento se transformó en algo incondicional. Se cuenta que llegó a tener varias guitarras, incluso una pequeña para practicar en el auto mientras esperaba que el semáforo se pusiera en verde. UN GENIO!!!.

Su carrera fue a tal punto meteórica que a los 15 años lograba desarrollar técnicas que a muchos otros les resulta imposible alcanzar. Tanto es así que muy pronto comenzó a ejercer como músico profesional. Pero claro, la vida a veces tiene esas bromas tan simpáticas. A los 19 años y a un paso de cumplir el sueño de salir de gira con David Lee Roth, le diagnosticaron Esclerosis Lateral Amiotrofica.

Desde ese momento no podes dejar de poner en perspectiva la lucha de este hombre por reconstruir lo que será su nueva vida. La ayuda de sus amigos, su familia y su novia son el pilar fundamental donde la voluntad de Jason se apoya para seguir adelante. Pero nada de eso sería posible sin la obstinación por seguir tocando la guitarra. Todo se resume con una sola palabra: Amor. Y eso es lo que se ve con suma simpleza en la tapa de la película. Una excelente foto que nos pinta plenamente la personalidad de este héroe.

Para significar aún más la importancia de Becker en el mundo de la música, durante el documental podemos escuchar a otros grandes guitarristas como Marty Friedman, Richie Kotzen, Joe Satriani y Steve Vai, además de verlo a él cuando disfrutaba ejecutando algún solo de alta velocidad, como cuando, por culpa de su enfermedad, le toco componer a través del movimiento de sus ojos.


Cuesta creer, y la vez es admirable, como alguien continuó teniendo tanta motivación por seguir adelante después de quedar postrado en una silla de ruedas. Se podría afirmar que en Jason, la ELA no alcanzó a afectar su sencillez y sentido del humor. Es sin dudas caer en un lugar común, si digo que es una ejemplar historia de vida, pero otro calificativo no cabe cuando terminamos de ver este excelente documental, que sin dudas se puede acompañar con cervezas y muchos pañuelos descartables.

Por Matías Comicciolli.

martes, 19 de agosto de 2014

“IT (Eso)” de Stephen King.

Leer “IT” era algo que me debía desde que en los 90´s me perturbó la película. Dije: “Algún día voy a leer el libro…” Igualmente no fue lo primero que tomé de King, hubo varios títulos que disfruté hasta el fanatismo. Pero por una cosa o por otra, nunca llegaba la hora de “IT”. Bien, finalmente la deuda está saldada.

Se me ocurre decir que es una gran novela. En todos los sentidos. Es una gran novela de forma positiva y también es una gran novela de manera negativa.

Una vez que se empieza, no se puede dejar. Te atrapa, te apasiona. Los personajes aparecen en escena y comienzan a formar parte de nuestra vida, y nosotros de la de ellos. Pero todo ese impulso, toda esa vorágine con la que comenzamos a leer “IT” se va diluyendo paulatinamente con una extensión narrativa que creo desmesurada y evitable.

Mil y tantas páginas donde sólo encontramos al genio de King en unas 500 y el resto parece totalmente agregado, alargado y extendido. Fue la primera vez que tardé más o menos seis meses en leer una novela. No porque sea mala o aburrida, sino porque se divide tanto, en tantas historias y explicaciones que uno le termina costando volver al cause.

Ahora bien, esas 500 páginas que rescato son de un nivel y una calidad increíble. En ellas se puede ver (y leer) todo el talento de este maestro del terror. A pesar que en mi opinión, “IT” no es una novela de terror. Su temática cruza desde la aventura, el misterio y la acción, hasta lo realista y fantástico, con algún que otro lamentable matiz metafísico.

Todo transcurre en un pequeño pueblo donde cada 27 años se despierta una fuerza maléfica, que se cobra la vida de pequeños inocentes. Siete niños, reunidos casi azarosamente se encargarán de combatir a esta fuerza demoníaca encarnada en la forma del payaso Pennywise. Es derrotada en un primer momento, pero cuando se creía vencida por completo reaparece en el pueblo con la idea de volver a sembrar el mal. Los niños se vuelven a reunir para una nueva batalla, con la diferencia que ahora se han convertido en adultos.

