Esto me lo pasó el gran Tripicchio, quien sabiendo de mi insomnio intuyo que después de una buena dosis de guitarras rockeras yo me iba a poder dormir placidamente. Bien, el propósito primigenio de la acción a destacar de esta persona, no llegó a su cometido. Llevo tres docenas de cuadraditos de coco y dulce de leche y el corazón ya esta a punto de convertirse en un clavijero y el alma en un arpegio. El sueño quedó en anécdota y las gracias son un sostenido infinito.
Gracias por compartir esto y aca se los dejo para los futuros inmediatos insomnes.
Que tengan buenas noches… si pueden.
Aca la página oficial.
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