Si
me cuentan una sinopsis básica sobre esta película, seguramente diría: “no gracias”. Posiblemente los amantes de
los films de acción se sentarían gustosos frente a sus televisores y
esperarían, en vano, esos momentos vertiginosos, cargados de persecuciones,
tiros, explosiones y peleas interminables a puño limpio.
La
cosa va de un tipo que hace llegar un video a las autoridades de los EE.UU.
donde amenaza con hacer explotar tres (3!) bombas nucleares en diferentes
ciudades del país. Los del FBI y la CIA van, lo capturan y buscan el método
(recuerden esta palabra) eficaz para que el tipo dé la locación de los
explosivos.
Hasta
aca es un thriller de acción clásico y altamente desechable. Pero, qué pasa? El
director australiano Gregor Jordan prepara una puesta casi minimalista. Toma
tres actores: Samuel L. Jackson, Carrie-Anne Moss (La hermosa Trinity de “Matrix”)
y Michael Sheen (El lobito de “Underworld”) Los mete a todos en una misma
locación y deja de lado todo lo que nosotros teníamos en mente. La película se
centra, justamente, en los métodos, en la moral, en la ética de las situaciones
límites.
Es
imposible no ponerse en los lugares de cualquiera de estos tres personajes,
cada uno con un rol, con una posición diferente en cuanto al contexto que viven
y que, por otro lado, se desarrolla casi en tiempo real. Las justificaciones
que argumentan son implícitamente controversiales, el concepto de “lo correcto”
pasa de mano en mano como una papa caliente y la pregunta que recae
irremediablemente es ¿qué haría yo en ese lugar? La significación de “bien” ¿es
absoluta o relativa? En juego se ponen, de manera imparcial, los métodos que
son utilizados con el fin de llevar adelante una situación extrema y una
contrariedad ético/moral.
La
película de Jordan es muy recomendable. Visualmente es buena, pero toma
especial relevancia si se tienen en cuanta las actuaciones (excelente la de los
tres), el guión (impecable) y el obligado debate que se genera una vez vista.
Por Matías Comicciolli.
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