Este es el marco que elige Stephen King para hablarnos de los miedos. Tema central que atraviesa todo el relato. El miedo de los niños que aparece en forma de payaso, hombre-lobo o leproso y el miedo adulto oculto dentro de un inconsciente que se cree desconocido, pero que vuelve a reflotar con, tal vez, más intensidad que en la infancia. Por eso la novela no es de miedo, sino sobre miedos.

Por otro lado también nos habla del paso y de la transformación de la niñez a la juventud y de esta última a la adultez. Y que ese paso también provoca miedo. Miedo a lo desconocido, miedo a “Eso” que no podemos explicar pero que está ahí, en alguna parte dispuesto a atacar otra vez.


“IT” de Stephen King es sin dudas una novela excelente y a esta altura es un clásico que no se puede dejar pasar. El tamaño intimida, pero la satisfacción de alcanzar el final es más grande que el miedo. Superarlo queda en cada uno y en la batalla que estemos dispuestos a dar, sabiendo que frente a nosotros se encuentra nada menos que el payaso Pennywise!!!

Por Matías Comicciolli.

viernes, 15 de agosto de 2014

“Inside Llewyn Davis” de Ethan Coen y Joel Coen.

No siempre es garantía de confianza la dupla de los hermanos Coen, pero en este caso me llevé una más que grata sorpresa. “Balada de un hombre común” como se llamó en castellano, es una gran película que genera una fuerte empatía con aquel espectador que posea cierto acercamiento con la música, y que a la vez puede ser del goce de todos.

Excelente fotografía, muy buenas ambientaciones, hermosas canciones y destacadas interpretaciones hacen de esta pequeña historia circular una joya sin desbordar ambiciones desmedidas. Lo importante es contar un cuento y contarlo bien. Que sea bello a pesar de la tristeza del relato.

Llewyn Davis es un solitario cantante folk de principios de los 60´s. Sin que aún haya despegado su carrera, el muchacho se halla con su compañero de dupla suicidado, su aventura de una noche embarazada, sin un centavo, y con la tutela de un gato ajeno a cuestas. A pesar de todo este cantante guitarrista decide seguir adelante buscando el “éxito” donde sea.

Los Coen nos muestran una atmósfera sombría. Los días siempre son grises como la vida del protagonista y su entorno. Los problemas se suceden a lo largo de una semana, en donde cualquiera que no esté convencido de lo que hace hubiese abandonado todo. A pesar de ello él siempre sigue adelanto agotando hasta la última chance de oportunidad, caminando a través de la nieve con su estuche, su sobre todo y su gato (que no es “su” gato).

Destaco sobre todo la atención que se le puso a todas las escenas donde se canta y se toca la guitarra. Muchas veces este tipo de películas son encaradas con actores que “hacen” que tocan los instrumentos. En este caso Oscar Isaac nos muestra solidez tanto en lo vocal como a la hora de tocar la viola. El reparto también acompaña la desdicha de Davis con una Carey Mulligan demandante y pica bocho y un John Goodman grandilocuente, intolerante y soberbio, sobre todo frente al incipiente movimiento folk noyorquino.

“Inside Llewyn Davis” tal vez no quede entre las grandes obras de estos directores, pero sin dudas tiene todos los condimentos que esperamos, disfrutamos y que ya son su firma y su sello. Después de desilusiones como “Quémese después de leerse”, los hermanos Coen vuelven a subir algunos casilleros en mi ranking personal con esta película que además tiene un excelente soundtruck.


Matías Nicolás Comicciolli.    

miércoles, 13 de agosto de 2014

“Infancia” de J.M Coetzee.



Para quienes no lo conozcan John Maxwell Coetzee es un escritor sudafricano que en 2003 fue premiado con el Nóbel de Literatura. Muchas veces (la mayoría de ellas) eso no significa nada, pero en este caso vale la pena remarcarlo. Yo no conocía nada de su obra y me llevé una grata sorpresa al entrar a sus páginas.

