jueves, 9 de julio de 2009

El día que nos volvimos anarquistas.

Y en ese momento se dio vuelta todo. Se acabaron los papeleos inútiles y la tinta derramada. La comunicación dejó de ser algo pura y exclusivamente institucional, para pasar a ser el nutriente de nuestras inmundas vidas.

Benditos sean los chanchos muertos que provocaron la mutación virósica que tan bien nos hace a algunos.

Sí, es en este momento en que nos volvimos anarquistas. A la mierda el palabrerío, la asistencia y los promedios. A la mierda el colectivo, el tren y el café frío. Hacía falta una cuarentena por gripe para que muchos salgamos del termo.

¿Qué quiero decir? Desde la suspensión de clases, que no paro de tener contacto con amigos que me alcanzan (vía cualquier medio) cuentos, reflexiones, textos informativos, canciones, películas, libros y prometedoras horas de Rock en una sala de ensayo.

Se terminó el tiempo de construir, para dar paso a la autoconstrucción. Y esto no es cualquier cosa, es una idea radical que da la razón a todos aquello que creemos que las instituciones (como decía el pelado) son opresoras de las libertades individuales del hombre.

Esta es la idea central de la difusión cultural a la que aspiro como simple mortal. Es la panacea de poder compartir sin tener que rendir cuentas a nadie. Gracias a la Gripe A, dejamos por un rato de ser constructores (de una carrera poco prometedora) para pasar a ser creadores de nuestro propio destino. Dentro de esta breve antropología anarquista, cada amigo es aquel que se anima a cruzar la barrera y separar al poder académico de esta fraternidad moderna.

Porque recién ahora comienzo a pensar que podemos ser rebeldes y problemáticos, y que podemos evangelizar esta idea de creación “por” y no “para”. Porque recién ahora comienzo a enterrar la idea que vivimos para trabajar y obedecer, para empezar a creer que realmente existe una “vida”.

Por eso, agradezco a la gripe chancha que cerró la universidad por un mes e hizo retornar mi idea de crítica hacia la autoridad, para poder volver a pensar que la Rebeldía no está muerta.

Lastima que algún antibiótico, tarde o temprano, quitará este cielo de la tierra…






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