“las personas son unos solitarios pedazos de metal en
la negrura del espacio infinito que de repente se encuentran, se cruzan y se
separan para siempre”.
Me escribió para contarme que había leído “Sputnik,
mi amor”, y la curiosidad no me permitió esperar un segundo más. Corrí por él y
en un poco menos de dos días lo terminé. Creanme; es mucho más intrigante que
corto.
Después de leer el primer párrafo uno no se puede darse
el lujo de abandonar semejante historia. Esas primeras palabras funcionan como
un gran interrogante al cual debemos dar respuesta con el párrafo que sigue, y
el que sigue, y el que sigue…
La novela de Murakami va de triángulo amoroso. Pero
no de esos donde abunda la traición y el desengaño (a pesar de que los hay)
sino de esos no correspondidos. Él (narrador) está perdidamente enamorado de
ella, y ella con el tiempo descubre el amor en otra “ella”, y él decide
resignarse pero nunca olvidarla.
De ahí se desprende un poco el extraño nombre satelital
del libro. Los personajes se orbitan unos a otros. Se vinculan, se tratan, se
conocen y se aman. Pero al mismo tiempo se desvinculan, se separan y se
olvidan; haciendo de la historia un sentido homenaje a la soledad.
Esta abstracción se detalla de forma perfecta,
mientras se pasea entre escenas íntimas, cotidianas, oníricas, fantásticas y
ficticias. A partir de ellas es que uno logra emocionarse y querer a cada uno
de estos personajes. Estoy seguro que quien lea el libro no podrá dejar de amar
a Sumire; hasta que ella por su cuenta desaparezca de nuestras vidas “como el humo”.
Como siempre la música no es un detalle menor con el
cual se puede dar un marco aún más completo (y complejo) a cada uno de los
contextos que se describen. La lista
enumera desde Brahms y Mozart hasta temas populares de fines de los
60´s. Es un buen ejercicio marcar los pasajes donde se menciona alguna obra,
(por lo menos es algo que yo hago) para después buscarlo y escucharlo (ventajas
que nos da la Internet)
Al finalizar la historia no se pude evitar sentir un
poco de tristeza y melancolía, más que nada por esa idea de separación y de
soledad que recorre toda la novela y sobre todo por esas sutiles relaciones de
amistad (¿?) que de ante mano están predestinadas a no continuar por más que
uno las alargue y se esfuerce en que no caigan en un callejón sin salida.
Como corresponde agradecí la recomendación por
escrito, con la única condición que no sea la última.
Por Matías Comicciolli.
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