Hay algo especial en este documental. Tiene el condimento
adecuado para que guste de una forma unánime y general. Me animo a ser tan
inclusivo en cuanto al gusto de verlo, ya que ante nosotros tenemos una historia
real, sobrecargada de emoción y que en ningún momento apela a los golpes bajos
ni a sensiblería descartable.
El relato se arma de un modo detectivesco al contar la
vida de un músico olvidado. De esta manera se maneja la sutileza de mostrar
información, sin perder el gancho que nos atrapó desde el primer momento. Por
que el director sabe, conoce, que queremos llegar a la resolución del enigma y
conocer quién es este “Sugar man”.
Quizás se podría dividir la película en dos mitades. De
las cuales una no es nada sin la otra. La primera nos cuenta cómo dos personas
en Sudáfrica se proponen buscar la
verdad sobre “Rodríguez”, un cantautor norteamericano de los 70´s, el cual tuvo
tanta popularidad en esa parte del mundo como el mismísimo Elvis. Pero claro,
vincular Sudáfrica con Estados Unidos a través de un cantante folk
“desaparecido” no será nada sencillo.
La segunda y última parte, nos cuenta cuál es el
desenlace de dicha búsqueda y si el mito de aquel artista que se suicidó arriba
de un escenario, o que se inmoló como última expresión de protesta es verdad o
no…
No suele pasar muy seguido, pero esta historia te sumerge
y te hace participe gracias a la habilidad del director en llevar adelante lo
narrado. Por momentos todo lo que sucede se torna difícil o casi imposible de
creer, pero gracias a los matices utilizados, la verdad y leyenda se
entrecruzan logrando un espectador activo que no deja de interrogarse sobre lo
que está viendo.
Hay que tener en cuenta que además es un documental
musical y que los temas del tal “Rodríguez” empapan las escenas con un realismo
que las hacen únicas. Si además de disfrutar de las buenas historias uno logra
apreciar la música, el combo de placer es absoluto.
Los premios y las nominaciones que recibió “Searching for
Sugar man” de Malik Bendjelloul no son relevantes a la hora de poner en la
balanza la creatividad y la emoción de un documental que en algún momento hasta
te saca una lagrimita.
Creo que es imperdible.
Por Matías Comicciolli.
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