“Infancia” es un libro autobiográfico que forma parte de la trilogía donde el autor se encarga de contar su peculiar vida. De su niñez en Ciudad del Cabo, su viaje de juventud a Londres, Estados Unidos y Australia. Todos estos kilómetros quedan documentados en todas sus novelas. 

Coetzee no sólo pone en la piel del niño John la historia de su propia vida, sino que también da su propia visión del mundo a través de los ojos del infante. De esta manera John nos cuenta su extraña relación con el padre, sus fracasos, su alcoholismo, el amor hacia su madre y el optimismo constante por salir adelante.

Además de la historia familiar, el autor hace una fuerte crítica hacia el colonialismo Inglés. El continúo problema de la convivencia entre los ingleses, los afrikáner, los católicos, los judíos y los protestantes. Todo desde la perspectiva de un niño aparentemente ingenuo e inseguro, pero con una agudeza que en muchas oportunidades lo hace sufrir y desencajar de su mundo.

Su continuo diálogo narrativo es introspectivo, mientras que el relato se presenta en una tercera persona omnisciente con descripciones minuciosas que incluyen recuerdos y sentimientos personales.  Es imposible separar como lector muchas de las emociones que se representan, con nuestra propia historia personal y esto es lo que hace de “Infancia” un gran libro.


No es de lectura fácil. No sólo por como está escrita, sino también por lo que nos significa la dolorosa infancia de John y la figura de la pérdida como elemento de traspaso o transición entre la niñez y la juventud. Lo que principalmente nos lleva a formar nuestras propias interpretaciones de acuerdo a nuestros recuerdos y experiencias es por sobre todo la excelente pluma de este escritor sudafricano.

Por Matías Comicciolli.

martes, 12 de agosto de 2014

“Infancia clandestina” de Benjamín Ávila.

Basada en hechos reales, la historia se centra en una familia de militantes Montoneros en plena época de contraofensiva armada contra el gobierno militar.
Lo primero que pienso es: OTRA PELICULA ARGENTINA SOBRE LA DICTADURA!!!
Pero a los pocos minutos me doy cuenta que no es “otra película…”, sino una película “otra”. Una escena animada (sí, dibujada) de gran calidad e importancia narrativa, hace que todo el prejuicio se borré de un plumazo y comencemos a disfrutar de las imagen de otra manera.
En “Infancia clandestina” un chico de 11 o 12 años va descubriendo que el convivir con armas, reuniones constantes con personas desconocidas, y continuas mudanzas, no es tan normal como se aparenta. El niño en cuestión se llama Juan, o Ernesto, y su familia está compuesta por su mamá (Natalia Orebro) su papá (Cesar Troncoso) su tío (Ernesto Alterio) y su pequeña hermana. Toda la familia, escondida en la clandestinidad intenta pasar desapercibida. Ernesto asiste a la escuela, su padre y su tío trabajan en una pequeña empresa familiar de maní con chocolate y su madre atiende a la bebe mientras realiza las cosas de la casa. El tema es que Ernesto en realidad se llama Juan, dentro de las cajas de maní con chocolate se esconden las armas y las municiones que su madre se encarga de repartirle en mano a los compañeros militantes. Los planes parecen ir bien tanto para la familia, como para Ernesto, hasta que el joven conoce a una compañerita de escuela. En ese punto es donde la película toma fuerza y la historia de amor se traslada al nudo principal del conflicto. Porque en definitiva “Infancia clandestina” es una película de amor.   
Para destacar: las escenas animadas que recrean los momentos más duros y violentes que le tocan vivir al joven Juan. Un recurso más que interesante y bien utilizado.
Sin más, sólo me queda insistir para que vean “Infancia clandestina”.

Dato: cundo la película termina y comienzan los títulos, aguanten un cachito y quédense a escuchar el tema “Living de trincheras” de Divididos. Buen cierre y de gran calidad para no desentonar con el conjunto de la obra.

