martes, 13 de abril de 2010

Ese momento...


Casi como un secuestro nos fugamos de un portazo sin pedir perdon y con una sola identidad.

La tarde abduce a una popular disminuida que no se jacta de tribunas, pero abraza al tribunero. Sueñan con algo distinto e igual a todos y eso es lo que hace que cada uno suceda en tiempo y espacio a todo un resto que acompaña desde todas partes y de ningún lado.

Los huesos crujen, chillan… mañana se trasformaran en insoportables dolores. Pero ya no importan ni las plubalgias, ni las torceduras, ni la ingle gritona de todos los lunes. La idea es volver y volver siempre a lo mismo, dejando de lado las cámaras y los registros. Esto va más allá, es sólo una tradición que no tiene ni vencedores ni vencidos absolutos (sino relativos)

Está compuesto, formado por un aura única que da el privilegio del existencialismo que se necesita, para amar el infierno y para poder saludar el cielo cada tanto.

Porque en nuestro Cielo sí hay un Dios que transforma cada encuentro en una epopeya deportiva. Porque ella misma consta del mito necesario para hacer de algo tan trascendental, una metáfora sagrada que no se deja contaminar con vedetísmos de último momento, ni con envidias de mal paso.

Los acordes de esta milonga suenan diez minutos antes del comienzo, con la energía y el poder de una resaca mal curada y en ese cielo rectangular todos nos convertimos en Caines y Abeles, en los vicios de Sodomas y Gomorras para combatir en una Termópilas cargada de alegrías y tristezas.

La base, el fundamento, el ser de esta conmoción es dejar de lado a la nada y transformar, en esencia, una rutina semanal cargada de tipos infelices que no sólo llegan para robar los sueños, sino que también se transforman en esas moscas verdes de la mierda que gravitan como satélites alrededor de quienes les pueden dar un mejor sueldo, una palmada en el hombro o una cátedra a su cargo.

Nos cagamos en eso, nos ponemos los cortos y salimos a la cancha para destrozar el anonimato, el apoltronamiento y la desilusión de aquello que nos piden ser y no podemos, sin darle demasiada importancia al papel de la gloria o el fracaso que nunca son del todo ciertos, ya que no alcanzamos nunca la punta de los extremos.

Así llegamos a ponerle ritmo a las rodillas, dejando a un lado el menisco y el ligamento, teniendo todos una misma causa y pateando a un arco las consecuencias. Porque no hay que esperar mucho más para soñar en poder pararla de pecho y meter un hachazo en el ángulo que libere la represión por el resto de los siete días y así ser felices con nuestro nombre encendido en el cartel imaginario de nuestras pasiones presentes , pasadas y futuras. Todo con el fin de dar gloria a nuestros pies.


A la banda de los sábados a las 19.


Por Misil Sovietico

1 comentario:

  1. Que bello texto amigo, para todos aquellos que tenemos el privilegio de Ser al menos una vez en la semana!!!

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