jueves, 24 de marzo de 2011

Memoria y porvenir.

Cada 24 de Marzo nos hace retrotraer como sociedad a uno de los períodos más oscuros y sangrientos de la historia argentina. El denominado ‘Proceso de reorganización nacional’ no sólo significó una barrera más al correr institucional, sino que materializó de algún modo el freno deseado por toda la derecha reaccionaria y conservadora a la movilización contestataria post-Cordobazo y a los vestigios del ‘estado de bienestar’ que el peronismo supo establecer mediante la regulación de la relación capital-trabajo.

Retomando este punto de vista, el golpe de estado de 1976 fue particular en varios aspectos. La desmantelación del aparato estatal, la precarización de la estructura productiva nacional, la fuga de capitales y el endeudamiento significaron una ruptura que las anteriores dictaduras, si bien erosionaron sus bases, nunca las lograron destruir del todo. Uno puede recurrir al contexto internacional, donde el neo-liberalismo empezaba a arremeter contra América Latina en toda su extensión, sin escatimar ningún tipo de gastos. Para ello, las FF.AA desplegaron una política de terror mediante un plan metódico y estudiado de aniquilación del supuesto enemigo antinacional. La demonización que accionó la política de Videla contra la insurgencia revolucionaria (ya debilitada y totalmente derrotada hacia 1977) contó con la activa colaboración de los medios comunicacionales, así como una participación tanto activa como pasiva de la comunidad civil.

La exaltación condicionada por un programa ideológico tendiente a hacer pensar a las masas sobre el peligro al cual estaba sentenciada la nación, se expresó en grandes movidas tales como la organización de la copa mundial de 1978, la amenaza de guerra con Chile hasta la tragedia de Malvinas.

Este plan que supuso el exterminio de toda una generación combativa capaz de discutir y luchar ante un modelo de desindustrialización selectiva y sometimiento ideológico, implicó además un factor que se potenció en gran medida durante la década de los 90’. El miedo a la intervención política como estrategia de cambio ante una realidad de desocupación y genocidio económico, simbolizada por el famoso ‘no te metas’.

Es de suma importancia profundizar y analizar críticamente el pasado para tener una imagen clara de nuestro presente y proyectar nuestro porvenir. El 24 de marzo no es solo una fecha o un feriado mas, expresa, en la actualidad una lucha ideológica y material contra fantasmas que aún no se extinguieron. Si bien hay que reconocer la política de derechos humanos encauzada por el kirchnerismo, son muchas las manchas que siguen asomando. La desaparición de Julio López, Luciano Arruga o el asesinato del militante del PO, Mariano Ferreyra, son actos evidentes de una política y una calaña de personajes que los gobiernos constitucionales no pudieron (o no quisieron) someter ni terminar.

La criminalización de la protesta, los grandes negociados vendedores de los patrimonios naturales y la mafia de la burocracia sindical que no tiembla ante la lucha que plantean las comisiones combativas, esto por su complicidad con el aparato estatal., son elementos integrantes en parte de la misma política económica y social de la dictadura.

Es por eso que cada 24 nos llama a reflexionar sobre qué país queremos, tomando como bandera y enseñanza aquellos ideales que cualquier programa de aniquilamiento jamás podría destruir, esos 30000 gritos que siguen zumbando y no callaran hasta dejar de ver impunidad, hambre y miseria.

Por Bernav Larvashenkov

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