Un libro de Bukowski siempre es una garantía. Pero
debemos tener en cuenta la forma, el tiempo y el lugar. Nunca llevaría “La
senda del perdedor” por ejemplo a la playa. No entretiene, no divierte. Por el
contrario, toca deliberadamente fibras sensibles y se aprovecha mucho más en
estaciones invernales, por las noches y mientras tenemos el ánimo un poco por
el piso. De ese modo se le puede extraer todo su jugo.
La novela es un relato autobiográfico que recorre la
infancia, juventud y adolescencia límite del autor, y eso es lo que lo hace aún
más desgarrador. Saber, conocer, los detalles de una vida, comenzando desde la
visión de un niño y observar como este se va formando a partir de las acciones
u omisiones de su entorno, pone irremediablemente en relación su existencia con
la de uno. Y muchas veces eso puede ser muy duro.
El personaje que elige Bukowski para encarnar en él
es Henry Chinaski, quien nace dentro de una familia traumática formada por un
padre golpeador, duro, distante y desocupado el cual nunca se encarga de
demostrar ningún tipo de cariño hacia su hijo. Una madre sumisa, trabajadora y
obsecuente hacia el padre que, junto al marco de una profunda depresión
económica, harán que el pequeño Henry crezca sin ningún tipo de ilusión ni
autocompasión.
Desde la más tierna infancia el personaje sabe lo
oscuro que le resultará la vida. Primero aguantando las fuertes palizas de su
padre (que duran hasta la adolescencia) Luego soportando complicados problemas
de salud que lo obligan al aislamiento y el rechazo. El dolor, ya implantado en
él, lo conducirá por caminos de maltratos y crueldad, los cuales desembocarán
en el alcohol, la vilencia, el sexo y la literatura.
Al joven Henry Chinaski se le puede trazar un
inconfundible paralelismo con Holden
Caulfield de “El guardián entre el centeno” y eso lo hace un personaje
tremendamente adictivo para su lectura.
Al igual que Salinger, Bukowski usa la primera persona para contar sus
recuerdos y en especial el desprecio y la desesperanza que siente por el mundo.
En ambos casos será la figura de un niño dentro del relato, la encargada de
aferrar nuestros sentimientos a una sutil esperanza.
“La senda del perdedor”, no es un libro para andar
recomendando a cualquiera, pero si te movilizan algunos sentimientos profundos
y gustás de una pluma cuidadosa, sin demasiadas descripciones, pero con los
detalles suficientes para conformar todo un mundo de desesperación y ahogo,
seguramente es el libro indicado.
Por Matías Comicciolli
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