viernes, 12 de noviembre de 2010

Paul Mccartney , Fútbol y Pasión.

Quienes me conocen mejor saben que cuando no se bien que decisión tomar acerca de cualquier tema, recurro siempre a los Beatles. Sucede que sus letras me dieron los mejores consejos, en especial uno, que marca un poco mi postura ante la mayor parte de la vida: “let it be”.

Por eso, sufrí cada segundo hasta que el señor Paul Mccartney confirmó no sólo que venia a la Argentina; sino que para hacer su visita un sueño aun más perfecto, el show se anuncio en River. Sir Paul tocando en mi querido estadio, lugar donde vive de manera permanente un pedacito de mi corazón. Sin duda un sueño.

A las 18 horas justo, llego a Avenida del Libertador y Udaondo, lugar por donde tengo el acceso. Cancherisima con eso de hacer cola para entrar, me pongo los auriculares y espero paciente. Ya una vez llegando al estadio, muchas chicas se enojan cuando el personal de seguridad les revisa las carteras. Sonrío para mis adentros pensando en la montada y el personal policial “femenino” que hace los controles los domingos.

Entro al estadio como quien pasea por el living de su casa. Me siento cómoda en cada rincón. Sin duda estoy en casa, aunque el paisaje de hoy sea diferente al de los domingos. No hay banderas, no está la hinchada, no tengo la incertidumbre que me mata pensando en lo mucho que necesitamos ganar. Volver a ganar.

Empieza a sonar Ciro (vaya uno a saber por qué, con la mitad de Los Persas). No me interesa ni un poco. Miro mi querido estadio. Reconozco los lugares. Me asaltan traicioneros por la espalda los recuerdos. La pista de atletismo, hoy lugar del precalentamiento de los suplentes, tantas veces escenario de vueltas olímpicas que extraño con el alma. Ese arco en que tanto sufría cuando el mono Burgos, devenido luego en “estrella” del rock and roll nenen; despejaba con los puños, sólo porque se le antojaba. El mismo arco en el que acompañaba en sentimiento al pobre Bonano; al que siempre le pasaba algo. Escenario de puteadas a los propios, los ajenos, los neutrales, algún arbitro ciego o algún periodista botón y algún otro que la ligara porque si, sólo para dejar salir la bronca.

Acá vi jugar al Enzo, a Ortega, a Salas, pero también a Pizzi y a Fonseca. Vi dirigir a Ramón y también a Pellegrini. Acá me reí, dije puteadas que no deben salir nunca de la boca de una señorita bien educada, pero también cante, alenté. Y llore. Lloré cuando se retiro El Enzo, y lloré cuando tuve que mirar la tabla de abajo para arriba para encontrarnos.

Deja de cantar Ciro, que ya no puedo esperar. Miro el celular cada dos minutos como quien termina un partido pidiendo la hora. El tiempo pasa lento. Todos nos reímos cuando pasa la ola, esa pelotudez que es tan divertida cuando todo te importa nada. Cuando nada será lo mismo. Cuando esperas por un Beatle.

Se encienden las dos pantallas gigantes al costado del escenario. Los visuales preparan el clima. Sigo pidiendo la hora.

Las imágenes de la pantalla son una especie de collage, técnica que inevitablemente te hace pensar en la estética de Sgt. Pepper's. Las fotos evocan momentos diversos de la carrera de los cuatro de Liverpool. Recortes de diarios, fotos de los cuatro, fotos por separado”, hasta afiches que anuncian no a “the Beatles” sino a “Gerry and the peacemakers. Golpe bajo solo para iniciados.

De golpe veo la imagen de George Harrison en la pantalla y me recorre el cuerpo el primer escalofrío de la noche. De golpe me doy cuenta. Para casi todos los que allí estamos esta noche, estas horas con Paul serán no solo las primeras, serán también las últimas. Serán las únicas.

Se apagan las luces. Comienza “Venus and mars” y lloro.


Lloro como una nenita, como si tuviera cuatro años y estuviera perdida en el supermercado, lloro como cuando se retiro El Enzo.

Estoy viendo, escuchando y sintiendo a un beatle. Estoy viviendo un pedazo de la historia del rock en mi propio estadio. Es como invitar a paul Mccartney a tomar mate a tu casa una tarde.

Hablar de lo maravilloso que fue el show es prácticamente una redundancia. Todos sabemos que Paul siempre fue el beatle que sabe dar el espectáculo que sus fanáticos queremos ver.

Suena “all my living” y me veo a mi misma en blanco y negro en la cresta de la ola de la beatle manía. Con “here today” en homenaje a John y “something” en homenaje a George, vuelvo a llorar a mares. Cuando pega “give peace a chance” a “a day in life”; quedamos todos, los 45 mil, cantando a los gritos “all we are saying , give peace a chance”. Hasta parece que posta, todos queremos cambiar el mundo. “Live and let die” y “helter skelter” son lo más rockero que he visto en los últimos tiempos.



Suena “Sgt. Pepper's” y se que llegó el final. No quiero que termine nunca.

Se encienden las luces y miro el monumental como si fuera la primera vez después de un largo viaje. Gracias beatles por haber existido. Gracias John por el compromiso, gracias Ringo por ser el Beatle mas humilde y el menos conflictivo de todos. Gracias George por esa mezcla de acidez y dulzura incomparable. Gracias Paul, no sólo por tres horas de felicidad pura y absoluta, sino también por recordarme dos cosas sumamente importantes para la vida . La primera es que en la vivencia de las grandes pasiones, como lo son para mi la música y el fútbol, uno pasa por todos los estados de animo. Y eso es lo que les da sentido. Es lo que nos hace sentirnos vivos cuando suenan los primeros acordes de una canción que te acompaña en la vida, es la sangre que sentís correr por las venas cuando la pelota golpea la red. Y en segundo lugar, gracias por recordarme que en mi monumental amado también se podía ser feliz. Let it be.




Por Electric Barbarella.

3 comentarios:

  1. Muy bello post!! tuve la suerte de concurrir a ver a Paul, y concurrir al estadio de River como otras tantas veces (soy del rojo, pero ya siento como mi segundo estadio el monumental....como no serlo si me acompañó en mi encuentro con un Beatle...mi Dios aun no puedo creer!!!)
    Música y Fútbol...q mas??

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  2. Me encantó Chu!!! Es inexplicable para cualquier persona que no sienta esta pasión que compartimos, aunque vos gashi, yo xeneize. El fútbol y la música son capaces de lograr todo, tu lo has dicho!
    Imborrables noches las del 10 y 11 de noviembre, una cuota de felicidad inmensa y un sueño realizado. Creo que no hace falta agregar nada más, juntas fuimos viviendo los nervios del viene o no viene, el "si no viene nos vamos a Brasil", la alegría de confirmación, la desesperación por las entradas, la cuenta regresiva y la sonrisa inevitable de escaparse cada vez que nos mirábamos un día después! Te quiero!

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  3. perdón si hay algunos pequeños errores...como comprenderan lo escribí en estado de emoción violenta...

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