Por Matías Comicciolli.

lunes, 11 de agosto de 2014

"Historietas para sobrevivientes" de Carlos A. Scolari.


Cansado de escuchar que el comic es una boludéz, me dispuse a interiorizarme sobre el tema a partir de algún escrito serio, con fundamento. De esta manera llegué a “Historietas para sobreviviente…
El libro hace un recorrido por la historia de este complejo consumo cultural que pasa a ser mucho más que simples “dibujitos” de súper héroes.
En el podemos encontrar una gran cantidad de datos sobre autores, guionistas, dibujantes y publicaciones que se encargaron de difundir y hacer crecer esta representación artística. Más allá del conocimiento e información que el libro contiene y que es a la vez muy interesante, se destaca sobre todo el modo en que el autor de esta especie de enciclopedia de la historieta, pone en contexto cada periodo histórico, social y cultural de un país en vinculo directo con las historietas y su publicación. De esta manera podemos entender el marco en que esa historia fue gestada, hasta que llegó a las viñetas.
También conocemos las distintas técnicas que se usaron y como se llegaron a utilizar conceptos verdaderamente vanguardistas para romper con el estancamiento de lo establecido. Conocemos de esta manera desde el “gruppo Valvoline” y el fumeto italiano hasta el manga japonés y los tebeos españoles. Todo con la seriedad y anclaje semiótico que el género requiere y merece. Y este es el punto en donde el libro se hace fuerte. “Historietas para sobrevivientes” toma al género del comic para escupir en la cara de los que creen que las viñetas y cuadritos son un arte menor. Contextualizar y argumentar esto no es tarea fácil, pero Scolari, no ahorra recursos y nos da todo un panorama de citas, entrevistas, gráficos e ilustraciones que demuestran el amplio y vasto mundo de las historietas.
A mi parecer hay dos capítulos que merecen un reconocimiento aparte y que deberían ser de lectura obligatoria en todas las escuelas y universidades. Uno es el capítulo “Demoliendo héroes” el cual explica el origen y el por qué de las especies súper heroicas y donde encontramos nombres como Batman, Watchmen, Moore, Maus, Miller, Gibbons y Breccia (un lujo para quienes conocen o les son familiares estos nombres)
Y el otro capítulo es el llamado “Los hijos de Fierro” donde se relatan los comienzos de esta revista en la argentina, sus pormenores, los objetivos que se pretendían alcanzar junto con sus distintas líneas artísticas y estilísticas. ¿Quiénes aparecen? Ni más ni menos que Oesterheld, Carlos Nine, Max Cachimba y El Toni (entre una lista mucho más extensa)

Gran libro para los amantes del genero y mucho mejor para los prejuiciosos de las páginas con cuadritos y globitos de diálogo.  

Por Matías Comicciolli.

jueves, 7 de agosto de 2014

“Hesher” de Spencer Susser.


Simplemente con leer el reparto, ya dan ganas de ver de qué se trata “Hesher”. Hablo de Joseph Gordon-Levitt, Natalie Portman, Rainn Wilson y el joven Devin Brochu. Quienes son dirigidos por primera vez por la debutante Spencer Susser (para tener en cuenta)

Un padre y un hijo se encuentran destrozados luego del accidente en donde fallece la esposa y madre de ambos. Inmediatamente deciden mudarse a la casa de la abuela donde comienza una especie de letargo y apatía que los sumirá poco a poco en una profunda depresión. Para sumar algún problema, el niño T.J (Brochu) se ve sometido a los golpes de un matón en la escuela, mientras descubre el amor en la cajera del supermercado (Natalie Portman) que lo salva de una golpiza asegurada. El padre, Paul (Wilson), vive drogado por anti depresivos, dejando todo en manos de la abuela Madeline (la excelente actriz Piper Laurie) quien no se encuentra en condiciones de llevar adelante tanto dolor y angustia.

Así, lo que fuera una familia feliz, se desdibuja en algo parecido a un infierno cotidiano.

Rápidamente y sin necesidad de explicar el cómo y el por qué, entra en sus vidas el joven Hesher (Gordon-Levitt) que no pasará desapercibido y que se encargará de despabilar distintos tipos de sentimientos.

