No puedo hablar sólo de este libro, sin referirme
indirectamente a otros textos del autor. Quiero decir que su obra se ve (y se
lee) tan vinculada, que recomendar “Short
cut” es también recomendar “De qué
hablamos cuando hablamos de amor”, “Quieres
hacer el favor de callarte por favor”, “La
vida de mi padre”… entre algunos otros que seguramente me esté olvidando.
Por otro lado con Carver me pasa que no puedo separar
al autor de los sucesos que le tocaron vivir a lo largo de su corta vida. En su
biografía se destacan los problemas con el alcohol, su pronta paternidad (a los
21 años ya era padre dos veces) los problemas económicos, los estudios
temporalmente distanciados, los trabajo a los que recurrió para ganarse el pan
etc.
Ahora bien, cuando conocemos
de quién estamos hablando cuando hablamos de Raymond Carver, sus historias
comienzan a tomar una forma sustancial para el lector, quién llegado el momento
se encuentra absorto y desconocido dentro de cada uno de los personajes.
Nos empapamos de escenas de
la vida cotidiana, charlas mundanas y personajes extremadamente comunes,
insertos en una sociedad particularmente alienada, anónima y melancólica. ¿Qué
es lo que hace ser maravillosos a estos textos? Bien, detrás de ese estilo
simplista (minimalista para algunos críticos) se esconde la esencia misma de su
autor.
A través de su escritura se
reflejan los fantasmas de una sociedad. Encontramos así alcohólicos,
prostitutas, malos matrimonios, delincuencia, desesperanza, desconsuelos,
engaños, desengaños, amores, violencia, asesinatos y toda una serie de
características que conforman los sentimientos verdaderos no sólo para el
autor, sino también para quien se enfrenta a sus historias.
Existe un verdadero sentido
para que alguien como Carver escriba de esta manera, y es un gran desafío para
el lector tratar de descifrarlo. Lo destacable es que él la encontró a la vez
que la muerte lo encontraba a él cuando todavía era muy joven. (Al morir
Raymond Carver tenía 49 años).
Por Matías Comicciolli.