martes, 1 de septiembre de 2009

Un grito de necesidad.

Hoy por hoy, estoy seguro que la práctica de la escritura no viene sola, ni tampoco por la divina providencia del Espíritu Santo. El escribir lleva consigo una gran cantidad de problemas, dificultades, desengaños y sin sabores.
La primara de estas dificultades es que antes de ser escritor se debe ser, irremediablemente, un ávido lector. Seguramente que los nombres que ahora aparecen esparcidos por la totalidad de mi habitación como Capote, Walsh, Salinger, Carver,( y los que se mencionaron en este espacio) fueron personas que dedicaron un tiempo considerable de sus vidas a la práctica de la lectura. Pero ¿Qué es ser un buen lector? ¿Es aquel hombre solitario que vive en una especie de hermetismo sustancial, o aquel otro que compra una novela pasatista una vez por año para llevar a la playa? ¿Puede considerarse un buen lector a aquel que se sirve de la literatura para pasar el tiempo o para divertirse? Imaginemos por un segundo a los escritores que acabo de mencionar promulgando que “Crimen y castigo” les pareció divertida o que los entretuvo. La palabra “divertida” ya de por si está rompiendo con los conceptos de horror y angustia. ¿Quién de estos escritores habrá tomado la pluma mientras gozaba de la felicidad o la diversión? Arlt seguramente que no. Dejemos de lado sus “Aguas fuertes” ya que las mismas son parte de su trabajo como periodista y como todos sabemos, el trabajo (de cualquier índole) no produce ni felicidad ni diversión. Pero “Los siete locos” o “El juguete rabioso” ¿No son acaso un grito de la necesidad de alguien por expresarse a través de la escritura? Para seguir dentro de los escritores nacionales. Rodolfo Walsh, ¿Se creen que se divertía mientras recopilaba información sobre los fusilamientos de José León Suarez? Las personas que leen con el compromiso de estos grandes, seguramente no lo hacen con el fin de divertirse o para pasar el rato. Hay en ellos un compromiso con la lectura.
Alguien que lee con cierto tipo de seriedad dudo que sea feliz, pues está siendo moldeado a imagen y semejanza de lo que está leyendo, está conociendo la maldad, la injusticia, la traición, el pecado, la locura, la rutina, el ahogo, el rencor, el miedo. A pesar del final feliz que tengamos, y por más acciones nobles que se contrapongan a los que acabo de leer, todo pasa a formar parte de nosotros, desde el momento que lo leemos y para siempre.
Por eso ya nadie lee en estos días…


Por Misil Soviético.

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