Hesher es el personaje central de la película sin necesidad de ser el protagonista principal. Marca los interrogantes que llevan adelante la historia, que en definitiva es lo que hace funcionar los engranajes de una narración que elude y evita algunos tipos de explicaciones y aclaraciones. No sabemos mucho de él ni de su pasado, no sabemos lo que pretende ingresando abruptamente en una familia desconocida ni cuáles son sus intenciones. Se mueve por la casa y por la historia sembrando los “porqués” y las preguntas mientras nos cuestionamos su verdadero rol con cada personaje.

Eso es lo que iremos descubriendo con el transcurso de los minutos y lo que creo hace excelente al film. Los personajes son llevados a un extremo donde se configura un dialogo permanente entre el humor negro y ácido con el drama agresivo y sentimental. Todo sin perder el interés en los detalles ni en la construcción de las relaciones.


“Hesher” de Spencer Susser es una película que no aburre ni cansa. Nos mantienen atentos porque queremos saber qué se esconde detrás de cada personaje y de su historia. Nos hace preguntar de qué es capaz una mente desequilibrada y si es posible que alguien así pueda ayudar a mitigar un profundo dolor. Además todo condimentado con algunas exquisitas melodías de heavy metal. Más no podemos pedir!!!

Por Matías Comicciolli.

miércoles, 6 de agosto de 2014

“For Ellen” de So Yong Kim.

Esta es la clásica película que sólo la podés encontrar en el canal I-SAT. Críptica, silenciosa, con tonos suaves y mucha, pero mucha cámara en mano. Si te gustan este tipo de films independientes, no se puede dejar de ver “For Ellen”.

La historia se basa en un triste y melancólico rocker, quien hace un largo viaje para tratar de no perder la tenencia de su pequeña hija. Tan simple y directo como eso. Una clásica road movie en una fría y distante ruta de los Estados Unidos. Es ahí donde se ve la increíble mano de la directora estadounidense (pero de origen coreano) So Yong Kim que hace de ese viaje una completa obra de realización.

La cámara está continuamente siguiendo a quien es, no sólo el principal, sino también prácticamente el único, personaje. Lo sigue, lo interpela, lo desnuda frente a un espectador que lentamente y con los tiempos pausados de la narración se siente cada vez más metido en el relato. Con esta simple historia de vida y con la gigante interpretación de Paul Dano se construye lo que para mi es una conmovedora y excelente película. 

Se destaca sobre todo la solidez del actor ya que sin su impecable actuación, todo se vería reducido a la nada misma. Tanto en esos planos cortos, que generalmente se suceden en los ambientes interiores, como en los planos generales de un afuera sobrecargado de una gélida blancura, Dano mantiene la tensión de un personaje que se debate entre el compromiso de ser padre o continuar como una simple figura ausente en el mundo de su hija.


La película trasmite la sensible humanidad de un joven que ante una posible, y definitiva, ausencia en su vida descubre un amor incondicional. Para la directora, las respuestas y las conclusiones cerradas quedan en manos de quien logre ingresar a esos pequeños contextos y convivir en la piel de un músico que se niega a darle un sentido a la soledad.

Por Matías Comicciolli. 

Tan solo una palabra. (Cuento)

Yo bebía, crispado como un extravagante,
En sus ojos, firmamento morado que gesta un huracán,
El dolor que fascina y el deleite que mata.
Un relámpago… ¡y la noche otra vez!
                                                         Charles Baudelaire


