lunes, 17 de mayo de 2010

"Once", una vez, una historia de amor.




Para la película de este mes volvemos a caer en la vieja simetría, ya mencionada por estos lugares, en donde un chico conoce a una chica. Esta historia se cuenta por montones y es la piedra fundamental de las comedias románticas. En este caso, la gerarquización del género queda sin efecto, ya que la película en cuestión es una “historia de amor” y no una “comedia romántica”. Lo importante y más atractivo de la misma, es que se cuenta a través de magnificas canciones compuestas por los dos protagonistas. Hasta este punto, esta humilde crítica puede no llevar a una pulsión desenfrenada por el placer de ir a ver el film. Pero se debe agregar que el marco de la historia se desarrolla un Dublín familiar y urbano, con esa melancolía que dan las películas británicas y con unos personajes ricos en naturalidad y queribles al máximo.

Él es un guitarrista callejero que inspira sus canciones en un amor lejano. Ella es vendedora de flores y llega a su vida como una epifanía para mostrarle el camino a seguir. Las canciones son las encargadas de seguir delimitando la historia y contar sus sentimientos más íntimos. Se podría decir que el género en que podría, también, encasillarse es el musical, pero a diferencia de los clásicos musicales, aca no se ridiculiza a los personajes cantando y bailando como si el mundo les pareciese ajeno. La intimidad de sus habitaciones, la angustia de sus soledades y la creatividad en los ensayos, son los ámbitos encargados de poner a funcionar la maquinaria poética y melódica que acompaña, como un personaje más, y complementa los lugares comunes en donde se escribe la historia.

“Once”, título original del film, es la pequeña obra maestra de John Carney quien se encarga de dirigir al guitarrista y miembro de “The Frames” Glen Hansard y a la pianista checa de 19 años Markéta Irglová. Los tres compondrán y representarán cada una de las canciones hechas especialmente para esta pequeña historia, que nos lleva a recorrer la húmeda y gris Dublín al ritmo de canciones de canta-autor, en donde los amores, correspondidos o no, son el material inspirador para que los personajes puedan expresarse, conocerse y alcanzar sus propios destinos.




Por El Bar de Nicanor y Misil Soviético.

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