Muchas veces buscamos películas para pasar un buen
rato. Nada de andar pensando mucho, analizando detalles y sentimientos
escondidos. Nos sentamos simple y llanamente a divertirnos. Viendo el trailer
nos podemos hacer la idea de pasar un buen momento, pero inmediatamente caemos
en la cuenta que este es cine nacional y que el género en cuestión puede
resultar paupérrimo dentro de este marco.
Por suerte este no es el caso, y el tiempo que dura
la película es disfrutable y divertido de principio a fin. Buena imagen, buena
realización, buen argumento y buenas actuaciones. Sólo se necesita eso para que
un policial de enredos, mezclado con comedia romántica y mucho de parodia, den
un excelente resultado al espectador.
Daniel Hendler es Sebas tián un ladrón de piezas de arte que se ve
seducido y engañado por Natalia, otra profesional del gremio a cargo de Valeria
Bertuccelli. Una cosa va llevando a la otra y debido a una serie de
casualidades y giros de la vida, terminan trabajando juntos con la finalidad de
robar una botella de vino cuyo valor trasciende lo económico. Completan el
elenco Martín Piroyansky como el
inseparable compañero del protagonista, Pablo Rago en el papel del investigador,
Juan Leyrado que es el malo en cuestión y Estaban Balbi como el padre de la
chica.
Todos ellos, tanto en conjunto como individualmente,
mantienen a nivel la película que no decae en ningún momento. Las locaciones
mendocinas también ponen su cuota al resaltar bodegas y viñedos que contextualizan
perfectamente con la historia. El montaje, el vestuario y algún que otro efecto
dan el toque necesario para cerrar con un muy buen trabajo en conjunto.
Sin dudas la mención especial se la lleva el guión, el
cual empieza como algo simple y censillo pero que con el correr de los minutos
se va tiñendo y enroscando hasta que finalmente alcanza la incoherencia y el
absurdo pero sin caer en lo obvio, en lo rápido o en lo tonto. La química entre
la pareja protagonista da sentido a cada escena que con humor, guiños y mucho
talento, nos hacen disfrutar de los variados matices de la historia.
Winograd nos había dado un buen preámbulo de su
capacidad con “Mi primera boda” (2011) pero con “Vino para robar” arriesga un
poco más y redobla la apuesta con una comedia que sin cintura podría haber sido
un fiasco.
Quien se siente a verla la va a disfrutar, se va a
reír sea, o no, amante de este tipo de películas y creo que ese es el mayor
logro del film de Winograd. La película esta bien hecha, con un trabajo en conjunto
que la logra, la redondea y la hace cerrar perfectamente dentro de un género al
que no estamos muy acostumbrados por estas latitudes.
Por Matías Comicciolli.
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