Abro los ojos. Resucito otra vez a las inclemencias que me deparan las vicisitudes de un nuevo día.
Apago el despertador antes de que suene; sería demasiado molesto. La demanda de tiempo que me lleva prepararme para afrontar el día es mínima.
El sol ilumina los cristales de mi habitación. ¿Será demasiado tarde?
Es demasiado tarde.
Salgo apresurado de casa. La calle se encuentra desierta. Los árboles, el asfalto, los coches, todo toma ese color plomizo de la aurora. Me apoltrona su usura.
A lo lejos puedo, a gatas, divisar el número del colectivo que me llevara a la gran ciudad.
Lo paro y subo. La pequeña pantalla de la maquina de boletos me muestra el valor del dispendio que debo abonar por mi viaje.
Cuarenta y cinco minutos hasta mi parada. Demasiados rostros, historias, desánimos, melancolías, hastío. Nadie se mira,  pero a la vez me desarman con sus miradas. Todos mueren en una mueca de dolor. No puedo entender como puedo compartir con toda esta gente más tiempo que el que paso con las personas que amo.
Llego por fin a mi destino. La gran ciudad me ofrece un panorama totalmente diferente. Aquí la gente se cuenta por decenas. Las calles se trasforman en ese gran vehículo que lleva y trae hacia ninguna parte y en donde ya no tengo la esperanza de encontrar a nadie.
Veo las gigantescas letras de los avisos publicitarios que contaminan paredes quitándoles identidad.
Sin preverlo la aglomeración de personas me arrastra a la boca del subte. Dentro de las entrañas de la ciudad la situación se pone peor. Mi libertad se resume a la voluntad de los demás. El aliento, el roce, sus vestidos, todo tiene un sabor amargo.
Por un instante logro ver a una mujer. Un recreo para mis ojos. Entre sus manos tiene un chelo, el cual ejecuta con soltura. El instante en que paso a su lado es ínfimo pero me hace recordar lo mucho que me atraen las mujeres violonchelistas, será por ese compromiso sexual de disponer el instrumento entre sus piernas, supongo.
Otra vez en el exterior.
Entupido de mí que todavía intento recibir una bocanada de aire fresco.
Aun más gente. Cada transeúnte se suma a otro y el trancito de personas se convierte en un tenpestuso rió que me ahoga. La vorágine me fastidia, los colores me saturan, el humo y el esmog me embriagan. Me refugio en el anonimato y trato de enconar un cómplice.
De pronto, una mirada me encuentra….
Nunca pensé que una mirada ajena pudiera despertar tal sentimiento en mí.
Es una mujer.
Durante ese segundo de fascinación discierno entre dos actitudes a tomar: seguir mirándola, lo cual equivaldría a cristalizar una relación amorosa, o bajar la mirada, y en un segundo igual de efímero que el que nos hizo conocer, perderla para siempre.
Nos seguimos mirando, pero es ella la que en un instante me pierde de vista. Nunca más en nuestras vidas nos volveremos a ver…

Si solo me hubiese apresurado en llegar. Si hubiésemos intercambiado una palabra. Oír ese sonido que me saque de esta inmunda existencia, en donde todo existe para los ojos y nada para los oídos. Una palabra que haga brotar todo un bosque de otras palabras. Una palabra que corte con el progreso urbano de ensordecer nuestras almas. Tan solo una palabra.

Por Matías Comicciolli.

martes, 5 de agosto de 2014

“Espera a la primavera, Bandini.” De John Fante.

Había leído hace un tiempo “Pregúntale al polvo” y tenía aún muy buenos recuerdos de esa historia, por lo que me decidí a tomar otra novela de Fante. Lo primero que debo reconocer es que así como la anterior esta también va a tardar mucho en desaparecer de mi memoria (lo que es irremediable a la larga o a la corta es que todo se termina por olvidar)

Esta novela pertenece a la tetralogía protagonizada por el personaje álter ego de del autor; Arturo Bandini, que se completa con los títulos “Camino de los ángeles”, “Pregúntale al polvo” y “Sueños de Bunker Hill”.

En este caso encontramos al pequeño Arturo realizando el paso de la niñez a la adolescencia en un marco de pobreza y soledad. Él es norteamericano pero no se puede sacar el estigma de su apellido y de ser hijo de inmigrantes. Este es un punto en común en la obra del escritor. Los personajes están envueltos en continuas desventuras que los hacen ver como irremediables perdedores dentro de una sociedad que no los comprende y los maltrata. Seguramente todos puntos que el mismo autor debe haber vivido en carne propia y que no dejó escapar dentro de su literatura.

