martes, 16 de febrero de 2010

Retomando las banderas.


Analizando algunas perspectivas historiográficas que señalan a la dinámica estructural argentina post-1955 como una alteración constante entre el ciclo inestable de la economía capitalista en relación a las proyecciones de continuidad política de los diferentes actores sociales, el golpe de estado del 28 de junio de 1966 abre un periodo de gran agitación política donde las burguesías atadas al capital extranjero y las oligarquías tradicionales, alertadas por las potencialidades que la mayoría del pueblo podría expresar en el juego democrático, no solo recurren al aval de las fuerzas armadas como fiel pretoriano de la banca y las finanzas, sino que estas mismas se superponen a un verdadero plan de refundación de la integridad socio-económica del país.

Luego del derrocamiento de Perón, la capacidad de reconfiguración de la vida política argentina no había dado grandes demostraciones de poder afianzarse. La combatividad sindical peronista, aunque dividida, supo ejercer su presión en todo momento que las injerencias contrarias a las conquistas sociales obtenidas amenazaban su integridad. El general Juan Carlos Onganía, miembro de la facción azul del ejercito (aquella mas ligada al capital concentrado y extranjero), avalado por los medios de comunicación y la iglesia destituye ilegalmente al radical Arturo Illia, comenzando un periodo de total persecución a aquellos sectores considerados disfuncionales al plan militar.

Este último estaba diseñado en tres tiempos: Uno económico, modernizando la manufactura para el mercado externo y amputando a los sectores considerados improductivos y machacando las mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores. Otro social, donde se debería limpiar de la sociedad todo caldo de cultivo ‘rojo’ que atentara al orden mediante la persecución, el genocidio cultural y la ‘buena conducta cristiana occidental’. El último tiempo, y el más descuidado, era el político, en el cual se preveía a muy largo plaza la convocatoria a elecciones.

El respaldo de la sindical vandorista al principio del golpe significo una ruptura en la CGT, abriéndose un ala más combativa, la CGT de los argentinos, dirigida por Ongaro.

En Córdoba, la llegada de varias fabricas de automotores y la presencia de un sindicalismo organizado (peronistas y marxistas) afianzó un gran centro de descontento hacia con la impopulares mediadas sociales de Onganía. El impulso dado por la politización y organización del proletariado cordobés, sumado a la presencia de numerosos sindicatos de carácter reivindicativo como el SMATA, UOM y LUZ Y FUERZA, acaparó la consolidación de un importante enemigo de los mecanismos de acumulación que imponían una explotación mayor para hacer redituable su plusvalía relativa en medio de una encarnizada competencia.

A medida que la subjetividad obrera se caldeaba, varias y populosas avalanchas estudiantiles se hacían sentir frente a la autoridad, la cual fue responsable de varios asesinatos a lo largo y ancho del país de estudiantes secundarios y universitarios.

La huelga se había propuesto por la CGT y la CGTA para el 30 de mayo, pero con la participación de Agustín Tosco, representante de la democracia de base en LUZ Y FUERZA, se adelantaron al 29. La planificación sindical, el descontento obrero, la identificación de clase y la espontaneidad estudiantil (confirmadora de su deber con el pueblo) sintetizaron el Cordobazo, la concretización de un bloque contestatario a la desidia e inmovilidad de los viejos y nuevos sectores dominantes y privilegiados.

La ola de conflictividad social en confluencia a la entrada de nuevos actores sociales, a pesar de no poder (y tampoco no querer) consolidarse en el poder político ocupado por los militares, genero una nueva etapa en la historia argentina, donde la unificación obrero-estudiantil constituyó la génesis de toda una amalgama revolucionaria que crecería a partir de 1969 en los 70’s con la inclusión de movimientos guerrilleros, cristianos tercermundistas y de toda una regeneración cultural y artística, que encontró su fin trágico y planificado el 24 de marzo de 1976.

De esta manera se hace necesario disponer de todas las armas para poner en color esas cintas televisivas que mostraban barricadas con estudiantes y obreros juntos, porque a pesar de que la democracia volvió, los explotadores son los mismos y las banderas siguen flameando.


Por Bernav Larvashenkov



Sergio Nicanoff , Sebastián Rodríguez, “Pasados presentes. La revolución argentina y la crisis de la sociedad posperonista"; editorial eudeba .

James Brennan, “El cordobazo: Las guerras obreras en Córdoba 1955-1976”, Buenos Aires, Sudamericana.

James Petras, “Cordoba y la revolucion socialista” La rosa blindada, 2000

1 comentario:

  1. Alexei:
    Excelente. La pregunta que me surge cuando leo esto y otras tantas cosas, es si aprendimos algo.
    En algún momento debemos romper con la cíclica historia, y en vez de repetirla de memoria, empezar a escribirla.
    saludos desde el retiro espiritual

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