Antes que nada quiero decir que llegué tarde a este
libro. Como suelo llegar tarde a casi todo. No porque haya que leerlo en algún
momento particular de la vida, sino porque es conveniente no conocer de antemano
el perfil ideológico de su autor. Eso no hace mejor ni peor a la novela, pero
uno que conoce los dichos y posturas del Sr. Vargas no logra comprender que una
pluma tan exquisita tenga un pensamiento tan obtuso y primitivo.
Listo, una vez aclarado el tema, me enfoco en el
libro.
En pocas palabras es una novela fundamental para
todos aquellos que amamos sentarnos a leer. Y escribo “sentarnos” porque a
pesar de tener un lenguaje claro, tradicional y de ser una historia realista,
el método de escritura que utiliza Vargas Llosa hace que como lectores debamos
prestar suma atención a lo que está sucediendo, cómo está sucediendo y quién y
donde lo está contando.
La cosa va de un grupo de jóvenes en un colegio
militar (cosa que me identificó profundamente porque, hundiendo las distancias,
fui a un colegio Salesiano) En ese lugar encontramos al “Poeta”, al “Jaguar, al
“Esclavo”, a “Boa”, al “Cava” y algunos más que vendrían a funcionar todos
separados y juntos a la vez, como protagonistas principales y engranajes
fundamentales para hacer correr la historia.
Todo empieza cuando el “Esclavo” roba los resultados
de un examen y es atrapado como autor de dicho hecho. Para que la culpa no
caiga al resto de sus compañeros, él confiesa el robo, lo que provoca su detención
dentro de la escuela. Desde ese punto comienzan a tejerse una serie indefinida
de alianzas y traiciones donde se pondrá en juega el honor, la moral, la
hombría y la amistad de toda la clase.
No puedo dejar de comparar y de ponerlo en paralelo
con otros libros que leí últimamente como “El guardián entre el centeno”, “La
senda del perdedor” o “Las ninfas”. En todos ellos, con diferentes herramientas
y estilos, encontramos la perdida y la soledad que se siente al desprenderse
inevitablemente de algo que tenemos. En este caso hablamos de la perdida de la
niñez y del concepto de inocencia que lleva implícito ese término. Los
protagonistas de “La ciudad…” son tratados como adultos dentro de un régimen
militar, se sientes adultos entre ellos y pretenden hacer cosas de adultos
transitando caminos de alcohol, prostitución y juego. Pero tal vez ese salto
sea demasiado amplio aún y las elecciones que toman no sean del todo las más
correctas y determinen, así, para siempre su futuro.
A pesar de ser una novela realista y costumbrista
Mario Vargas Llosa no deja de cargar la narración de profundo simbolismo y
algún que otro detalle poético. Los saltos en el tiempo, los discursos
interiores, los cambios de narrador, los monólogos descriptivos y sobre todo
una historia sórdida pero emocionante, hacen de “La ciudad y los perros” un
clásico del boom latinoamericano a la vez que una novela inoxidable en el
tiempo.
Por Matías Comicciolli
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