El hijo de italianos, católico y pobre es el que desatará una historia cargada de simpleza y profundidad con una prosa que sólo Fante puede desarrollar sin utilizar grandes recursos literarios pero reflejando página tras página las aspiraciones de un joven cuyo futuro es tan incierto como inmaterial. Un padre ausente, una madre sumisa, la escasez de dinero, el invierno que a cada momento se hace más crudo, un amor no correspondido y la frustración deportiva serán los condimentos que marcarán para toda la vida al joven Bandini.

Como dije anteriormente, es un libro que se lee fácil pero que a pesar de eso cuesta digerir. Su pluma nos pega duro como narrador de realidades crudas, de vivencias casi personales, de violencia que muchas veces se mezcla con el humor, la autocompasión y la historia conmovedoramente profunda que a pesar de todo nunca deja de ser inverosímil y de provocar tensión en en todo su desarrollo.

“Espera a la primavera, Bandini” es mi segundo acercamiento a la obra de John Fante y como el primero, “Preguntále al polvo”, no sólo es recomendable, sino que despierta la necesidad de salir a buscar los otros libros del autor, para devorarlos cuanto antes.

Por Matías Comicciolli  

La rutina de las moscas. (Cuento)

¿Cómo han podido los hombres
llegar a creer en su existencia?
Mijail Bakunin


El mismo trabajo de todos los días, tomar el mismo colectivo, con las mismas caras y las mismas secuencias. No espero nada que me asombre. Tal vez alguna falla mecánica en el motor podría cambiar mi viaje, pero de alguna manera hasta eso también lo espero. Y para colmo, tengo esta manía de observar todas y cada una de las cosas que suceden a mí alrededor, tornando imposible mi fuga de esta cárcel intemporal.
¿De que hay que asombrarse? A esta altura ya he perdido la continuidad de los hechos, los días se multiplican unos a otros como una sucesión de actos involuntarios,  los cuales conozco casi de memoria y se como van a terminar. Estos viajes son como una novela que leo a diario. Decenas de horas, cientos de minutos, miles de segundos que ya no vuelven y de los cuales no he sacado ningún provecho.
La conciencia moral que me atosiga se funde en la cultura implantada en mi psique, la cual dictamina que la vida es así. …¿Así?… La vida es una angustia de paso, la verdadera vida debe estar después de esto.
Eso fue lo que pense cuando después de una fuerte frenada vi salir entre las ruedas del colectivo un pequeño animal, el cual luchaba descarnadamente por llegar a una pequeña porción de pasto en la vereda y dar así con sus últimos minutos.
El colectivo arrancó y yo seguí con mi viaje. ¿Podrá ser, que nos creamos tan superiores como para condenar la vida de esa manera, sin realizar siquiera un examen de conciencia por el papel de verdugos que nos toca interpretar? ¿Ese animal habría terminado su vida, o habría salido del calvario?
Al otro día mire por la ventanilla y vi su cuerpo inerte sobre el pasto, y pense que alguien se encargaría de recogerlo y enterrarlo, pero siempre espero actos humanos que ni siquiera yo soy capaz de realizar. Día tras día esperaba ver la desaparición del cadáver, pero esto no sucedía, logrando que esa imagen finita se convirtiera en lo que alteraba mis viajes.
Al principio su cuerpo no era diferente a cuando estaba vivo, recostado hacia un lado, con  las patas estiradas sobre el pasto como eternamente dormido. Esa es la imagen con la cual me hubiese querido quedar. Un cuerpo intacto, incorrompible frente al paso del tiempo, sin tener la necesidad de inventar conformidades como la existencia de un alma inmortal. Pero al día siguiente su cuerpo se había hinchado adoptando una forma terrible. Pasaban los días y el cadáver mutaba, mientras que a mí me desbordaba la impaciencia por llegar al sitio mortuorio y deleitarme con el morboso juego de la putrefacción. Las moscas se situaban por miles creando un ditirambo dionisiaco. Más tarde un ejército de gusanos carcomía la carne hasta sus entrañas, creando en efecto de movimiento constante. Imagino el olor dulce de la podredumbre, penetrante, indeleble…. Indescriptible….
Los viajes continuaban, y del cuerpo solo quedaba cuero sobre un montón de huesos. Desde el colectivo solo parecían unas cuantas maderas y trapos viejos. Pero eso alguna vez había tenido vida, había saltado, corrido, tal vez hasta hubiese amado, no lo sé, pero sentí lastima y admiración por el cadáver. La muerte de ese animal se me representaba como una escupida hacia la cara de nuestras vidas. El ya no estaba entre nosotros y de esa manera podía esconder el secreto que los seres vivientes tanto tratan de  descifrar, de buscar, de pronosticar. El animal tenía ya en su poder el destino común  de todos nosotros, ese que nos apura en el tiempo, que nos hace crecer, plantearnos metas, lograrlas, fracasar, caer, levantarnos y seguir. Había cumplido con el trámite final, mientras que nosotros todavía bailábamos con la burocracia de la vida. Millones de horas de esfuerzo para conformar a una sociedad que solo espera nuestra muerte. Infinidad de viajes en colectivos, peleas, disputas, evaluaciones, sufrimientos, angustias, temores, nostalgias. Solo debemos actuar conforme a la existencia de todos, conforme a la trivialidad y a la rutina.

