sábado, 9 de abril de 2011

"TODOS LOS MUERTOS TIENEN LA MISMA PIEL" de Boris Vian.


A esta altura es una autor, que más que autor es un amigo, y queriendo ir más lejos es un amigo de la casa. Todo lo que cae de él en nuestras manos es consumido instantáneamente con un gusto sobre natural, y una velocidad sin precedentes.

Estamos hablando de Boris Vian. Sí, otra vez Boris siendo recomendado en nuestra página. Esta vez por su novela corta, o su cuento largo, “Todos los muertos tienen la misma piel”. Una historia que pertenece a la época en que el tipo firmaba con el seudónimo de Vernon Sullivan y que incluye a otro título como “Escupiré sobre tu tumba”.

En “Todos los muertos…”, su protagonista, Dan, es un tipo que reniega de sus orígenes y está todo el tiempo cuestionándose sus raíces negras. A pesar de ello, logra hacerse un lugar en el mundo de los “Blancos” de Nueva York, patético lugar que incluye la mediocridad de una triste vida. Pero todo se da vuelta cuando un negro, que dice ser su hermano, aparece en escena. Desde ese momento el destino de Dan toma un giro inesperado, transformándose de la noche a la mañana en lo que más desprecia… es decir un negro.

La que más me atrae de esta novela, como de su autor, es como logra plasmar los momentos y lugares que sus protagonistas viven. El juego, la violencia, la prostitución, el sexo, el alcohol, el racismo y la misoginia, son el néctar cotidiano con el que se nutre la literatura de Boris Vian, y con el que se construyen sus personajes. Con algo de locos, pero con mucho de realidad social, la historia se arma y se desarma constantemente, olvidando por momentos el nudo, para reflejar una realidad que Boris seguramente veía en su entorno de bohemia.

En fin, “Todos los muertos tienen la misma piel” es una pequeña novela que bien vale la pena leer y que no lleva mucho tiempo disfrutar.

Por Misil Soviético

lunes, 4 de abril de 2011

LA CHICA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA. de Stieg Larsson.


Se fue el segundo, y en cierto sentido mejor aún que el primero.

Estamos hablando de la segunda parte de la trilogía “Millennum” de Stieg Larsson. “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” es más extenso que “Los hombres que no amaban a las mujeres”, pero bien vale la pena el esfuerzo de sostenerlo en cada viaje, en cada almuerzo y durante cada noche.

Los detalles de los que se sirve Larsson para meternos en la historia son impecables, como en el libro anterior. En este caso, nuestro periodista y su excéntrica “amiga”, estarán detrás de una banda que comercializa con mujeres. En el medio… todo lo esperado: violencia (casi extrema) sexo, misterio, persecución, secretos y crímenes próximos a resolver. Todo en cuotas que dejan por detrás a las dosis homeopáticas de cualquier policial, para darnos un abuso de páginas y páginas, con todos estos condimentos.

Con el primer libro uno logra enamorarse de Lisbeth, lo que provoca que vayamos corriendo en busca de esta segunda parte. Esa euforia y ese enamoramiento, tal vez se desvanezcan un poco al remontar la página 100 de esta nueva aventura. Pero es sólo un desvanecimiento momentáneo, que retorna con mucha más fuerza al promediar los tres cuartos de la novela. Al terminar uno siente la necesidad de continuar con la tercera y última parte de la saga, pero también necesita un respiro y un recreo de las letras del amigo Stieg… por el momento contendré la euforia y cambiaré de autor, para retomar “Millennum” con mucha más fuerza dentro de un tiempo prudencial.

Por Misil Soviético