¿Por qué leemos? ¿Para qué? ¿Cuál es nuestro
fin? Hablo específicamente de novelas. De ficción. De ese mundo que se crea a
través del significado de las palabras.
“Si una noche de
invierno un viajante”
de Italo Calvino, es una novela, y es de ficción. Pero atención, no es una
novela de ficción sino que es, sí es, varias novelas de ficción que se crean,
que se configuran a través del Lector protagonista.
¿Somos nosotros, lectores, protagonistas de
todas las novelas que leemos? ¿O sólo lo somos cuando el autor, el escritor
decide que seamos? En este caso puntual, el Lector es protagonista, es parte
fundamental de la historia que se genera a partir de la lectura de novelas
apócrifas. Eso que el Lector va leyendo, lo lleva a transitar un mundo
ficcional al que no pertenecía antes de no ser Lector.
Eso es justamente lo que significa el Ser
Lector: transitar mundos a partir de la lectura, y tal vez sea aso lo que nos
lleva a leer. No conformes con el mundo que la existencia terrena nos brinda,
nos volcamos inconscientemente a transitar otros.
Lo peligroso, tal vez, sea la elección de esos
mundos. ¿Quién nos asegura un final feliz? ¿Quién nos asegura un mundo
feliz? Creo que no hay ni una cosa ni la
otra.
No la podemos encontrar en este tipo de
existencia y tampoco en la de los libros. El Lector de Calvino se prepara para
disfrutar de la lectura de “Si una
noche…”, que lo lleva a padecer un sinfín de caminos que parecen no
llevarlo a ningún lado.
Nosotros, como lectores, tal vez estemos padeciendo
esos mismos caminos inconclusos, que es lo que en definitiva nos lleva a no
parar de realizar la actividad de leer. Nos sumergimos de lleno en ese hombre
que se detiene en una estación de tren una noche fría y lluviosa. ¿Era
realmente fría y lluviosa? ¿O fueron sólo detalles que me figuré mentalmente al
comenzar la novela? De esta manera ¿Cuántas novelas de “Si una noche…” habrá en el mundo? Tanta como lectores. Porque cada
mundo es una novela y cada mente, cada imaginación, un mundo distinto.
Ella leyó la novela a la par mía. La misma
novela la misma historia del Lector y la Lectora. Ambos transcurrimos las
páginas, con el mismo texto, las mismas letras. Así procedemos en el avance de
la lectura, traspasando la sustancia empírica del objeto libro, con el sólo fin
de alcanzar el acceso a una sustancia incorpórea, inmaterial. Un mundo sublimado por las imágenes ficticias
de mundos paralelos pero imposibles.
¿Cómo será su Lector? ¿Cómo será su Lectora?
¿Pondrá los pies en el escritorio para leer, forrará los libros para que nadie
sepa qué es lo que está leyendo? ¿Que mundo se configurará antes de comenzar a
leer? Tal vez espera del libro ese mensaje, ese aviso, esa señal que de una vez
por todas le diga algo. La busca desde que comenzó a leer. La buscamos desde
que comenzamos a leer. No desde que comenzamos a leer “Si una noche de invierno…” sino desde que comenzamos a “Ser Leer”.
Leer como búsqueda, como desafío y también como aislamiento de realidades que
nos determinan que nos ahogan, que nos empequeñecen.
Por eso salir un poco de tanta realidad real
nos engrandece, nos pone en otro lugar, por lo menos por un rato. El Lector y
Ella Lectora ven en esos momentos los mensajes más difíciles de comunicar, de
definir. En esos mundos que viven por fragmentados momentos, no se pueden
traducir las palabras y por eso mismo son decisivos y fundamentales pero a la
vez azarosos y efímeros, vinculándolos irremediablemente con momentos de
felicidad…
Por Matías Comicciolli