lunes, 25 de agosto de 2014

“La ciudad y los perros” de Mario Vargas Llosa.

Antes que nada quiero decir que llegué tarde a este libro. Como suelo llegar tarde a casi todo. No porque haya que leerlo en algún momento particular de la vida, sino porque es conveniente no conocer de antemano el perfil ideológico de su autor. Eso no hace mejor ni peor a la novela, pero uno que conoce los dichos y posturas del Sr. Vargas no logra comprender que una pluma tan exquisita tenga un pensamiento tan obtuso y primitivo.

Listo, una vez aclarado el tema, me enfoco en el libro.

En pocas palabras es una novela fundamental para todos aquellos que amamos sentarnos a leer. Y escribo “sentarnos” porque a pesar de tener un lenguaje claro, tradicional y de ser una historia realista, el método de escritura que utiliza Vargas Llosa hace que como lectores debamos prestar suma atención a lo que está sucediendo, cómo está sucediendo y quién y donde lo está contando.

La cosa va de un grupo de jóvenes en un colegio militar (cosa que me identificó profundamente porque, hundiendo las distancias, fui a un colegio Salesiano) En ese lugar encontramos al “Poeta”, al “Jaguar, al “Esclavo”, a “Boa”, al “Cava” y algunos más que vendrían a funcionar todos separados y juntos a la vez, como protagonistas principales y engranajes fundamentales para hacer correr la historia.

Todo empieza cuando el “Esclavo” roba los resultados de un examen y es atrapado como autor de dicho hecho. Para que la culpa no caiga al resto de sus compañeros, él confiesa el robo, lo que provoca su detención dentro de la escuela. Desde ese punto comienzan a tejerse una serie indefinida de alianzas y traiciones donde se pondrá en juega el honor, la moral, la hombría y la amistad de toda la clase.

No puedo dejar de comparar y de ponerlo en paralelo con otros libros que leí últimamente como “El guardián entre el centeno”, “La senda del perdedor” o “Las ninfas”. En todos ellos, con diferentes herramientas y estilos, encontramos la perdida y la soledad que se siente al desprenderse inevitablemente de algo que tenemos. En este caso hablamos de la perdida de la niñez y del concepto de inocencia que lleva implícito ese término. Los protagonistas de “La ciudad…” son tratados como adultos dentro de un régimen militar, se sientes adultos entre ellos y pretenden hacer cosas de adultos transitando caminos de alcohol, prostitución y juego. Pero tal vez ese salto sea demasiado amplio aún y las elecciones que toman no sean del todo las más correctas y determinen, así, para siempre su futuro.

A pesar de ser una novela realista y costumbrista Mario Vargas Llosa no deja de cargar la narración de profundo simbolismo y algún que otro detalle poético. Los saltos en el tiempo, los discursos interiores, los cambios de narrador, los monólogos descriptivos y sobre todo una historia sórdida pero emocionante, hacen de “La ciudad y los perros” un clásico del boom latinoamericano a la vez que una novela inoxidable en el tiempo.


Por Matías Comicciolli

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