Para quienes no lo conozcan John Maxwell Coetzee es
un escritor sudafricano que en 2003 fue premiado con el Nóbel de Literatura.
Muchas veces (la mayoría de ellas) eso no significa nada, pero en este caso
vale la pena remarcarlo. Yo no conocía nada de su obra y me llevé una grata
sorpresa al entrar a sus páginas.
“Infancia” es un libro autobiográfico que forma parte
de la trilogía donde el autor se encarga de contar su peculiar vida. De su
niñez en Ciudad del Cabo, su viaje de juventud a Londres, Estados Unidos y
Australia. Todos estos kilómetros quedan documentados en todas sus novelas.
Coetzee no sólo pone en la piel del niño John la
historia de su propia vida, sino que también da su propia visión del mundo a
través de los ojos del infante. De esta manera John nos cuenta su extraña
relación con el padre, sus fracasos, su alcoholismo, el amor hacia su madre y
el optimismo constante por salir adelante.
Además de la historia familiar, el autor hace una
fuerte crítica hacia el colonialismo Inglés. El continúo problema de la
convivencia entre los ingleses, los afrikáner, los católicos, los judíos y los
protestantes. Todo desde la perspectiva de un niño aparentemente ingenuo e
inseguro, pero con una agudeza que en muchas oportunidades lo hace sufrir y
desencajar de su mundo.
Su continuo diálogo narrativo es introspectivo, mientras
que el relato se presenta en una tercera persona omnisciente con descripciones
minuciosas que incluyen recuerdos y sentimientos personales. Es imposible separar como lector muchas de las
emociones que se representan, con nuestra propia historia personal y esto es lo
que hace de “Infancia” un gran libro.
No es de lectura fácil. No sólo por como está
escrita, sino también por lo que nos significa la dolorosa infancia de John y
la figura de la pérdida como elemento de traspaso o transición entre la niñez y
la juventud. Lo que principalmente nos lleva a formar nuestras propias
interpretaciones de acuerdo a nuestros recuerdos y experiencias es por sobre
todo la excelente pluma de este escritor sudafricano.
Por Matías Comicciolli.
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