miércoles, 3 de marzo de 2010

EL PODER.


Como tantos otros individuos inmersos en la pasmosidad del quehacer burocrático y el idilio de un mundo mejor contrario a la indiferencia del presente, me agarraron ganas de escribir algo un poco mas filosófico, una charla mas intima con el ser interior que no se anima a gritar por miedo a quedarse mudo.

En mi humilde biblioteca expropiada me encontré con una compilación de escritos anarquistas (no se asusten, prometo que va a ser leve) organizados por Crhistian Ferrer. En ellos se trata un tema más que interesante que ha trastocado la mente de los seres humanos desde hace sesenta siglos: ¿Por qué necesitamos de un Gobierno?

Por más que parezca una pregunta sin sentido, es atractivo el trasfondo psicológico de la cuestión.

Siguiendo a Foucault, este se propone hacer un análisis positivo del poder. El punto de partida es cuestionarse porqué siempre se ha asociado al concepto de poder con coacción, explotación, con una estructura jerárquica desigual en varios ámbitos. Cualquier reflexión sobre los mecanismos del poder se basa sobre principios jurídicos, es el ‘no debes’, ‘no hagas’ o ‘no digas’. El filósofo francés señala como necesario, librarnos de esta concepción atada a la prohibición, a la barrera.

La época contemporánea expresó los más rigurosos controles sociales en esta ‘tecnología del poder’, ejemplificados en la educación o el ejército, formas totalizadoras de abstraer la mente a la disciplina, tanto desde el punto de vista colectivo como individual. La propia delincuencia es un elemento necesario para generar en el subconsciente la necesidad de la protección externa.

Este ultimo ejemplo muestra con simpleza un hecho fundamental, el cual representa una funcionalidad de todo el aparato de control: Reducir al mínimo la capacidad individual de autodominio, enajenando la libertad de movimiento, reacción y demanda de aquel que se vea acosado tras los muros de un sistema calculado y ampliado hasta puntos tales en los cuales se naturaliza el hecho de que exista una cierta casta que nos gobierne.

Ya centrados en el papel del Estado, Eduardo Colombo analiza el desarrollo y la evolución de esta maquinaria que lejos de ser natural, nace a partir del abandono de la libertad a cambio de la siempre incierta protección de nuestros derechos. Este detalle me llevó a pensar (y no creo que a mi sólo), ¿Somos los seres humanos tan inútiles que necesitamos si o si de un cuerpo abstracto pero mantenido con nuestra sangre y sudor para que ‘proteja’ nuestra libertad?

Ahora debemos meternos en otro punto, creo el más complejo de todos, ¿Qué es la libertad? Se puede indagar desde Rousseau hasta Smith este bello pero desconocido concepto, siempre amparado sobre algo más, siempre limitado por barreras que vaya a saber quien las dispuso. Jugando con diferentes teóricos libertarios, se podría entender a la libertad como la condición o la facultad fundamental de la propia vida. Sin libertad somos cadáveres. Pero es un error considerarla como el libre arbitrio ilimitado. La libertad y mis derechos como humano libre en sociedad, no terminan en los derechos del otro, sino que se complementan. Es este anclaje lo que me permite decidir mi propia realización, no sólo en un sentido propio, sino también solidario. La solidaridad emana de la libre asociación. Es esta la fuerza, es esta el verdadero PODER o gobierno, no es el poder de manipular, controlar o fiscalizar, es el poder hacer, el poder expresar libremente, es el poder pensar libremente, es el poder amar libremente, es el poder vivir en armonía y paz, sin necesidad de represión física o psicológica.




Ferrer, Christian; ‘El lenguaje libertario’; Utopía Libertaria; Avellaneda; 2006.


Por Bernav Larvashenkov

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