Los caminos hay que
recorrerlos completos o no recorrerlos. Hay que comenzarlos a caminar, con
cuidado y cautela. Sobre la marcha vamos viendo que podemos mejorar y que
piedras vamos a saltar, mover o ignorar.
Sabía que cuando comencé el
primero, el tercero sería inevitable. Pero quería que pase algún tiempo como para
no saturarme de la historia y de los personajes. Como escribí anteriormente,
“Los hombres que no amaban a las mujeres” me sorprendió gratamente y entré en
la historia de Larsson como siguiendo la preciada zanahoria.
Con “La chica que soñaba con
una cerilla y un bidón de gasolina” me terminé de enamorar de Lisbeth Salander,
y el libro prácticamente lo devoré. Como para no empacharme decidí posponer la
lectura de “La reina en el palacio de las corrientes de aire” y de esta manera
prolongar en el tiempo el final de la trilogía.
Casi utilizado como un arma
contundente, mi amigo Nacho me lo tiró por la cabeza al grito de “leelo, es una
de las más grandes decepciones que me llevé en la vida”. La proclama me
pareció, si bien aceptable, un poco exagerada. Pensé que el problema había recaído
en un típico caso de empacho literario, y como yo había tomado los recaudos
para que no me sucediera, iba a saber disfrutar del libro.
Ahora bien, no voy a decir
que mi amigo tenía razón, porque nunca le doy la razón a nadie y menos a Nacho,
pero de los tres, el último es claramente el más flojito. Mientras que a los
dos primeros los consumí como a un sanguchito de bondiola con un chopp de
cerveza bien fría, este último fue más bien como un guiso de mondongo en pleno
enero. Denso, pesado y pantanoso. Plagado de historias “satélites” que
desbordan en detalles innecesarios y que sólo hacen engordar de papel al libro.
Lisbeth sigue tan hermosa y encantadoramente cruel como siempre, pero es como
que perdió un poco el color.
El final es simplemente
anecdótico. Como cualquier final, deja gusto a poco cuando queremos a los
personajes, pero en todo caso no es más que eso: un final. Al cual, cuando uno
llega, sólo agradece a Dios haber terminado. Y queda flotando una pregunta en
algún lugar de la mente: ¿La trilogía habrá sido terminada por el mismo
Larsson? …mmm!!!
Pero como dije antes, los
caminos que uno comienza, tiene el deber de terminarlos, y el de Millenium
llegó a su fin.
Por Matías Comicciolli.
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