sábado, 5 de diciembre de 2009

Una película para diciembre.

Una rareza. Una excepción dentro del mar de mediocridad y mal gusto que nos tiene, últimamente, acostumbrados el género. ¿De qué hablo? Del género “vampírico” o de los “no-muertos”, como quieran llamarlos.

Desde Ann Rice y sus vampiros gay, que tan bien supo explotar Hollygood con las bonitas caras de Banderas, Pitt y Cruise, hasta el lánguido y tibio celibato de “Crepúsculo” y “Luna Nueva”, este género se había estancado en la fantástica versión de Coppola sobre el libro de Bram Stoker.

En el medio pasaron cazadoras de vampiros adolescentes, vampiros conversos, vegetarianos, hemofílicos y otros de dudosa procedencia como los de Rodríguez y Tarantino.

Pero el cachetazo vino de Suecia, y con la cara de dos niños de no más de doce años (en apariencia) Sí, el amor, la violencia y todos los detalles que supimos aprender sobre esta gente que se alimenta de sangre, están en “Déjame entrar” (o en su idioma original ‘Låt den rätte komma in’) El director de esta película, basada en el libro de John Ajvide Lindqvist, es Tomas Alfredson quien ambienta la cosa en un gélido pueblo sueco de la década de los 80´s.

Los dos jóvenes protagonistas harán que cada minuto de la película sea realmente perturbador, no sólo por la estética que plantea el director, sino por la atmósfera de incertidumbre que recorre el film desde su comienzo. El condimento fundamenta, además de la sangre que abunda, es la relación simbiótica que se logra dentro del contexto de enamoramiento de dos chicos. Cada uno de los personajes lucha por poder ser el otro y eso es lo que los complementa y da a la historia un dramatismo existencialista cargado de terror y misterio. Él (Oskar) para poder amarla debe dejarla entrar, ella (Eli)… es un vampiro.

“Déjame entrar” (o “Criatura de la noche” como le pusieron aca) no es otra película de vampiros, es una película “otra” cuyo trailer confirma de lo que estoy hablando:


Por Misil Soviético


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