viernes, 7 de mayo de 2010

CARTA PARA MAURICIO.

Querido Mauricio:

Te miro a los ojos, helados cristales, astillas azules de tu bronca que estalla en mil pedazos. Ah, el odio… en general produce un extraño “efecto dominó”.

Ahora los malos, los feos y sucios, los diferentes, los prójimos que trabajan por poca plata, deben ser aniquilados.

La pobreza, la mugre, la orfandad en las calles, la droga, no existen en tu ciudad donde las plazas enrejadas, que de ninguna manera son para los perros y mucho menos para los marginados, lucen canteros prolijos y coloridos (espejismo suficiente para idiotas varios).

¡Qué bueno está Buenos Aires!

En tu rostro, hermano, se vislumbra el infierno. No el del fuego sino ése del hielo, el del frío eterno que congela el alma separándola de la creación y del creador.

¡Qué soledad infinita la del odio, Mauricio!;Disfrazada de agenda política, de grandes negocios, de mujeres con minúscula y obsecuentes con mayúscula… de espías y espiados…

Cuánto lo siento, hermano… hay un punto en el que el retorno ya no es posible y, habiendo cruzado el límite, sólo te queda esta burda imitación de la vida….

Por A. Zazu


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