Los días siguen pasando y el cadáver del animal ya no atrae mi atención hoy me entretengo mirando mi rostro en el espejo antes de iniciar mi día. Ya veo como se va hinchando, en pocas semanas estará casi a punto de estallar. Y luego vendrán las moscas y más tarde los gusanos, al igual que el cadáver de aquel animal, con la diferencia que él tenía la gracia de estar muerto y yo estoy sufriendo la putrefacción en vida, porque ese es mi destino. Nuestro destino. El destino tan impersonal como la fatalidad misma, la cual marca la fuerza irreversible de las cosas.

Por Matías Comicciolli.

lunes, 4 de agosto de 2014

“Escupiré sobre vuestra tumba” de Boris Vian.


“Escupiré sobre vuestra tumba” mantiene la locura e irreverencia que ya nos tiene acostumbrados la obra del amigo Boris Vian. Pero en este caso, esa locura no es un divague surrealista como en “La hierba roja” (comentada también en este sitio) sino un profundo drama de violencia, sexo y muerte.
Lee Anderson es un joven atractivo que oculta sus raíces negras, con el fin de evitar la discriminación. Su apariencia blanca lo ayuda para lograr mezclarse entre los blancos y para poder alcanzar su venganza contra.
Casi de un modo obsesivo Lee planeará su plan, mientras disfruta de jornadas de sexo y alcohol con mujeres y amigos. Las adolescentes y las canciones no se quedarán afuera del menú de Lee. En medio, encontramos todos los detalles iconográficos de una juventud a la que sólo le importa la música, los autos y el dinero.
La violencia recorre los capítulos en todos los sentidos. Desde los golpes de puño, hasta los insultos, las violaciones y los abusos a menores de edad. Estos detalles hacen que nunca logremos una total empatía con el personaje, y nos preguntemos continuamente si sus fines justifican los medios que utiliza.
La novela se publicó en 1946 logrando un gran alboroto debido a lo extremo de su contenido. En el 48 fue prohibida por “ultraje a la moral y a las buenas costumbres”. Razón más que suficiente para leerla!!!
En fin, hoy por hoy, la historia perdió un poco de esa trasgresión, pero no deja de ser una denuncia a una sociedad escondida en sus propios vicios.

Otra de las maravillas de “Escupiré sobre vuestra tumba” es que si te gustó esta historia de racismo y venganza y te encariñaste con Lee Anderson y su pasado oculto, podes seguir leyendo sobre él en “Todos los muertos tienen la misma piel”, una especie de continuación donde el personaje escapa a través de bares y prostíbulos de un asesinato que no sabemos hasta el final si cometió o no.

Por Matías Comicciolli.