Hacía mucho tiempo que quería
ver esta película, la expectativa era mucha y una vez vista no decepcionó.
La historia es simple y sencilla:
ella es Mariana una arquitecta frustrada que trabaja como decoradora de
vidrieras y acaba de dejar a su novio de cuatro años. Él, Martín, un diseñador
de páginas web súper freak y con varios trastornos de obsesión.
La cuestión sería ver como
estos dos personajes logran conocerse en una ciudad que se configura gigante en
comparación a sus mundos de monoambientes.
Desde esta simple oración
parten una infinidad de analogías, connotaciones, alegorías y simetrías que nos
hablan de: la soledad urbana, la tecnología comunicacional, la incapacidad de
vincularse, la angustia, la fobia, desolación, equivocación, miedo, desilusión,
apatía, frustración, etc. Quiero decir, sobre esto se pueden escribir mares de
palabras. No es la idea.
La película de Gustavo
Taretto lo refleja muy bien y quien es capaz de analizar estas cualidades lo
puede confirmar con soltura y elocuencia. No es mi caso.
Prefiero seguir pensando que
“Medianeras” es una comedia romántica que, sobretodo, está muy bien contada a
través de sus recursos narrativos: los planos (resaltando los detalles) las
voces en off que primero describen y más adelante, en over, nos muestran el
interior de cada personaje, la utilización de animación en algunos pasajes y la
música que también pasa de ser ambiente a venir de un ambiente (el ambiente de
al lado)
Mariana es la liadísima Pilar
López de Ayala, que en algunos momentos deja deslizar su tonada española.
Martín es Javier Drolas. Ambos están muy bien en sus papeles, tanto cuando
actúan solos o cuando interactúan con alguno de los personajes satélites (Inés
Efron, Carla Peterson, Rafael Ferro, Adri án Navarro, Alan
Pauls)
A pesar de todo hay cositas
que no me terminaron de cerrar, como la participación de Jorge Lanata
(innecesaria) y algunos giros de la historia que llegan de forma abrupta y con
poco sentido. Definitivamente esto último no opaca del todo a “Medianeras” que
es más que recomendable.
Por Matías Comicciolli.
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