sábado, 12 de septiembre de 2009

Descartando la mandanga.II

(segundo corte… éste ¿pega menos…?)





¿Droga?, ¿qué drogas?, ¿naturales o de diseño? ¿legales o ilegales? ¿recreativas o terapéuticas? ¿estimulantes, alucinógenas o narcóticas?. La real pregunta es, ¿por qué no al consumo y despenalización?. Que se entiende por el uso o abuso de determinadas substancias y que es penalizable o despenalizable para una determinada sociedad.
En todas las culturas, y desde hace muchos siglos, hemos descubierto que comer, masticar o inhalar humo de vegetales quemados - la mayoría de las sustancias psicoactivas están normalmente en forma de plantas u hongos - nos provocaba cambios físicos y psíquicos significativos. De modo por demás simple, las drogas se pueden clasificar según sus efectos en: drogas estimulantes, consumidas para facilitar la concreción de trabajos arduos y repetitivos, suprimiendo o disminuyendo el cansancio. El ejemplo más conocido es la costumbre de algunos pueblos de nuestra América Indígena en mascar hojas de coca para sobrellevar la fatiga y los males de la altura. El café y las anfetaminas también entran dentro de ésta clasificación. Otro grupo son las llamadas alucinógenas, tal vez las más antiguas que se conocen, que modifican la percepción sensorial creando nuevas realidades, ejemplo de éstas son el cannabis, ciertos hongos, la ayahuasca o en formas sintéticas como el LSD. Algunos historiadores ven en ello el origen de las religiones. Y un tercer grupo está formado por los narcóticos, sustancias analgésicas cuyos efectos son la sedación y el reposo, encontrando alivio al dolor físico y mental. Ejemplo de éstos son el opio, con sus derivados naturales o sintéticos como la morfina, heroína, metadona, etc. y el alcohol.
Partidarios criminalizadores del consumo, usamos, como seguramente ustedes también, drogas no sólo por una necesidad analgésica o terapéutica, sino por placer. No se busca en la embriaguez el encuentro con la fuente divina, sino el puro placer de generarnos estímulos y percibir sensaciones que no se hallan en la cotidianeidad. No buscamos estimulación sólo para rendir aún más de lo que nuestro cuerpo y mente nos entrega, sino por placer. No buscamos la narcotización para relajarnos porque nos aqueje alguna enfermedad o dolor, sino por el placer de gozar mediante algún tipo de embriaguez, de abrirse hacia planos creativos, exploratorios y conscientes. De esto se trata el uso recreativo de las drogas, priorizar al yo del sujeto por encima del rendimiento físico, o la búsqueda de alguna deidad o el tratamiento de enfermedades.
La medicalización de estos tiempos, levada hasta el paroxismo de mantener con vida cuerpos y mentes que ya no lo están, nos hace olvidar que en gran parte el origen del prohibicionismo farmacológico se construyo mediante una categoría absolutamente moral, con la única finalidad de la supresión del vicio y sosteniendo la figura del adicto. Ahora bien, ¿qué se entiende por vicioso?. En sus variadas acepciones sería un sujeto con “falta de rectitud o defecto moral en las acciones”, o con un “gusto especial o demasiado apetito por una cosa, que incita a usarla frecuentemente y con exceso”, o como alguien que mantiene el “hábito de obrar mal”. Por tanto, el vicio como tal, se articula solidariamente con la vigencia y creencia en un imaginario con ciertas normas morales que decretan sobre lo que es considerado bueno y lo que es malo, sentando las bases ideológicas de un puritanismo extremo. Es ahí donde el sistema constriñe mediante extorsiones morales, legitimando mecanismos de control con el sacrosanto propósito de ofrecerle una cura de una enfermedad creada por el mismo poder y recreada a través de los saberes públicos. Reflexionemos que el SEDRONAR gasta discrecionalmente 30 millones al año en clínicas privadas, creando un círculo vicioso muy lucrativo de penalización de los adictos. Esta industria del tratamiento de adicciones y el narcotráfico, como los grandes opuestos, tienen algo en común, el único fin de generar divisas. No importa qué ni a quien se le vende, como tampoco importa si el paciente se recupera o no.

Churro de por medio, se va la tercera y última.
Por Madame Butterfly

No hay comentarios:

Publicar un comentario