Muchas veces me gusta contar como es que llego a
algunos libros. Puede ser a través de recomendaciones, investigaciones o
simplemente de casualidades. En este caso, me encontraba leyendo algunas
criticas sobre el personaje de Salinger en “El
guardián entre el centeno” y apareció el nombre de Toole seguido de la
palabra “suicidio”. Ahí fue cuando se activó mi atención.
Resulta que el joven escritor, una vez terminada la
novela en 1962, decidió publicarla. De esta manera la envió a varias
editoriales donde fue rechazada ya que “no trataba de nada concreto”. Luego de
mucho insistir y ver que su proyecto no llegaba a un destino deseado, J. K
Toole de 32 años cargado de un profundo sentimiento de fracaso, decidió
quitarse la vida (1969). Pasaron algunos años y su madre encuentra los
originales de la novela y decide emprender una nueva lucha por su publicación.
Finalmente da con el escritor y profesor
Walker Percy, quien no dio mucho crédito a la insistente señora hasta
que tomó la historia entre sus manos. Según Percy “no le parecía posible que la
novela fuera tan buena”. Finalmente se publicó en 1980 con un gran éxito de
venta y alcanzó a ganar el Pulitzer
en 1981.
Al conocer el resto de la historia no podía hacer
menos honor que leer la escueta obra de este póstumo escritor consagrado.
En la novela encontramos a su protagonista Ignatius
Reilly en una continua lucha contra el mundo en el que le tocó vivir. Ignatius
odia a la sociedad, a su forma, a su moral, a quienes la componen y a las
costumbres en que se enmarca. Para él la forma de vida adecuada es la que se
llevaba en la Edad Media y para afirmar su creencia se lanza a la escritura de
un largísimo ensayo sobre la cultura moderna. Hasta que un buen día, debido a
algunos infortunios, debe salir de su habitación e insertarse al sistema que
tanto le repugna.
Para contar esto el autor sobrecarga al personaje de
Ignatius con una inteligencia exctremadamente ácida, cruel y por demás
divertida. Todos sus comentarios y discusiones en relación al mundo que lo
rodea están enmarcados dentro de un discurso arrogante y por momentos hasta
desagradable. La ironía es otro rasgo característico de Ignatius y es a través
de ella que logra excluirse y excluir al resto de la sociedad.
Los demás personajes que componen la historia también
son extravagantes y cada uno representa con claridad un extracto de la sociedad
que compone la Nueva Orleáns que retrata Toole en su obra. Encontramos entre
ellos afro americanos, italianos, prostitutas, policías, borrachos y
homosexuales. Todos logran armar un abanico abstracto el cual se relaciona con
el protagonista en un continuo juego de amor y aversión recíproca.
En lo personal “La
conjura de los necios” me pareció una novela inmejorable, a pesar que leí
muchas críticas que la destrozan. Es muy divertida y entretenida sin dejar de
poseer un alto nivel de tristeza, crítica y resignación. Cualidades con que
seguramente cargaba su autor a quien no podemos, por una cosa o por otra, dejar
de leer.
Por Matías Comicciolli.
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