Perturbadora e inquietante.
Son las dos palabras que se me ocurren acerca de “Shame”.
Perturbadora, porque gracias
a la tremenda actuación de Michael
Fassbender, logramos meternos en los secretos más oscuros de Brandon, el personaje
principal.
Inquietante, porque son esos
secretos los que nos provocan un estado que se puede vincular con la
claustrofobia y el ahogo de su existencia.
Brandon se presenta al
espectador primero como un solitario personaje de pocas palabras. Seductor 100%.
Así lo vemos en su vida “externa”. Abrigado, tapado hasta el cuello con sobretodo
y bufanda. Eso es lo que él muestra en su escueto entorno, ocultando su
verdadero ser. Inmediatamente después, aparece en la intimidad caminando
completamente desnudo, mostrándonos lo que en verdad es. Desde ese momento,
nosotros como espectadores comenzamos a compartir su salvaje vida sexual.
Pasamos a ser cómplices de sus secretos y de sus problemas.
La intensidad dramática
aumenta cuando su hogar, su refugio, se ve invadido por la llegada de su
hermana (Carey Mulligan) Quien será clave para hacer convivir sentimientos
encontrados entre ellos dos.
Ella será la encargada de
poner frente a frente sus dos realidades. La del exterior y la del interior.
Claro que la confluencia de los dos mundos tiene que tener un desenlace, y eso
lo llevará a cabo el director McQueen mostrándonos un viaje introspectivo que hará
reflotar los sentimientos ahogados del personaje.
La película cumple. Buen
ritmo, escenas logradas, excelentes actuaciones y cierta incomodidad que a uno
lo deja pensando y analizando la tortuosa vida del personaje que interpreta Fassbender.
No es como para pasar el
rato, pero si para ver y discutir largo y tendido.
Por Matías Comicciolli.
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