miércoles, 9 de marzo de 2011

LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES" de Stieg Larsson.




Con un alto nivel de prejuicio, comencé a descubrir que muchos de mis compañeros y compañeras de viaje lo llevaban entr
e sus manos. Ese es, para mi, un fiel indicio de desconfianza literaria. Los ejemplos que puedo dar son muchos, pero uno recientemente relevante es el caso de “El código Da Vinci” de Dan Brown. Como no podía ser de otra manera, la curiosidad venció, en este caso, al gato, y salí corriendo a comprarme el novelístico ladrillo. Nunca me pasó algo tan decepcionante: a las 120 páginas decidí rotundamente ver la película protagonizada por Tom Hanks. Claro que con el film, la desilusión no disminuyó en absoluto y paradójicamente me alegré de no haber continuado con el libro. En fin, desde ese momento juré y perjuré por los santos evangelios, que nunca más me dejaría llevar por el contagio masivo de literatura ambulate. De esta manera pasaron por colectivos y trenes trilogías vampíricas, sagas mágicas adolescentes y crímenes psicoanalíticos.

La promesa venía imperturbable hasta que alguna gente, en la que confió y aprecio mucho, me recomendó la trilogía de “Millennium” del finado autor Stieg Larsson. Créanme que me comí los codos para no caer en la tentación, para librarme de ese mal que me ataría maléficamente a consumir miles y miles de páginas, vaya uno a saber hasta cuando.

La tentación me ha vencido y no pude escapar a las frías temperaturas suecas. Una vez que comencé a leer “Los hombres que no amaban a las mujeres”, ya no pude parar. La sensación fue similar a la de aquellos años adolescentes, en donde los libros de Stephen King fluían entre mis dedos, uno tras otro como una necesidad adictiva.

Si el miedo era que la novela sea una simple historia de verano, su lectura corroboró todo lo contrario. Una gran historia que además de mezclar, asesinatos, desapariciones, intrigas y misterio, también pone el ojo a la influencia mediática, el rol del periodismo, la ética, la política y la corrupción (además de desmitificar el ideario argento que Suecia es la panacea de la legalidad y las buenas costumbres)

El nivel de adicción que provoca la escritura de Larsson, es comparable a la curiosidad y la intriga que dan sus personajes (quien no se enamora de Lisbeth Salander no tiene corazón)

Excelente libro que seguramente se disfruta mucho más en invierno, encerrado al calor de una pequeña estufa y tomando litros y litros de café. Por eso recomiendo desempolvarse los prejuicios sobre cierta literatura pasatista y disfrutar de las letras de este autor sueco que es mucho más que simple entretenimiento entretenido.


Por Misil Soviético.

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